A partir del 22 de julio y hasta el 9 de agosto de 1921 se produjo el llamado Desastre de Annual, nombre con el que es conocido el episodio, sin duda, más trágico de la guerra del Riff, o de Marruecos, que desde 1909 a 1927 consumió vidas y recursos en una empresa difícilmente explicable y justificable y que después de la pérdida de las últimas colonias españolas de ultramar pretendía mantener a cualquier precio una nostalgia de tiempos que ya habían pasado. El contexto histórico, social, político, militar e internacional se tornó idóneo para, primero causar la tragedia de Annual, y después, la Dictadura de Primo de Rivera, la República y la Guerra Civil.
Para buscar el punto de origen de los acontecimientos sucedidos en el verano de 1921 en Annual nos tenemos que remontar a fines del siglo XIX, cuando el sistema de la Restauración estaba en su apogeo y el imperio español en su declive. Antes, pero, el antecedente de la guerra iniciada en 1909 habría que buscarlo medio siglo antes, cuando en 1859-1860, ataques puntuales pero contínuos de rifeños, ajenos al control del sultán en las inmediaciones de las plazas españolas propiciaron una dura protesta del gobierno de O´Donell, que tras un intercambio de notas diplomáticas con el sultán de Marruecos, acabarán provocando la guerra, la cual servía perfectamente para distraer de los problemas en España y conseguir la unión política y social contra un enemigo exterior. La rápida y victoriosa actuación en este momento, dieron una imagen equivocada de la realidad del norte marroquí, que causó los desastrosos problemas 50 años después. Hasta los actuales leones de la puerta de las Cortes fueron realizados fundiendo los cañones capturados al enemigo en la batalla de Wad-Ras, para magnificar una gesta en una guerra que los periódicos se habían encargado de inflar con exaltaciones patrióticas y contra un enemigo ignorante y con absurdas supersticiones religiosas, que se libró contra un adversario considerado fácil de vencer.

Después de los desastres de 1898, los intereses divergentes sobre todo de franceses y británicos, pusieron en bandeja a España la creación de un Protectorado en el norte de Marruecos, acordado en la Conferencia de Algeciras en 1906, que fue aceptado por España después de las recientes pérdidas de ultramar, donde se podrían además sacar beneficios de las minas rifeñas, dar una válvula de escape a la problemática situación en el ejército, recuperando algo del prestigio y peso perdido internacionalmente. La injusta conscripción hizo que el precio humano de la aventura africana recayese sobre las clases más humildes, en una guerra que solo producía dolor y ningún beneficio para ellas. Pero no solo hay que contar el sufrimiento humano causado por la muerte, heridas o mutilaciones y el dolor que conllevaba a las familias, sino también que éstas necesitan para su subsistencia más elemental esos jóvenes brazos en tareas agrícolas o industriales. Si añadimos una corrupción extendida que esquilmaba los recursos, ingentes que eran enviados para la guerra, que los soldados tenían carencias de materiales, alimentos, y demás suministros y aderezado con una nefasta dirección tanto gubernamental como militar, el desastre estaba más que anunciado. Los hechos de Annual no fue el final o el principio de ninguna etapa o período, simplemente se hallan en medio de lo acontecido en la España de la Restauración, formando parte del funcionamiento habitual. Annual fue consecuencia del mal gobierno, de la corrupción a niveles desmedidos, de la injusticia social y desmotivación de los soldados mal dirigidos y peor pertrechados, que en cascada produjeron la Dictadura de Primo de Rivera, la República y la Guerra Civil. La guerra de África dividió también al ejército, produciendo dentro de él dos grupos, los africanistas y las Juntas, incluyéndose en el primero muchos de los que posteriormente participaron y lideraron el golpe de 1936. Este grupo formó un colectivo forjado en el imaginario africano, sobre su estancia y participación en la guerra, en el que algunos, además, tuvieron mando sobre tropas indígenas y extranjeras, muy seguidoras de sus líderes, y en el que la Legión forjó su leyenda de cuerpo especial.
Veamos algunos de los puntos en los que se desarrolló una guerra que afectó todos los sectores de la sociedad española y acabó siendo su principal problema durante casi dos décadas, comenzando por la situación del Ejército.

Desde mediados del siglo XIX, el exceso de oficialidad del ejército se hizo crónico, con el resultado de la mitad de los generales en la reserva y un tercio de los oficiales sin destino. Demasiados militares sin sueldos completos, descontentos y con tiempo para dedicarse a la cosa pública, a su manera, y como prueba, las numerosas intervenciones que protagonizaron en la política durante el siglo XIX.
Que de 1899 a 1909 se dieran de baja voluntaria 10.000 oficiales no fue suficiente para adelgazar la nómina de oficiales dado que se necesitarían al menos la baja de 24.000. El presupuesto militar, en medio de la crisis y las pérdidas de ultramar, se redujo en este período, pero ya vemos que la oficialidad se mantenía con lo cual había que reducir otros gastos para poder cuadrar los costes. Encontramos 500 generales, 600 coroneles, 24000 oficiales, etc. Es fácil de imaginar que las partidas de alimentación, sanidad, vestuario, instalaciones etc, se vieran muy afectadas, con lo que se llegó a producir, por las malas condiciones de alimentación y sanitarias, una mortalidad cuartelaría, que en 1900, era del 1%, el doble que Rusia o el triple que Gran Bretaña. No hacían falta actividades bélicas para que entrar en la milicia supusiera un riesgo sanitario para los quintos, y que con las injustas condiciones de reclutamiento fuese creando en la sociedad un rencor a la institución militar, donde los soldados mal alimentados y peor instruidos, eran objeto de un trato duro por parte de sus superiores, prestando casi gratuitamente sus servicios a una institución que en contrapartida se lo pedía todo. Las críticas a este ejército se materializaron de diferentes formas, pero destacó la satírica publicación del Cu-Cut, un semanario barcelonés que a raíz de sus irónicos y críticos chistes y escritos encendió la ira de los oficiales del ejército, que ofendidos, el 25 de noviembre de 1905 asaltaron, destruyeron e incendiaron sus instalaciones y que en 1906 consiguieron la jurisdicción sobre una ambigua ley de delitos contra la Patria y el Ejército. Esta revista, fundada por la nada sospechosa de revolucionaria,la derechista Lliga Regionalista de Cambó, durante sus diez años de vida, sufrió numerosas multas y represalias, con encarcelamientos de sus responsables. La llama que encendió mecha fue la celebración de un banquete en el Frontón Condal de los miembros de la Lliga por la victoria en las elecciones municipales y un chiste satírico al respecto.
Chiste que desencadenó la ira de los oficiales del ejército, publicado por el Cu-cut. Fuente, Sàpiens.
En 1901 la clase de tropa la componían 110.716 hombres (en 1909, 13.349) había 24.705 jefes y oficiales. A tener en cuenta que cada oficial tenía al menos un asistente, y que la media de dotación por pieza de artillería era de 8 hombres en teoría, y en la práctica, de 4. Añadamos que en 1900 el presupuesto militar representaba el 18% del total del Estado, y que los sueldos de jefes y oficiales en los períodos de Cuba y Filipinas y la guerra de Marruecos alcanzaban el 75% del presupuesto militar, con lo que con un exiguo 25% había que pagar instalaciones, sanidad, materiales, transportes, caballerías, alimentos, munición, vestuario de la tropa, etc, que además eran las partidas saqueadas por la corrupción enquistada en cualquier actividad militar que fuera precisa en Marruecos. Sólo a modo de ejemplo, el 30-50% de oficiales hasta capitán estaban cobrando la mitad en situación de espera. A modo de comparación el presupuesto para 2019, representó el 2,3% de los PGE y menos de la mitad estaba destinado a sueldos.
La oficialidad se había incrementado mucho después de las guerras carlistas, puesto que se incorporó en el ejército a numerosos oficiales del bando perdedor, produciéndose así el efecto contrario a lo que sucede en cualquier ejército al fin de una guerra, que es aligerar personal. Algo similar sucedió después de 1898, al regresar a la Península la oficialidad de las unidades de ultramar. Así las cosas la única forma de tener un sueldo digno era el ascenso, pero como vemos era difícil que sucediera dada la exagerada cantidad de oficiales. Los ascensos por antigüedad era el objetivo sobre todo de las armas de caballería, ingeniería y artillería, en la cual eran más difíciles que se produjeran por méritos de guerra, que en infantería. Ello derivó en 1917 en la creación de las Juntas de Defensa, organizadas para la defensa de los intereses de los militares en la península, y que no deseaban la promoción por méritos de guerra, en los cuales las acciones bélicas podían maximizarse para conseguirlos. Tampoco carece de importancia una endogamia crónica, en la que los hijos de oficiales ingresaban en el ejército antes, y por tanto ascendían jóvenes, y si eran destinados a armas que permitían el ascenso por méritos de guerra se buscaban lugares de menor riesgo. Estas Juntas de Defensa exigieron su legalización en junio de 1917 y el rey intercedió en su favor, para no provocar rupturas en el ejército. Desde este momento, junio de 1917, hasta la dictadura de Primo de Rivera, las tensiones en el seno militar se afectaron los gobiernos y poder civil de manera impropia. Sin embargo, después de Annual, el rey les retiró su apoyo.
Fortificación española en Marreucos. Fuente: todocolección
Así, nos encontramos con una macrocefalia militar descontenta y dividida, con bajos sueldos por exceso de personal y bajo presupuesto, con pocos y ineficaces medios, una mala imagen en el interior e internacional y unas tropas que eran reclutadas entre las capas más humildes de la sociedad con un injusto sistema, víctimas de malas condiciones sanitarias y alimenticias, en alojamientos con carencias elementales…Y en este momento se plantea la intervención en el Riff, donde, si había problemas, serían de fácil solución dado que las cabilas no podían ser enemigo para el ejército español, que anteriormente y en poco tiempo había doblegado a las tropas del sultán en la conocida como guerra de África de 1859-60. España veía una oportunidad de resarcir el declive que en el concierto internacional de 1898 había sufrido. Tenemos todos los elementos dispuestos a que se produjera un largo período de desgaste social, político, económico y militar, marcando profundamente el devenir años después de la finalización de la guerra.
El siguiente paso que desarrollaremos son las leyes del Servicio Militar y la corrupción existente en la zona del Protectorado.
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El injusto sistema de reclutamiento de España en la Guerra de África.
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