La implosión del régimen de la Restauración se produjo en las tristes, lamentables, y también vergonzosas jornadas de julio y agosto de 1921 en la Comandancia de Melilla, momento y lugar en que encontraron la ineptitud de Silvestre y la astucia de Abd-el Krim. Unos acontecimientos que no fueron una derrota, puesto que las tropas fueron víctimas de la incompetencia de su mando, que mostró prepotencia y menosprecio sobre el enemigo, menoscabo e indiferencia con su Estado Mayor y superiores, y desprecio e inconsciencia sobre el estado de sus subordinados. Sus negligentes decisiones llevaron al Desastre militar de España por excelencia, a costa de miles de vidas. Nos centraremos en los hechos ocurridos hasta el día 22 de julio, tradicionalmente establecido como el inicio del Desastre.
Los ingleses en Insadwana 1879 y los estadounidenses en Little Big Horn en 1876, sufrieron dos grandes derrotas frente a nativos irregulares (aunque los zulús estuvieran bien estructurados como un ejército) que les superaban en número de manera abrumadora. Italia, en Adua en 1896, también sufrió una gran derrota, frente a los nativos poco organizados en algo parecido a un ejército, que les superaban en 6-7 a uno, en un avance mal planificado y que dio lugar a una retirada desordenada, y que provocó protestas y la caída del gobierno. Todas tienen en común que fueron derrotas humillantes de ejércitos occidentales, pero al menos fueron batallas en las que los oponentes eran muy superiores en número. Lo ocurrido en Annual no fue una batalla. Unos cuantos combates localizados en puntos fortificados, que se convirtieron en ratoneras, mostraron la gravedad del imprudente avance de Silvestre y fueron el detonante de una retirada que muy pronto se convirtió en desbandada. Y es que si Silvestre avanzó mal, no podía esperarse que la maniobra de retirada, para cualquier ejército la más difícil, pudiera realizarse bien. Su muerte en el mismo principio de la retirada descabezó a las tropas, y aunque lo más probable es que se suicidara, el hacerlo abandonándolas a su suerte, no fue la más acertada, pero después de todo lo ocurrido no debe extrañarnos. Vayamos por partes.
Hemos de centrarnos en lo que ocurrió en la zona del Rif, la parte del Protectorado vecina de Melilla, con unos 280000 habitantes repartidos en 24 cabilas. Zona montañosa de escasos recursos, de insuficiente agricultura, era motivo de disputas frecuentes entre las cabilas por obtenerlos. Muchos rifeños, con la explotación de recursos minerales, trabajaron para las empresas españolas y francesas, allí establecidas, dando beneficios a los líderes de las cabilas. Otros, se incorporan a los Regulares o la Policía Indígena. La compra de las voluntades de los líderes rifeños por parte española no siempre daba los resultados esperados, y favoreció que hubiesen rencillas entre ellos. Guerreros indomables, a los que el propio Marruecos jamás controló del todo, tenían asimismo sus particularidades culturales, idiomáticas y religiosas. La cabila más numerosa e importante, y guerrera era la de los Beni Urriaguel, establecida en la zona de la bahía de Alhucemas. A esta cabila pertenecía Abd-el- Krim, hijo del líder de la misma y que a la muerte de su padre, le sucedió. Abd-el-Krim estudió bachillerato en Melilla, realizó estudios islámicos en Fez, y también en la Universidad de Salamanca. Trabajó para la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas de Melilla y para el períodico el Telegrama del Rif . Después de diversos problemas con la justicia, acusado de espionaje a favor de Alemania durante la Gran Guerra, en 1920 estaba en su cabila establecido como cadí. Llegados a este punto, vemos que, si bien la división de las cabilas impedía formar una gran oposición a España, esta misma división creaba un inestable escenario, en el que los combates nunca podían ser decisivos. Abd-el-Krim, consciente de esto, y con la idea que posteriormente ejecutó con la creación de la República del Rif, se halló con que Silvestre le ofrecía la posibilidad de unir las cabilas, siempre enfrentadas, contra un común enemigo, al que poder vencer, con su avance por el Rif. No podemos olvidar que Abd-el-Krim conocía de primera mano la situación española en Marruecos y la opinión pública sobre la guerra, y supo sacar partido en el momento preciso de esos conocimientos. Qué mejor oportunidad para la unión de las cabilas que una victoria militar sobre un enemigo común. Es difícil aquí no encontrar paralelismos con lo ocurrido con Arminio y los romanos en el año 9 dc en Teotoburgo, cuando consiguió unir a todas las tribus germanas, y vencerlos en un terreno propicio y conocido para él, durante varios días en una marcha trágica que provocó diversos combates donde los romanos siempre estaban en desventaja al no poder desplegarse las legiones en terreno boscosa y estar sorprendidos en una larga columna de marcha, algo que Arminio sabía por haber sido educado con los romanos y en su ejército, como rehén.
Mapa de la operaciones del ejército en la zona de Melilla en 1921. Archivo del Ejército
Manuel Fernández Silvestre, tenía 49 años en 1921. Nacido en Cuba, donde estaba destinado su padre, teniente coronel de artillería, ingresó a los 17 años en la Academia General Militar y posteriormente en la de Caballería, participando en la guerra de Cuba. Siguió ascendiendo hasta ser nombrado general de brigada en 1913, y en 1915, Ayudante de Campo de Alfonso XIII. En 1918 fue ascendido a general de división, y en 1919 comandante general de Ceuta. Finalmente, el 12 de febrero de 1920, Silvestre llega a Melilla como nuevo comandante general. En ese momento, desde 1919, era Alto Comisario en Ceuta y su superior, el general Berenguer.
Berenguer visita Melilla a los pocos días de la llegada de Silvestre, y se preparan los planes de avance que son presentados en Madrid en marzo e iniciados en mayo. El plan parece razonable y posible, ya esbozado con anterioridad a Silvestre, por el general Gomez Jordana, pero difícil de realizar por las circunstancias adversas: avance desde Melilla hacia el oeste, pactando, comprando o eliminando la resistencia de las cabilas a su paso, y volviéndolas contra los Beni Urriaguel, hasta la toma de Alhucemas, centro de la cabila liderada por Abd-el-Krim, la más influyente y combativa, lo que en la práctica significaba la pacificación del Rif. Para ello, se va avanzando de forma paulatina, desde mayo de 1920, estableciendo posiciones por la única vía existente, alargando las comunicaciones desde Melilla, de forma que éstas se transforman en menos habituales, peligrosas e insuficientes. En 11 meses se alarga la línea 130 km, con muy pocos incidentes y bajas, con la aprobación de Berenguer y el Ministro de la Guerra. Annual es tomada el 15 de enero de 1921, a uno 60 km al oeste de Melilla, estableciéndose como lugar campamental, teniendo como base de suministros a Ben Tieb, a unos 20 km en dirección a Melilla En este momento Abd-el-Krim, líder de la cabila de los Beni Urriaguel, advirtió que no se traspasara el río Amekran. Esto era una invitación a Silvestre a cruzar el río, ya en tierras de los Beni Urriaguel, que el general, como no, más tarde aceptó y realizó: “Este hombre, Abd-el-Krim, es un necio. No voy a tomarme en serio las amenazas de un pequeño caíd beréber a quien hasta hace poco había otorgado clemencia. Su insolencia merece un nuevo castigo”.
Los soldados muestran los trofeos alcanzados después de una noche de cacería de ratas en una posición (Foto Elías Río)
Poco a poco se van ocupando posiciones y alturas, entre ellas Izumar. En marzo, Sidi- Dris, una posición en la costa, es ocupada con la ayuda del cañonero Laya.
Todas estas posiciones de mayor envergadura estaban apoyadas por un gran número de fortificaciones de diverso tamaño, los blocaos, desde la que se protegían los lugares más importantes. El hecho, pero, es que esto dispersó en numerosos y descoordinados puntos las tropas en una distancia demasiado larga que dependía de una sola vía de comunicación. Las funciones de las tropas españolas eran de guarnición desde hacía un tiempo, en los que la responsabilidad de los enfrentamientos la llevaban los Regulares y la Mia (unidad de policía indígena), evitando así las bajas de soldados que no eran bien recibidas por la opinión pública española.
Los blocaos, de diverso tamaño, hasta de dos compañías de capacidad, eran fortines de madera y sacos terreros, con aspilleras para disparar, y con el techo cubierto, y rodeados de alambrada. Situados en altura, dominaban un sector que debían proteger. Los blocaos se convertían en hornos en los que se amontonaban los soldados, en un ambiente sanitario deficiente, con suministros precarios y alimentación escasa e insuficiente, con aguadas a distancias excesivas y desprotegidas, con lo que cualquier ataque convertía las posiciones en ratoneras. La alimentación, no solo era escasa y deficiente, sino absolutamente desaconsejada para el clima de la zona, al basarse en latas (muchas de sardinas, que aumentaban la sed) y legumbres, que necesitaban para su elaboración del elemento menos abundante, el agua. Unos pocos rifeños podían sitiar un blocao que en poco tiempo necesitaría hacer aguada, obligando a unas salidas en su busca suicidas, en la que cayeron muchos soldados. El interior de los blocaos no estaba en absoluto acondicionado para tantos hombres en tan poco espacio conviviendo, durmiendo, comiendo y teniendo que hacer las necesidades fisiológicas en el interior cuando se producía un ataque. Las chinches, ratas, piojos, junto con la falta de higiene por la poca agua y la mala alimentación, hacía crecer el número de enfermedades y que se mantuviera un estado de estrés permanente, al practicar los rifeños tiroteos nocturnos que impedían practicar el sueño. Si bien la mayoría de los soldados provenía en aquella época del medio rural español, donde la vida era dura per se, en África sin duda lo era mucha más, no solo por las condiciones naturales, sino, claro está, por estar en situación de conflicto. Al ser cualquier salida de la protección del blocao un peligro por estar a tiro de los francotiradores rifeños, los “pacos” (así llamados por el ruido del disparo), unos pocos francotiradores podían sitiar una posición con número superior de soldados y mantener un cerco que debían romper al tener que hacer aguada. Añadamos unos sistemas de comunicación precarios y deficientes sobre el estado real de lo que ocurría, abastecimientos peligrosos e intermitentes, y veremos que este sistema era un castillo de naipes esperando caer en cualquier momento.
El lugar donde se ubicaban los campamentos que conforman la posición de Annual era un valle que tenía unos 5 km, hasta el río El Kevir, y ocupando unas 400 ha en unas pequeñas lomas comunicadas entre sí por caminos: Campamento General, del Regimiento Ceriñola nº 42, con artillería y parapeto y alambrada; segundo Campamento, con los Regulares Melilla nº 2, sin parapeto y sin casi alambrada; y el tercer y último campamento, con el Regimiento Africa nº 68, y al igual que el anterior, sin parapeto y sin casi alambrada. El día en que se inicia la retirada, se hallaban en él unos 5000 hombres. Todo ello rodeado de lomas y colinas que circundándolo, son de obligada ocupación para su defensa, así como para la del camino que se dirigía a Melilla, única vía de comunicación con la Comandancia. Estaba pensado como una base campamental, desde la que dirigir incursiones, marchas, y avances, pero no como una fortificación para resistir un ataque.
Silvestre en su marcha a Alhucemas, ordena pasar el río Amekran, límite que significa la línea roja del avance, y que desencadenó los acontecimientos sucesivos tras un período de relativa tranquilidad.
El 1 de junio llegó a Annual desde Melilla el general Silvestre, y este mismo día, a primera hora de la mañana, se ocupa Abarrán, una colina situada a unos 15 km por una vía tortuosa y estrecha, desde Annual, y en el margen izquierdo del río Amekrán, a unos 2 km del mismo y única aguada disponible para la tropa allí establecida. La ocupación y fortificación se precipitó al tener noticias del acercamiento de una harca (hueste, o grupo armado tribal) de los Beni Urriaguel, de varios miles de hombres, y que amenazaban a la cabila de los Temsamán. La columna era mandada por el comandante Villar, y consistía en unos 1500 hombres, entre nativo y españoles, más algunos cabileños de los Temsamán, así como 4 piezas de artillería. Aquí surgen los primeros problemas graves, puesto que la colina no disponía de piedra para ser fortificada, el agua estaba alejada y, lo más sorprendente e indignante, es que los sacos de tierra estaban podridos y por tanto inservibles, con lo que los zapadores tuvieron dificultades para parapetar. El aislamiento y la mala vía de comunicación con Annual hacía complicado el envío de refuerzos en caso de ataque. La colina se fortifica inmediatamente, aunque de forma precaria, a la vista ya de cabileños hostiles. Villar decide dejar una guarnición, y con el resto retornar a Annual. Quedó una guarnición de unos 250 hombres, la mayoría nativos y la harca Tensamán. Si bien los suministros y alimentos podían durar una semana, el agua era solo la de las cantimploras individuales. Como hemos indicado anteriormente, estas posiciones, que quedaban rápidamente rodeadas, exigían salidas para su avituallamiento, y el suministro del exterior se debía hacer con mulos, bajo fuego enemigo. El ataque se inició nada más quedar sola la guarnición acordada, y mientras se retiraba la columna de vuelta a Annual, oyéndose los disparos de ametralladora de los rifeños, (los españoles carecían de ellas) dada la cercanía en la que aún se hallaban. La harca Tensamán, ante la superioridad enemiga se cambia de bando y arremete a los españoles, y al poco hacen lo mismo algunos de los miembros de la Policía Indígena y los Regulares. No siendo posible la resistencia, se ordenó el abandono de la posición, mientras se consiguió inutilizar tres de los cuatro cañones. La columna del comandante Villar, no intentó ningún auxilio aun estando tan cerca. En pocas horas se ocupó y perdió Abarran. Sidi Dris, en la costa, es atacada al día siguiente, si bien consiguió resistir, estando aquí el comandante Benítez, que mandará posteriormente la posición de Igueriben. La noticia de la caída Abarran se difunde entre las cabilas y se multiplican los ataques a las dispersas tropas españolas.
A la vista de todo ello, se ocuparon varias posiciones por parte española en las cercanías de Annual a partir del tres de junio: Talalit, y las posiciones Intermedias A y B, y el 7 de junio, se la colina de Igueriben, que dominaba la zona del campamento de Annual, dejando una guarnición de 350 hombres y cuatro cañones, que después de algún relevo quedó al mando del comandante Benítez. Igueriben tenía todos los problemas e inconvenientes que hemos visto hasta ahora: sin agua, comunicaciones tortuosas y difíciles, y además, agravados porque la posición y el camino de acceso estaba dominada por otra colina, la Loma de los Árboles( el nombre viene dado por haber unos pocos árboles en la cima). Consta la búsqueda al principio de la construcción de la posición de aguadas más cercanas y la construcción de pozos, sin resultado. El hecho, es que cada día se ocupaba y desocupaba la Loma de los árboles para proteger el acceso de los suministros con tropas de la vecina Buimeyal. Se desconoce el motivo por el cual se procedía así, hasta que el 14 de junio los rifeños la ocupan y atacan tanto a Buimeyal como a Igueriben, retirándose después de horas de combate. El 16 de junio, un tiroteo sorprende a la policía indígena que iba a ocupar la Loma de los Árboles. Con el apoyo de tropas de Annual, se desaloja a los rifeños y se aprovecha para abandonar la posición de Buimeyal. Nuevamente, y de forma inexplicable, la Loma de los Árboles fue abandonada por los españoles y luego, fortificada por los rifeños, cesando los combates por el momento y recuperando la posición de Buimeyal. Así, alrededor de Annual había numerosas alturas fortificadas, en las que entre 120 y 350 hombres aproximadamente las protegían, que los atacantes podían batir muchas veces por separado, escogiendo el objetivo, y no teniéndose claro el mantenimiento de la ocupación de algunas de ellas.
El 17 de julio se inició el asedio de Igueriben, con numerosos combates y el intento de una columna de suministros de entrar en la posición, que se saldó con decenas de bajas y la práctica pérdida del agua al ser agujereadas las barricas de madera en las que era transportada. Los mulos del convoy, fueron abandonados entre la alambrada y la fortificación dado el peligro que significaba para el convoy regresar con ellos. Esta fue la última vez que los defensores de Igueriben tuvieron agua, excepto unas pocas cantimploras que los regulares consiguieron entrar. En el ataque nocturno producido esa noche, los mulos resultaron todos muertos, dado que algunos fueron alcanzados por el tiroteo, y otros se lanzaron contra las alambradas y a fin que no produjeran más destrozos, los mulos que sobrevivían fueron rematados, con lo que a pocos metros del perímetro yacían numerosos mulos que con una temperatura de 55º a las pocas horas se hincharon y estallaron, produciendo una vomitiva pestilencia, al haber colocado la alambrada excesivamente cerca del parapeto.
Los siguientes días el ataque se reanudó, convirtiéndose la situación en cada vez más desesperada por la falta de agua sobre todo, y la ya escasez de municiones, haciéndose desesperadas peticiones de auxilio al campamento de Annual que fracasaba en los intentos de introducir suministros. Los defensores de Igueriben bebieron tinta, colonia y sus orines suavizados con azúcar, mientras ya casi habían agotado los cañones sus municiones, una pieza de artillería enemiga abrió fuego, y uno de los disparos impactó en la tienda de los heridos con la consiguiente carnicería. Desde Annual también se abrió fuego de cobertura en los alrededores de la posición.
El día 20 llegó a Annual el general Navarro, que viviría el episodio de Monte Arruit, y Silvestre se hallaba en Melilla, donde reclutó el máximo de tropas disponibles, incluidos oficinistas y de logística, soldados de servicios y de mantenimiento.
Mientras tanto, uno de los mensajes que el comandante Benítez mandó a Annual decía que sus hombres «… se ahogan con el hedor de los cadáveres; la pestilencia y carencia de agua hace mortales las heridas y conclúyense las municiones.»
Por la mañana del día 21 de julio, el general Navarro intentó el último y gran esfuerzo para liberar la posición de Igueriben, y, a su vez, Silvestre partió de Melilla a Annual con todos los soldados que había podido reunir. Navarro coordinó un ataque de dos columnas, una bajo las órdenes del coronel Morales (tomar la Loma de los Árboles) y la otra del coronel Manella, ( tomar las alturas de la izquierda para protección del camino) con prácticamente todas las fuerzas disponibles, y tras una preparación artillera. El ataque se manifestó inútil, dada la resistencia ofrecida por los rifeños, y según el general Navarro la falta de espíritu combativo de las tropas. Antes de empezar el ataque mandó un telegrama al Comandante General en que lo ponía de manifiesto: «… [el espíritu de las tropas] no es todo el necesario para compensar la debilidad … me creo en el deber de exponer la desconfianza de no conseguir el objetivo … [y espera órdenes sobre] si verifico el convoy o preparó la evacuación de Igueriben.».
Esta pintura de Ferrer-Dalmau muestra la entrada del convoy del 17 de julio a Igueriben. Nótese las alpargatas de calzado, las barricas agujereadas perdiendo agua, y sobre todo la poca distancia que había entre el parapeto y la alambrada, lugar donde se abandonaran las acémilas y que una vez muertas convirtieron el ambiente en pestilente.
A mediodía, llegó Silvestre a Annual, observando la retirada, cuando desde Igueriben, Benítez mandó un mensaje sobrecogedor: «parece mentira que dejeis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros.». Las emociones empezaban a pesar más que los razonamientos pues al recibirlo Silvestre quiso realizar una carga de la que se le persuadió para que no la hiciera, mandado un mensaje de autorización para rendir Igueriben, a lo que Benítez contestó que «los oficiales de Igueriben mueren pero no se rinden.» .
El fracaso del ataque y el no poder cubrir con fuego de artillería de protección a la posición de Igueriben, obligó a una batería que prestaba apoyo, a replegarse hasta Izumar. Por la tarde, las tropas más cercanas a Igueriben, se retiran, a Annual y Benítez remite el siguiente mensaje a Silvestre: «Nunca esperé recibir de V.E. orden de evacuar esta posición, pero cumpliendo lo que en ella me ordena, en este momento, y como la tropa nada tiene que ver con los errores cometidos por el Mando, dispongo que empieze la retirada, cubriéndola y protegiéndola debidamente, pues la oficialidad que integra esta posición, conscientes de su deber, sabremos morir como mueren los oficiales españoles.».
Después de organizar la retirada, mandó otro mensaje, último: «Solo quedan doce cargas de cañón, que empezaremos a disparar para rechazar el asalto. Contadlos, y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros, pues moros y españoles estaremos revueltos en la posición.»
La retirada fue acompañada del asalto rifeño y solo un sargento y 14 soldados consiguieron alcanzar Annual. De ellos, cuatro fallecieron después de beber demasiada agua. Solo un soldado y el tte. Casado, dado por muerto, fueron hechos prisioneros. Casado fue quien después de 18 meses prisionero, hizo un informe de la defensa y caída de Igueriben. Que quedara con vida no fue visto bien por algunos oficiales. Fue fusilado el 23 de julio de 1936 por no sumarse al golpe de estado.