Indiano es la denominación con la que se conoció a los emigrantes españoles que dirigieron a las colonias o excolonias americanas en busca de una fortuna que no tenían en sus lugares de origen. Era un mundo en construcción que ofrecía oportunidades a los más audaces y emprendedores, que con suerte y utilizando las circunstancias existentes en su favor, conseguían hacer fortuna, y, posteriormente, regresaban a España, poniéndola de manifiesto vistosamente.
Fue un fenómeno que se dio especialmente durante el siglo XIX en la franja marítima española, y más concretamente en las localidades costeras de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco en la zona del Cantábrico, en el Mediterráneo en Cataluña, y también en las Islas Canarias. El estereotipo es un hombre joven de las indicadas zonas que ante la falta de perspectivas favorables, decide embarcarse en una larga travesía por el Atlántico, con un futuro incierto pero que sin duda ofrecía nuevas y mejores oportunidades. Los lugares de destino fueron mayoritariamente Cuba, Argentina, Uruguay, Venezuela, Brasil… Así, el indiano fue aquel al que le sonrió la fortuna, y decide regresar a la localidad de origen, en la cual erige una mansión, con elementos característicos coloniales y se convierte en benefactor de sus vecinos mediante la financiación de diversas actividades con reconocida generosidad, haciendo ostentación visible sus logros.
En Cataluña, una de las comarcas con más presencia de indianos fue l´Empordà, y en una localidad apartada de la costa se encuentra una de las pocas casas indianas construidas en el interior. Corçà, a unos 25 kilómetros del litoral, contaba a mediados del siglo XIX con unos 1100 habitantes, dedicados en su práctica totalidad a la agricultura.
En 1851 nació aquí Claudi Carbonell i Nicolau, el personaje del que vamos a hablar y que se convertiría con el tiempo en indiano. Hijo del médico de pueblo, y de abuelo cirujano, fue el tercero de cuatro hermanos. La humildad de los facultativos rurales de la época se ve reflejada en que para complementar el sueldo, los domingos por la mañana, el joven Claudi ayudaba a su padre en una de las funciones que también realizaban, la de barbero. No siendo el hijo mayor, y existiendo la figura de l´hereu, sin ataduras ni futuro garantizado, aún adolescente se trasladó a Barcelona, después de una breve estancia en el sur de Francia, encontrando trabajo en las oficinas de una empresa de comercio de todo tipo de productos con las colonias de ultramar. Uno de los contactos que tuvo con un comerciante le animó a probar fortuna en Cuba, ya que le recomendaría para conseguir trabajo a su llegada. Con 17 años, y sin nada que perder, se embarcó. Hay que indicar que la calle en que nació y vivió Claudi, con el tiempo fueron numerosos los jóvenes que dirigieron sus miradas y esfuerzos a hacer las américas, si bien, como veremos fue el único que hizo fortuna, o al menos, que haciéndola, regreso a su pueblo natal. El hecho que se tratara de hombres jóvenes, restaba fuerza de trabajo al campo, principal medio de vida sus habitantes, lo que hacía que no fuera precisamente motivo de alegría la marcha de un hijo joven, que garantizaba un potencial de trabajo agrario, máxime, cuando ello podía representar, como así era en numerosas ocasiones, no volver a verlo en años, o nunca más.
En 1868 embarcó en Barcelona en el paquebote Fluvià, rumbo a Cuba, concretamente a Cienfuegos, conocida como la Perla del Sur. Los trece tripulantes y tres pasajeros tardaron en llegar a la Habana un mes y medio, y de allí Claudi se desplazó hasta Cienfuegos.
Cienfuegos fue fundada en 1819 por unas pocas decenas de colonos franceses, de nombre original Fernandina de Jagua, en honor a Fernando VII, cambiando el nombre por el de Cienfuegos en 1829, en honor esta vez del Capitán General de Cuba, José Cienfuegos. Era una ciudad, pues, de nueva planta, con las calles formando cuadrículas, y en la que, estando su fundación tan reciente, las oportunidades todavía eran amplias.
Tal y como tenía acordado, al llegar, se colocó en un almacén comercial de mercancías de todo tipo, en especial textil, que semanalmente recibía productos de Barcelona, y que posteriormente eran vendidos y distribuidos al menor. Fue en esta época cuando su vida se resumió en poco más que austeridad y trabajar cada día largas jornadas. Para ahorrarse el alojamiento, obtuvo permiso del propietario para dormir bajo el mostrador, dado que el sueldo no daba para mucho más.
La situación política y social que empezaba a vivirse en Cuba se fue complicando. El mismo año de su llegada, dio inicio la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande, de 1868 a 1878. Los jóvenes peninsulares, no pertenecientes al ejército español, formaban unas unidades de voluntarios paramilitares, en la que se alistó Claudi. Fue una larga guerra, con gran mortandad, y anticipo de la que dos décadas después significó la pérdida definitiva para España de Cuba. No nos consta su participación exacta en esta guerra, pero podría suponerse que no sería muy prolongada, ya que durante estos años conoció a la que sería su mujer, Luz Bastida, de origen familiar francés, y propietarios de un ingenio, con la que se casó, en 1878. Ya en este momento su situación financiera había mejorado mucho, puesto que es evidente que no se hubiese podido casar con la hija de un hacendado. Tuvieron un hijo, Jaime, y dos hijas, Conchita y Paquita. Así las cosas, el propietario del almacén en el que aún trabajaba, con intención de retirarse, propuso la compra del negocio a él y otro compañero, que formaron una sociedad que tuvo larga duración. Los siguientes años, fueron de prosperidad económica, transcurriendo entre negocios, básicamente textiles de Barcelona y Manchester, administración de algunas fincas, la compra de acciones y participaciones de empresas y sociedades que en aquellos momentos estaban en alza, con lo que iba practicando una diversificación financiera que dio resultados positivos. Sabida es también, su pertenencia a la masonería, pero, por el propio carácter de la misma institución, no se conocen demasiados datos.
Sin embargo, a partir de 1895 se reanudó la guerra en Cuba, con el conocido resultado en 1898. En diciembre de este mismo año,1895, a pocos kilómetros de Cienfuegos se produjeron combates, en los que los insurgentes se llevaron la mejor parte. Sin duda, acontecimientos de este tipo influyeron en la decisión de regresar a la metrópoli, y la familia entera embarcó, atravesando el Atlántico esta vez en sentido contrario, en la primavera de 1896, 28 años después.
En 1898 empezó la construcción de una casa de estilo colonial, a la que se bautizó como Villa Luz, nombre de su mujer, Luz Bastida. Consta, no obstante, la oposición a esta finca, puesta que prefería una casa en la cercana costa. En cualquier caso, prevaleció la opinión de Claudi, y Villa Luz sería conocida por los vecinos como el xalet d´en Claudi.
La casa cuenta con numerosos reflejos de lo que en el momento realizaban los denominados indianos. Era habitual traerse consigo plantas que resultaban exóticas en España, como palmeras, o caña de bambú, de la que en la actualidad aún subsisten ejemplares. También lo era traerse consigo postales con paisajes cubanos, que luego artistas locales reproducían en cuadros que decoraban las estancias, mitigando la añoranza de unas tierras que les habían ofrecido la fortuna de la que disfrutaban. En Villa Luz existen diversos cuadros de estos paisajes. El mobiliario y decoración siguió las tendencias del período a caballo de los siglos XIX y XX, tanto en mobiliario como en cerámicas, decorativas en zócalos, como hidráulicas, de tendencia entre la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Consta de planta baja, con dos salones, cocina y comedor, y un piso con seis habitaciones, conectadas unas a otras por una puerta siguiendo lo que parece una costumbre en estancias cubanas. El jardín, es una representación de la naturaleza dominada acorde con la época, en la que no se puede desdeñar que aún era considerado como una manifestación ostentosa. Ello coronado por un largo parral cruciforme, facilitando los paseos a resguardo del sol.
La casa fue inaugurada en septiembre de 1900, aprovechando la fiesta mayor de Corçà, y no se escatimaron medios: fuegos artificiales, nueva iluminación vanguardista, etc. Ello se vio reflejado en noticia local en la Vanguardia de Barcelona, de fecha 6 de septiembre de 1900, en el programa de festejos: “Por la noche- …El precioso chalet habitado accidentalmente por el propietario del mismo el acaudalado corsanense don Claudio Carbonell estará profusamente iluminado por medio del gas acetileno, que sin duda debe producir un efecto sorprendente”
También fue noticia en el mismo medio el 7 de diciembre de 1905, en las que se informa que los cacos penetraron en Villa Luz.
Durante estos primeros años, Villa Luz fue una casa de veraneo, puesto que fijaron su residencia en Barcelona, hasta que en 1909 Luz Bastida falleció y Claudi decidió retirarse a Villa Luz. El hijo mayor, Jaime, ya no regresaría a la isla, estando por estos años en diversos lugares de Europa, y con aventuras financieras siempre con mal final, incluida la compra en Metz de un castillo en el que cultivó vid para producción vinícola, que entre otras cosas la Gran Guerra, hizo fracasar. Es conocido el malestar de Claudi al recibir cartas de su hijo Jaime, en las que siempre se repetía el mismo patrón de auxilio económico. En 1914 la sociedad que aún tenía en Cuba fue disuelta, al parecer por desacuerdos con el socio que permanecía en Cuba.
En 1907, su hija Conchita, contrajo matrimonio con el abogado y hacendado Jaime Rosich, boda que se celebró en los jardines de Villa Luz. El menú del evento nos muestra las preferencias y prestigio por la cocina francesa, acorde con la sociedad que podía consumirla.
Villa Luz, durante la Guerra Civil, en los episodios finales de la retirada republicana, el 26 de enero de 1939, día en que Barcelona fue ocupada por las fuerzas nacionales, fue requisada como puesto de mando del comandante del comandante del V Cuerpo de Ejército de Ebro, Enrique Lister, en el que permaneció unos pocos días. Los militares ocuparon la planta baja mientras la familia estuvo en el piso superior.
Don Claudi Carbonell, que llevaba años de tranquila y relajada vida, murió en 1941, a la muy respetable edad para la época de 90 años, en Villa Luz, exponente de una época y unas circunstancias que facilitaron un tipo característico de personajes, que emigraron para hacer fortuna desde una tierra que les negaba posibilidades, y lograda ésta regresaron, dejando unas construcciones en las que ostentaban su fortuna, y que acompañaban con el mecenazgo y apadrinamiento de fiestas, iglesias, asociaciones, etc. Villa Luz, al permanecer siempre en propiedad de la familia de Claudi Carbonell, mantiene la sensación de fosilización de unos tiempos pasados, con muebles, decoración, jardín y otros elementos que han permanecido inalterables durante más de un siglo.
Etiquetas: Claudi Carbonell, Cuba, Cienfuegos, indiano, Villa Luz, Corçà, fortuna