Después del terrible impacto que supuso a la economía, al ejército, a la política, a la sociedad…, a todos los sectores de España, la pérdida de las colonias de ultramar en 1898, se abrió en la política internacional, para neutralizar una grave crisis que pudo adelantar en una década la Gran Guerra, una válvula de escape para solucionar en parte los traumas ocasionados. O al menos eso pareció en aquel momento, en que por el Tratado de Algeciras de 1906 se concedió a España el norte de Marruecos para constituir un Protectorado que acabó siendo una bomba de relojería, y que no tardó en ponerse en marcha. La administración de aquel territorio precisaba de eficacia, tacto, diplomacia, dinero, … y más virtudes de las que España entonces carecía, frente a unos rifeños belicosos y con una tradición de indomables.
Ceuta y Melilla eran los dos enclaves principales que España tenía en el siglo XIX en el norte de África, juntamente con otros de menor entidad repartidos por la costa, como las islas Chafarinas el Peñón de Vélez de la Gomera, la isla Perejil, etc. Hemos visto como por motivos de contacto y roces entre españoles y bereberes nativos se produjeron las principales guerras allí sucedidas en 1859- 60 y la guerra de 1897, conocida como de Margallo, justo antes del desastre de 1898, y la pérdida de las colonias de ultramar. A diferencia de la situación española, en el contexto internacional, sin embargo, Francia y Gran Bretaña están en la cúspide de extensión colonial, y Estados Unidos, Alemania, Italia, emergen con gran fuerza, y que juntamente con otros países colonialistas, como Bélgica, Países Bajos, Portugal, están en pugna por imponer sus intereses comerciales, estratégicos y militares a los adversarios reales o en potencia, en todo el mundo, dado que este es el momento en que Europa es más importante y rica como nunca antes había sido. Para dirimir las diferencias entre Alemania, por una parte, y Gran Bretaña y Francia por otra, sobre Marruecos, se celebra la Conferencia de Algeciras en 1906.
Conferencia de Algeciras
En Marruecos, donde un muy débil gobierno no imponía una auténtica autoridad en su propio territorio que quedaba a merced de las potencias europeas, y más concrétamente de Francia, Alemania recelaba de esta influencia, y la visita del káiser a Tánger en 1905 provocó una grave crisis internacional. Las presiones alemanas, y finalmente, el beneplácito del sultán marroquí, llevaron a la celebración de la Conferencia de Algeciras, entre el 16 de enero y el 7 de abril de 1906. La situación estratégica de control del Estrecho de Gibraltar de Marruecos era complicada de gestionar para unas potencias en liza por cualquier motivo, y eran muchos, que significase perder influencias o acceso a las vías de comunicación. Y añadamos que Alemania intentaba buscar motivos de discordia entre franceses e ingleses. De esta manera, no consintiendo Alemania que Marruecos fuera controlado por una sola potencia europea, y mucho menos Gran Bretaña quería que esa potencia solo fuera Francia, se firma el acta en la que se asigna la mayor parte de Marruecos, el sur, a Francia, y la parte norte de Marruecos, a España, lo que en realidad eran “simplemente” “zonas de influencia”. O lo que es lo mismo, la parte más indómita, rebelde, pobre, geográficamente muy inaccesible, y de la que solo unos potenciales beneficios minerales representaban algún interés, correspondió a España. Algo que posteriormente Primo de Rivera sintetizó manifestando a un periodista que aquel territorio no valía un duro. Pero lo que no podía hacer España era no aceptarlo, por una cuestión de prestigio y perder la oportunidad de volver a tener presencia internacional, dándose una nueva oportunidad de restablecer algo de lo perdido en el 98. Además, la cercanía de Marruecos y unos indígenas mal armados y primitivos, muy divididos por ancestrales desavenencias entre las kabilas, no eran adversario sobre el papel para un ejército europeo que aún recordaba lo sucedido en la guerra de 1859-60 en Marruecos.

Desde este momento, y hasta 1912, se produjeron diferentes refriegas y combates en las zonas de influencia, aunque no tuvieron como consecuencia la generalización de la guerra. En estos momentos hay que ubicar uno de los acontecimientos más renombrados por sus consecuencias, los combates librados en el Barranco del Lobo, en la zona de Melilla, y que con la orden de movilización de reservistas, acabaron ocasionando graves sucesos, entre otros los de la Semana Trágica de Barcelona. Sin embargo, en 1911, el caos imperante en Marruecos, que el sultán se veía impotente de solucionar, provocó que éste solicitara la ayuda acordada en Algeciras, con lo que Francia y España comenzaron la ocupación del Protectorado que les había sido asignado, ocasionando de paso la crisis de Agadir, provocada por la presencia de un buque de guerra alemán, que finalmente fue solucionada diplomáticamente. La firma del tratado de Fez entre Francia y España en 1912 establece los límites del Protectorado. Tánger se constituyó como zona internacional, como se ve, todo muy de acuerdo con la realidad del momento, en el que el mundo se organizaba según los intereses de las potencias europeas. Y en 1913 se establece la Administración española del territorio, de 19.956km2 y unos 700.000 habitantes aproximadamente, que regirá su funcionamiento. La capital se situó en Tetuán, ocupada en 1913 con 20.000 habitantes, seguida por importancia por Larache con unos 6.000. Las demás poblaciones eran poco más que aldeas, siendo pues el elemento rural el dominante. La estructura social del protectorado en el Rif es la ancestral en kabilas, tribus, gobernadas por influyentes personajes y que ejercían una dominación unas sobre otras marcando el desarrollo de los acontecimientos posteriores. En cinco zonas o regiones se dividió el Protectorado: el Kert, con 18 kabilas, el Rif con 18, Gomara con 14, Yebala con 11, y occidental con 11 más.
La administración marroquí estaba dirigida por la figura del Jalifa, representante del sultán, cuya función de facto era nula. La realidad era que la autoridad del sultán de Marruecos a pesar de los acuerdos internacionales estaba cuestionada, no ejercía de hecho y el caos era la tónica dominante. Si el sultán poco poder ejercía, su representante en una zona ocupada por una nación extranjera, no podía ser muy diferente, además muy dividida y con una atomización del poder muy enraizada, con una tradición belicosa entre las kabilas e insumisas al poder del sultán. Si a ello añadimos las dificultades climáticas, orográficas y la escasa preparación y competencia del ejército español, el resultado final no podía ser muy brillante. El pago del Jalifa no era barato, y a cargo de España, le costaba 8,5 millones de pesetas (el rey y el resto de la familia real española en 1921, 9 millones), por hacer poco más que nada, pero era una figura imprescindible y simbólica.
La Administración española, militarmente, se dividió en tres comandancias, con sede en Ceuta, Larache y Melilla y civilmente se configuró bajo un Alto Comisario, con diferentes departamentos, de Hacienda, Fomento y Asuntos Indígenas, con unas fuerzas del orden y militares compuestas por los Regulares y la Policía Indígena.
La gestión diaria no podía ser fácil de gestionar dado la misma estructura social del protectorado, en kabilas, muchas veces enfrentadas entre ellas y con un sistema feudal y de vasallaje en vigor, en la que los sobornos a los líderes indígenas se habían de combinar con acciones más contundentes para poder mantener un mínimo de autoridad sobre la zona. Y todo ello en unos momentos en que la política en España carecía de la más mínima estabilidad. Sin entrar en detalles, unos ejemplos lo ilustran perfectamente: entre marzo de 1909 y agosto de 1921, cuando sucedió el Desastre de Annual, hubo 17 ministros de la Guerra (8,8 meses de media), alguno, como el de José Marina Vega, de 16 días. El año 1919 vio en total 5 ministros de la Guerra. Entre 1910 y 1921 hubo 8 presidentes del gobierno, con 8 diferentes alternancias en el poder entre el partido Liberal y el Conservador y decenas de gobiernos y crisis ministeriales. La monarquía ya estaba bajo sospecha antes de Annual, por sus más que posibles intereses en negocios en Marruecos. Desde un buen principio del reinado de Alfonso XIII, en 1902 y 1906, en que salió indemne de dos atentados, (el primero en Francia) y que son el espejo de la lucha social, la violencia y enfrentamientos para solucionar conflictos se hace patente. La cuestión catalana, el pistolerismo empresarial contra sindicalistas, y la respuesta anarquista (más de 400 atentados entre 1919 y 1920 solo en Barcelona), el descontento por la guerra, con la paradigmática Semana Trágica de Barcelona, las huelgas de 1917,…etc, hacen tambalear el régimen de la Restauración, del que poco más se puede ya esperar en 1921, dado que Alfonso XIII está solo preocupado por mantener el trono, y, cuando llegue el momento, no dudará en fomentar y aceptar la dictadura para mantenerse en él. Este clima de inestabilidad crónica en España, y su reflejo en Marruecos llegó a ser descrito en un irónico dicho entre los rifeños: Inglaterra paga, Francia pega, y España ni paga ni pega.

Hemos visto un ejército anticuado y poco efectivo, sobredimensionado en oficialidad, con excesivo protagonismo en la vida social y dividido por cuestiones internas que afectan a la política, con ascensos y condecoraciones por méritos de guerra cuestionados por su número en comparación con los combates, desmoralizado por los sucesos del 98; un reclutamiento del mismo totalmente injusto y que creó resentimiento entre las clases más populares; una endémica corrupción insostenible que mina el funcionamiento militar, y una inestabilidad social y política estructural en España. Y con este entorno, se emprendió una aventura colonial en un avispero, que si tenía algún pretexto solo era el de obtener prestigio. La tormenta perfecta se fue formando poco a poco hasta desencadenarse en el verano de 1921, con resultados funestos y trágicos, para una sociedad que bautizaba las experiencias bélicas como “Desastres”.
Lo que sucedió en Annual tuvo en este calificativo la mejor de las descripciones.
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