La historia olvidada de las personas justas de la guerra civil española

Este artículo pretende dejar unas pinceladas de algunas historias registradas y más conocidas sobre personas justas y alguna otra sobre personajes anónimos que contaron en su entorno cotidiano y que de forma muy modesta pudiera contribuir a la recuperación de la memoria histórica, desde un enfoque que pone de manifiesto la calidad humana de algunas personas, aún en mitad del horror de la guerra.

  

Los procesos históricos tienen sus personajes, a veces mitificados buscando glorificar un pasado, en otras ocasiones enterrando una memoria que podría patrimonializarse como opositora del Estado; muy ocasionalmente se llevan a cabo estudios de procesos históricos desde un enfoque de ensalzamiento de la dignidad, de resistencia a la barbarie. Aunque no tuvieran la capacidad o intención de revertir el rumbo que habían tomado los acontecimientos, sí consiguieron llevar a cabo buenas acciones solidarias, empáticas y humanas con miembros del bando propio o enemigos indistintamente, que nos engrandecen a todos y de las que podemos extraer numerosas lecturas. Aunque algunos de ellos pudieron obtener el reconocimiento que merecían tras el fin de las guerras en las que participaron, la mayoría de las acciones de aquellos hombres buenos, quedaron limitadas a un espacio de la memoria familiar tan difuso como difícil de rastrear, y que generación tras generación van engrosando los episodios de la historia de los olvidados.  

La primera mitad del Siglo XX supuso el triunfo de la barbarie sobre la cordura; entre los numerosos conflictos sociales, guerras y totalitarismos que se extendían por el mundo, en los que la polarización de las sociedades impedía la apertura de oportunidades para el desarrollo de una humanidad de paz y progreso, destaca la sublevación contra el sistema vigente y el consiguiente conflicto civil en España. En una Europa inmersa en los conflictos permanentes, España padeció un cruento enfrentamiento en el que el odio se impuso al entendimiento.

Este artículo pretende dejar unas pinceladas de algunas historias registradas y más conocidas sobre personas justas y alguna otra sobre personajes anónimos que pudiera incentivar la recuperación de la memoria colectiva de la concordia. 

LAS HERMANAS TOUZA
Hermanas Touza. Fuente: La voz de Galicia

Las hermanas Touza, Amparo, Lola y Julia, originarias de la localidad de Ribadavia lograron organizar la huida de numerosos judíos que escapaban del holocausto nazi. Corría el año 1941 cuando pudieron observar a un hombre en el banco de la estación, que les llamó la atención desde el quiosco que regentaban. Les contó que era un judío que había logrado escapar de las garras de los nazis, y que había llegado a ese pequeño lugar donde ya no sabía como continuar. Comenzaron a organizar una de las mejores redes clandestinas de salvación de judíos desde Irún hasta Ribadavia, para intentar la escapada a Portugal, y que contó con la colaboración de los taxistas Xosé Rocha y Javier Mínguez, el intérprete Ricardo Pérez y el barquero del Miño Ramón Estévez.

Isaac Retzmann que consiguió llegar a Nueva York en el año 1943, decidió a principios de los años 60 buscar a las mujeres que le habían salvado la vida para agradecerles. Las hermanas Touza, que llevaban la misma vida ajetreada regentando el bar, nunca habían sacado a la luz ese episodio, que empezó a ser conocido tras las gestiones de Isaac Retzmann. La novela Estación Libertad de Emilio Ruiz Barrachina, y el libro Lola Touza. La Schindler gallega de Vicente Piñeiro González han recogido la vida de las Touza de Ribadavia. 

Un musical para 'las Schindler gallegas' | Diario Sur
Fotogrrafía estación de Ribadavía. Fuente: Diario Sur

Una placa conmemorativa en Ribadavia, y un árbol plantado en el Centro Peres por la Paz de Jerusalem, son los reconocimientos institucionales más destacables, pero el mejor reconocimiento que se les puede hacer es preservar su recuerdo, hacerlo visible y conseguir una patrimonialización de la memoria empática.                                                          

Durante 1937 la Guerra Civil estaba en un punto de máxima confrontación, el gobierno republicano trataba de conservar la franja cantábrica, el levante y Madrid, intentando refundar un ejército regular que se había difuminado en cientos de guerrillas y grupos armados descoordinados entre sí. Los sublevados organizados militar y políticamente en torno a la figura de Franco, habían cambiado la táctica de un final rápido por una guerra de desgaste con represión en la retaguardia. En este contexto aparecen dos figuras del ejército de Franco, que antepusieron su humanidad y empatía a los intereses militares nacionales, poniendo en peligro sus carreras. El comandante Salvador Moreno (futuro ministro de Marina hasta 1946) y el jefe de tiro Manuel Calderón,  prestaban servicio en el crucero Canarias, en esos momentos en operaciones en el cabo Matxitxaco. A ellos se les enfrentó un bacaladero armado, el Nabarra cuyo capitán Enrique Moreno tenía como misión proteger un convoy republicano con un cargamento de pesetas para el gobierno vasco y que no tenía ninguna opción ante el poderoso Canarias. El capitán del Nabarra, que prefirió quedarse en el bacaladero hundiéndose, facilitó a quien lo deseara salir del mismo en una lancha. Una veintena de marineros del bacaladero fueron rescatados por la tripulación del Canarias. Condenados a muerte, intermediaron por ellos ante Franco, tanto el comandante Moreno como Manuel Calderón, que tras jugarse el puesto y apelando a que eran valientes hombres de la mar, como ellos, lograron una conmutación de la pena capital. Cuando terminó la guerra, se ocuparon que nada les faltara a los 20 marineros, colaborando con las familias para que retomaran unas vidas dignas.

Un barco en el agua con humo

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Crucero Canarias. Fuente: tecnología-maritima.blogspot.com

Melchor Rodríguez, de orígenes humildes en Sevilla, construyó para sí una ideología que fusionaba el humanismo pacifista con los principios anarquistas, que sentía como herramienta al servicio de la erradicación de la miseria que le rodeaba. Cuando se sublevó una parte del ejército contra el gobierno republicano, estalló la cruenta guerra, y a Melchor Rodríguez le encomendaron dirigir las prisiones de Madrid. Al comprobar las masacres que se estaban llevando a cabo en las cárceles, presentó su dimisión, pero ante las protestas diplomáticas por tales hechos, fue repuesto en el cargo. En diciembre de 1936 arriesgó su vida para salvar a cientos de prisioneros en Alcalá de Henares. Entre los rescatados de una muerte segura, destaca el teniente general franquista Muñoz Grandes, Raimundo Fernández Cuesta o los hermanos Luca de Tena. Luchó contra las prisiones ilegales que se extendían por Madrid, y contra las ejecuciones arbitrarias que se sucedían de forma cada vez más frecuente. Esta actitud le acarreó enemistades con personas influyentes del bando republicano, que le cesaron en 1937 y no sirvió para evitar que fuera encarcelado durante seis años, a pesar del testimonio de muchos a los que había salvado a su favor, al término de la contienda. Cuando alcanzó la libertad, vivió de forma modesta rechazando los favores que le ofrecieron. A su funeral en 1972 acudieron tanto militantes anarquistas como franquistas, constituyendo un caso insólito durante la dictadura. Sobre su vida hay publicadas varias investigaciones, como la de G.A. de Izaga, Los presos de Madrid, Imprenta Martosa, 1940 (pp. 278-284 ), G. Cabanellas, El señorío del Anarquista: Melchor Rodríguez, en Historia y Vida, nº 84 (pp. 112-119). Alfonso Domingo dedica en su novela, El Ángel Rojo, un argumento de ensaltación de los principios en medio del horror, en torno a su figura.

Melchor Rodríguez García | Caminando por Madrid
Melchor Rodríguez García «El Ángel Rojo»

Contamos con testimonios en nuestro país de profesionales que siguieron dedicando sus esfuerzos y conocimientos al servicio de la humanidad para paliar la masacre, como el médico canadiense Norman Bethune, pionero en los métodos de transfusión de sangre, que salvaría a numerosos heridos de la muerte por choque circulatorio debido a hemorragias, destacando su actuación con una de las primeras unidades médicas móviles de transfusión conocidas, en el bombardeo a civiles que escapaban por la carretera de Málaga a Almería. 

Foto en blanco y negro de un hombre y una camioneta

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Norman Bethune con la enfermera en una unidad adaptada para transfusiones sanguíneas. Fuente: culturandalucia.com

En Málaga, también durante la Guerra Civil, el cónsul de México en la ciudad, Porfirio Smerdeu, de ideología liberal y profundas convicciones cristianas, habilitó instalaciones para refugiar en principio a militantes de la derecha, contra las matanzas que se llevaban a cabo contra ellos al estallar el conflicto; pero tuvo que lidiar también con los exaltados seguidores de Queipo de Llanos, pues tras conseguir calmar los ánimos iniciales, con la colaboración de dirigentes socialistas y comunistas de la ciudad, y tras la toma de esta por el general nacional, comenzó a refugiar a republicanos en las instalaciones del consulado también. Salvó cientos de vidas de ambos bandos. 

El 'Schindler' malagueño ya tiene su película | Diario Sur
Porfirio Smerdeu. Fuente: Diario Sur

La gran esperanza de conseguir una humanidad empática que luchaba contra el verdadero enemigo de esta, el odio, la encontraríamos en estos años de extrema violencia, en los miles de personajes anónimos, que apenas dejaron testimonio escrito de su apuesta por la bondad, pero sí una huella imborrable en las vidas que ayudaron a salvar. Ahí encontramos a Ana Rodríguez y su marido José Cañamares, que con su pequeño negocio hostelero en los alrededores de Llerena, consiguieron esconder a un puñado de vecinos de ambos bandos salvándoles de muertes seguras y arriesgando las suyas propias.

Mariano Rodríguez Laborda, afiliado al Sindicato del Ramo de la Piel de UGT, trabajador de la empresa Loewe, cuyos talleres en Madrid fueron incautados para fabricación de material para el ejército republicano,actuando como comisario político del sindicato, arriesgó su vida firmando salvoconductos para que numerosas amistades, vecinos, y conocidos de ideología conservadora pudieran escapar del Madrid republicano para ponerse a salvo. 

M. Sanz, futbolista del Atlético Aviación, contaba mientras acompañaba a diario a su mujer a un centro de día para enfermos de alzhéimer en Madrid, que había podido rehacer su vida gracias a los contactos que le salvaron de morir en “los almendros” de Alicante. Tras la guerra había conseguido estabilizar su vida, lo que le permitió a su vez ayudar a otros conocidos que habían corrido peor suerte. Rezumaba humanidad, empatía y tristeza por lo que había vivido en su juventud, pero nunca se le escucharon palabras de odio hacia nadie.

ERNESTO SEMPERE BENEYTO, REPUBLICANO liberal-conservador, ingeniero y  combatiente ANTIFASCISTA, fue FUSILADO por los franquistas en Ciudad Real  en 1940 | RecueRda RepúBlica, documento memoria

El profesor Octavio Ruiz Manjón publicó en 2016 el libro Algunos hombres buenos: Historias de mujeres y hombres que pusieron la justicia por encima de las ideologías durante la Guerra Civil. En él selecciona catorce historias de militares, sindicalistas, políticos, religiosos, intelectuales, bastante conocidos la mayoría, de todo el arco ideológico que formó parte de uno u otro bando en la Guerra Civil, y que intentaron no sucumbir al odio, mostrando siempre humanidad y respeto por la vida, por encima de convicciones ideológicas. En su obra relata como Ernesto Sempere Beneyto, un ingeniero industrial de profesión y ayudante de Obras Públicas en la Diputación Provincial de Ciudad Real, activista político por el republicanismo,  y militante de Unión Republica la opción moderada, de carácter centrista. De profundas convicciones católicas, salvó de fusilamientos y castigos sumarios a falangistas, palió las duras condiciones de presos cedistas e intercedió por la vida de numerosos vecinos de su entorno, que se encontraban en una difícil situación en la retaguardia republicana. Parece que se afilió al PCE para esquivar las sospechas que sobre él recaían de colaboracionista con el bando nacional. De nada sirvieron algunos testimonios en el juicio de falangistas a los que había ayudado, tras el final de la guerra. Parece que hubo prisas por ejecutar una pena de muerte que estaba en trámite de ser conmutaba por una cadena perpetua. Su finca agrícola fue inmediatamente confiscada por sus acusadores y su familia sufrió también represión y exilio. 

El artículo de Oscar Bascuñán Añover, Otro hombre bueno: historia de un republicano que protegió a personas en peligro durante la Guerra Civil , en Cuadernos de Historia Complutense de Madrid, ahonda en la figura de este hombre justo.

La Historia no es inevitable, según Julián Marías hay margen para que la actuación de personas de consenso consiga una oportunidad a la paz. Piensa que la Guerra Civil pudo evitarse, pues la sociedad no se dividió en dos bandos claramente diferenciados desde el primer día, ni tampoco estaba condenada a la masacre y el fracaso.  

La difusión de relatos, la recuperación de memorias familiares, la divulgación de investigaciones, artículos, novelas, cartas y todo aquel material que pudiera servir a la construcción de un patrimonio de la concordia y los principios humanos, pudiera ser un camino para retomar la senda del entendimiento y el respeto, como corresponde a sociedades democráticas y que progresan de forma pacífica. 

“El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, sino el que pudiendo ser injusto no quiere serlo”. Meandro de Atenas.

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2 comentarios

  1. Un enfoque poco habitual de este proceso histórico. Enhorabuena por el artículo, original, bien redactado y documentado. Las referencias a las distintas fuentes a lo largo del artículo como parte de él, es un recurso escaso en este tipo de publicaciones, aunque puede sentar un precedente.

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