Bedoon, el misterioso pueblo sin país de Oriente Medio

Te invito a que hagas una pequeña reflexión, que por unos segundos intentes responder a estas preguntas y quizás a las muchas que te surgirán después de ella:

¿Qué significa vivir sin formar parte de ningún estado, sin haber formado parte nunca de uno, ni tú, ni tu familia, ni tus ancestros? 

Complicado, ¿verdad? Para la gran mayoría nos resulta muy difícil de imaginar esta situación, hemos interiorizado que toda persona es de algún país, está registrado y tiene documentos que lo atestiguan. Sin el concepto “nación” y “estado”, los últimos siglos de nuestra historia serían completamente imposibles de entender, tener un documento nacional de identidad es casi sinónimo de existir.

Sin embargo, esta no es la realidad diaria de millones de personas privadas de sus derechos humanos más básicos, generalmente a estas personas se las denomina apátridas. Guerras y conflictos políticos entre estados, o la represalia de un estado sobre individuos disidentes son los fenómenos que generalmente llevan a esa pérdida de nacionalidad, sin embargo, a veces ninguna de esas circunstancias es la que provoca esa existencia de apátridas, a veces sencillamente jamás formaron parte de ninguno, han nacido cuando el estado era débil y escasamente implementado y quedaron fuera, como sucedió en ciertos países del golfo pérsico, hoy día colocados entre los estados más ricos de la tierra, una realidad incómoda y frecuentemente oculta de la que ninguno de esos estados quiere sentirse responsable, a estas personas se las clasifica como bedoons, ciudadanos sin estado, conoceremos su situación y lo haremos a través de la historia de uno de ellos.

Apátridas

Se estima que existen más de diez millones de seres humanos apátridas, no reconocidos como ciudadanos de ningún estado. Ningún gobierno se hace cargo de estas personas y viven en un limbo jurídico muy peligroso, dado que sufren la indefensión de no estar registrados por ninguna administración, literalmente no existen y no pueden acceder a los servicios más básicos proporcionados por el estado; alquilar una casa, estudiar, acceder legalmente a un trabajo, viajar en avión, sacarse una licencia de conducir o abrir una cuenta en el banco, por citar algunos ejemplos cotidianos.

El fenómeno de los apátridas es muy frecuente en el golfo pérsico, solo en Kuwait se estima que habitan mas de 300.000 de ellos

Como ya he adelantado existe una región del mundo donde esta realidad se remonta a la construcción de las modernas monarquías del golfo que dejó abandonados a cientos de ciudadanos, en esos paraísos de rascacielos e islas emergidas de las arenas gracias a los combustibles fósiles, no es todo oro lo que reluce. Solo en Kuwait se estima que son más de 300.000 las personas que viven bajo el desgraciado estatus, stateless person, en la mayoría de los casos estos apátridas, estos bedoon son población nómada de la región que quedó excluida del acceso de la ciudadanía por su condición de grupo itinerante. Este es el caso de nuestro protagonista, al que llamaré Yusuf, a pesar de no ser este su nombre real.

Kuwait patria de Bedoons, un tema de derechos humanos

Cuando Kuwait alcanzó la independencia en 1961, el estado rehusó reconocer como ciudadanos a muchos de sus habitantes. ¿Por qué el gobierno kuwaití dejó fuera a miles de árabes que moraban su territorio? La respuesta es complicada. Muchos de sus habitantes eran nómadas, vivían en el desierto, tenían sus rebaños o comerciaban con otras ciudades del golfo, alejadas de Kuwait City. Vivían como lo habían hecho ancestralmente, al margen de todo. Esto llevó a que no solicitaran la nacionalidad cuando se fundó el estado de Kuwait, y cuando cayeron en la cuenta de su error, era demasiado tarde. Pero también muchos clanes fueron excluidos y apartados. Otros, lo son por errores administrativos de aquel precario estado, que surgía de la nada sin heredar ninguna estructura organizativa previa. En medio de aquel caos era difícil administrar la entrega de ciudadanías. De este modo, estos ciudadanos, muchos en un principio sin darle importancia, se vieron privados de algo realmente trascendental en el futuro, especialmente cuando el maná del petróleo jalease la economía del estado.

Kuwait no fue el único país de la región que se negó a hacerse cargo de estos clanes nómadas y todas estas personas que no accedieron a la ciudadanía en su momento, quedaron atrapados en la terrible situación de ser “ciudadanos sin estado” sin existir ninguna puerta a lo que llamar, se convirtieron en: bedoon (bidun jinsiyya).Los beedon reconocidos oficialmente en Kuwait son alrededor de ciento diez mil personas. Dado que el gobierno kuwaití no les reconoce, tampoco lo hace ningún país del mundo, están completamente desamparados.

Yusuf

Yusuf nació en Kuwait, al igual que su padre y su abuelo. Él nació en el hospital de Kuwait city, mientras que su padre y su abuelo lo hicieron en una jaima, eran gente del desierto, comerciantes, su padre aún vive, mientras que su abuelo está enterrado en un pequeño pueblo caravanero kuwaití semi abandonado, prácticamente desaparecido bajo las arenas.

Durante los primeros días de la independencia su padre, el hermano mayor entre seis, estaba viajando junto a su abuelo por el desierto ayudándole a desplazar camellos para un emir.

Mientras tanto, su tío viajaba a Kuwait city para vender en la ciudad, acompañado de sus otros hermanos. Allí se enteró de que estaban abiertas las oficinas para conseguir la nacionalidad, se inscribió, y con él a sus hermanos.

Cuando posteriormente el padre de Yusuf intentó conseguir la nacionalidad, era demasiado tarde para él. De este modo el padre de Yusuf quedó despojado de su nacionalidad a diferencia de sus hermanos. Por ello la situación de Yusuf es especialmente paradójica, él es uno de los pocos bedoon en su extenso clan familiar, sus tíos y primos a diferencia que él sí gozan de la nacionalidad y los privilegios de ser kuwaití. 

Los bedoon en un principio no vivían de manera muy diferente que el resto de kuwaitíes, pero paulatinamente el petróleo regó de dólares a los ciudadanos: ayudas, subsidios y regalos del estado que nunca recibieron los bedoon. 

En los años setenta el estado ofreció algunas compensaciones a los bedoon, lograron ciertos derechos, casi cuesta pensar que tuvieran que luchar por sus derechos humanos tan básicos como es el del reconocimiento de su existencia, en aquel tiempo las cosas eran diferentes a como son ahora e incluso desde algunos sectores más progresistas se habló de la concesión de la nacionalidad.

Estas concesiones distaban mucho de ser suficientes para cerrar la brecha que se habría entre ciudadanos reconocidos y bedoon. El padre de Yusuf vio como todos sus hermanos recibieron del estado trabajo, subsidios y casas para ellos; así como educación universitaria gratuita en el extranjero para sus hijos. Mientras tanto, el destino de su padre era bien distinto, le esperaba la precariedad y a la hora de buscar esposa pocas kuwaitíes deseaban casarse con un bedoon. Según las autoridades kuwaitíes los hijos de los bedoon, independiente de la nacionalidad de su madre, siguen siendo bedoon.

La Guerra del Golfo

Las concesiones logradas en los años sesenta se evaporaron cuando llegó la guerra del Golfo (1990). Los bedoon fueron los primeros en ser movilizados para combatir, eran enviados a la frontera para combatir en la defensa del estado que no les reconocía. Muchos lo hicieron gustosamente porque en realidad lo que buscaban era proteger los campos de petróleo, donde trabajaban, y que el ejército iraquí estaba destruyendo.

A pesar de su decisivo papel en la defensa del país con la posguerra su situación se deterioró muchísimo, fueron años de continuas violaciones de los derechos humanos.

La guerra con Irak fue una catástrofe, el padre de Yusuf fue capturado junto con su unidad por los iraquíes. Los americanos consiguieron rescatarle, había sido torturado por las fuerzas iraquíes, sus compañeros de regimiento estaban muertos y el pozo petrolífero donde trabajaba estaba destruido.

A pesar de eso, sabía que pronto sería reconstruido, contaba con recuperar su puesto de trabajo y olvidar la horrible pesadilla de la guerra. Lo que desconocía el padre de Yusuf es que la guerra desplazaría a cientos de miles de iraquíes que, como refugiados, llegaron a Kuwait.

Estos refugiados huían del decadente Irak, bombardeado diariamente por EE. UU., huían del tirano y del partido Baaz. Muchos iraquíes conocedores de que había cientos de miles de ciudadanos irregulares viviendo en Kuwait y temiendo la deportación al país de origen, quemaron sus documentos y se presentaron en las oficinas de empleo como bedoon.

Estas se vieron colapsadas, repentinamente miles de bedoon nuevos habían aparecido en el panorama. Legalmente no existían diferencias entre los viejos bedoon y esta marea surgida al calor de la guerra.

El estado debería haber recurrido a los datos de algún censo anterior para discriminar los bedoon originales de los refugiados iraquíes. El problema es que jamás se hizo tal censo, nunca existió una voluntad real de concederles la nacionalidad, por tanto, no había manera de probar que uno era un kuwaití original frente un iraquí sin documentos, la desidia institucional kuwaití tomaba ahora trágicas consecuencias para los bedoon.

Durante algún tiempo después de la guerra se permitió a estos nuevos bedoon disfrutar de los derechos que los bedoon lograron en los sesenta, pero el sistema presentaba problemas. Se extendió el miedo a que esto funcionase como efecto llamada a más refugiados iraquíes que se acogieran a la misma treta, y finalmente se cortó por lo sano.

Nadie disfrutaría de privilegios de ningún tipo.

El padre de Yusuf fue despedido junto a miles de bedoon, a partir de ahora sólo nacionales o inmigrantes contratados por la compañía en los países de origen, y con estancia limitada, podían trabajar en los campos de petróleo. Las puertas se cerraron sucesivamente, como él, los bedoon pasaron en 1991 a la miseria.

A espaldas de los barrios lujosos de Kuwait city surgieron sus asentamientos, atestados y plagados de miseria, compartidos con los refugiados de la guerra de Irak e invadidos por la desesperación.

Esta situación se repite en los Emiratos Árabes Unidos, en Qatar, Bahréin y Arabia Saudí, países increíblemente ricos que, sin embargo, mantienen a medio millón de sus ciudadanos en condiciones de exclusión, sin derecho a votar, a estudiar gratuitamente, a acceder a subsidios o a trabajar en los campos de petróleo, en condiciones peores que las de inmigrantes provenientes de otros países.

La gran crisis de refugiados sirios

Aprovechando el éxodo sirio muchos bedoon del golfo pérsico les siguieron en su camino. En los campos de refugiados extendidos por toda Europa se les puede encontrar junto a iraquíes, afganos y sirios, en concreto los bedoon son un colectivo especialmente numeroso en Calais, en Francia. Los amigos de Yusuf estaban allí cuando los militantes de Marine Lepen le prendieron fuego a “la jungla de Calais” (2016), como era conocido el campamento más violento, salvaje y masificado de Europa, sin duda este epicentro de brutalidad, explotación y miseria creado en las costas del canal de la Mancha tiene historias terribles que algún día podamos contar aquí.

Yusuf no consiguió seguir a sus amigos hasta Calais, se separaron en Eidomeni, el improvisado campamento, laberinto de tiendas hundido en el barro junto a unas vías de tren por donde ya no circulan los vagones. Eidomeni fue levantado a toda prisa en la frontera griega con la república Macedonia del Norte por los refugiados que acampaban para intentar cruzar la frontera de noche, un lugar sórdido y de carestía donde los derechos humanos eran obviados. Sus amigos escaparon de la pesadilla de Eidomeni, él no tuvo tanta suerte, fue descubierto varias veces cruzando las montañas entre la república Macedonia del Norte. y Grecia, siendo devuelvo al otro lado por paramilitares. Perdió su oportunidad, y finalmente la frontera se volvió impermeable, paulatinamente el campamento fue desmantelado y sus ocupantes transferidos a campamentos financiados por la Unión Europea.

Yusuf se vio atrapado en Grecia, llegar a Francia con sus compañeros o a Alemania resultaba ya imposible, atrás quedaron por imposible el sueño de llegar a Dortmund.

Si se preguntan qué le deparará al bedoon Yusuf, su destino es incierto, nadie sabe si es posible que reciba el estatus de refugiado, en 2017 vivía en Lagadikia, trabajaba como intérprete para la ONG Danish Refugee Council, su proceso sigue abierto y él intentará ahora ser recibido como refugiado sirio en su propio país. Dado que toda su familia está allí, confía en que será fácil lograrlo, de este modo aspira a volver a casa después de su fallida aventura y quizás poder recibir los beneficios de ser refugiado de guerra, beneficios y derechos que no disfruta como originario de Kuwait. Un destino extraño, fingir la nacionalidad de un país extranjero para poder regresar al lugar que no te reconoce.

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