El 14 de agosto de 1385 tuvo lugar una de las batallas más recordadas en Portugal marcando un antes y un después en las relaciones con el reino de Castilla: La Batalla de Aljubarrota. En esta batalla el ejército portugués, con ayuda inglesa, consiguió una gran victoria, derrotando a un ejército numéricamente mucho mayor (como era el de Juan I de Castilla) . Este acontecimiento tuvo consecuencias no solo sobre la Península Ibérica, sino también a nivel internacional, influyendo en la Guerra de los Cien Años.
Entre los antecedentes a la batalla se encontrarían los acontecimientos surgidos entorno a los años 1383 y 1385, época de la crisis sucesoria en Portugal.
El rey Fernando I de Portugal, conocido como El Inconsciente por su desastrosa política exterior (perdió 3 guerras seguidas con Castilla, las conocidas como Guerras Fernandinas), convirtió el nacimiento de su hija Beatriz en la baza para llegar a la ansiada paz con el reino castellano. Por el Tratado Salvaterra de Magos, del 2 de abril de 1383 se firmaron las capitulaciones matrimoniales de su hija con el rey Juan I de Castilla. Se dispuso que si Fernando I moría sin herederos varones, la corona pasaría a su hija Beatriz, y su marido se proclamaría rey de Portugal. Para no mezclar ambos reinos se decidió que la viuda de Fernando I, Leonor Téllez (rechazada por el pueblo y parte de la nobleza portuguesa) permanecería como regente de Portugal hasta que el primer hijo de Beatriz llegase a la mayoría de edad momento en el que asumiría el título de rey de Portugal. Si Beatriz moría sin hijos la corona pasaría a su esposo a través del hijo de este, Enrique.
El 22 de octubre de ese mismo año moría Fernando I sin heredero varón.
Sepulcro de Juan I de Castilla
Una parte de la nobleza del país (la mayoría hijos segundos o bastardos) junto a los burgueses adinerados estaban en contra de que el rey de Castilla se proclamase rey de Portugal, pues veían en esto una forma de sumisión y la pérdida de independencia de Portugal a favor de Castilla. Por este motivo organizaron una resistencia en torno a Joao, Maestre de Avis, hijo natural del rey Pedro y hermanastro de Fernando I, oponiéndose además a la regencia de la reina viuda. Todo esto generó una rebelión popular, produciéndose un levantamiento en Lisboa apoyado por la burguesía que se extendió por varias provincias del país que provocó la huida de la reina Leonor y de la corte (que se refugiaron en Santarem, donde la monarca pidió ayuda a su yerno Juan I de Castilla). A su llegada, Juan I obligó a la reina Leonor a firmar su renuncia como regente proporcionándole así el gobierno del país. Esta jugada por parte del rey castellano sirvió al Maestre de Avis para justificar su revuelta pues el Tratado de Salvaterra de Mago había sido roto por el lado castellano.
Portugal se dividió en aquellos que estaban a favor de la rebelión, entre los que se encontraba la pequeña nobleza junto a los burgueses adinerados, que además contaban con el apoyo del pueblo, y por otro lado la aristocracia y el alto clero que se mantenía fiel a la regente y, por ende, al rey de Castilla.
En 1384 las tropas de Juan I de Castilla invaden por primera vez Portugal, cercando la ciudad de Lisboa. El cerco duraría desde mayo hasta septiembre, momento en el que el rey decide retirarse hacia Castilla debido principalmente a un brote de peste. Esta epidemia tuvo su origen en el campamento castellano, trayendo una alta mortalidad entre los soldados y entre los altos mandos del ejército (hecho que dejará huérfano de mando con experiencia al ejército de Juan I y que repercutirá en el desenlace de la batalla de Aljubarrota).
Esta retirada fue celebrada tanto por el Maestre de Avis como por su condestable Nuno Alvares Pereira, responsable militar de la resistencia y más tarde de la Batalla de Aljubarrota.
Joao I de Portugal
En Abril de 1385, en una asamblea celebrada en Coimbra se declaró ilegítima a Beatriz y el Maestre de Avis fue nombrado rey de Portugal con el nombre de Joao I. En julio de ese año el rey castellano, que no aceptó el dictamen, volvió a invadir Portugal con la intención de asediar nuevamente Lisboa. En ningún momento quiso entablar batalla pues, al contrario que el ejército portugués, sus tropas ,tras recorrer una larga distancia, se encontraban debilitadas y muy cansadas. Joao I decidió interceptar a las tropas castellanas en un punto medio pues ,al contrario que su adversario, su intención desde el primer momento era entablar batalla.
El 12 de agosto las tropas castellanas llegaron a Leiria donde asentaron su campamento.
El 13 de agosto era domingo y como era habitual en la Edad Media, no se combatía, lo que fue aprovechado por el condestable Nuno Alvares para explorar el territorio que separaba ambos bandos. De esta forma eligieron el mejor lugar para la batalla que se celebraría el 14 de agosto, instalando sus tropas en el Planalto de San Jorge.
De la batalla se tiene una gran información gracias a numerosas fuentes que nos han llegado hasta nuestra época como son los escritos de Pedro López de Ayala, las crónicas de Jean Froissart e incluso del propio rey castellano., además de las investigaciones arqueológicas en la zona donde se produjo dicha batalla (donde actualmente se encuentra el Centro de Interpretación de la Batalla de Aljubarrota, CIBA).
El ejército castellano al llegar al pueblo de Jardoeira y ver las primeras posiciones ofensivas portuguesas decidió evitar el combate directo, dando un rodeo para llegar hasta la Explanada de Chao da Feira. Esta maniobra duraría unas 4 horas, lo que acentuará el cansancio de las tropas.
Tras esta maniobra el ejército portugués, que contaba entre sus filas con soldados ingleses muy experimentados, decidieron girar e invertir su frente en sentido N-S.( unos 2 km) llegando a la segunda posición y facilitando la preparación de la estrategia que iban a llevar a cabo contra el enemigo. Se tiene constancia que el ejército portugués llegó sobre las 15:00 y la hora de la batalla fue sobre las 18:00, momento en que atacó el ejército castellano, durante este intervalo de tiempo y habiendo instalado su campamento en donde hoy se encuentra la Ermita de San Jorge, el ejército de Nuno decidió cavar alrededor de está un gran foso (no muy profundo) de unos 182 metros y otro más pequeño , además de las Covas de Lobo (trampa defensiva formada por un pozo de unos 2 metros de profundidad y unos 1,5 metros de ancho en cuyo fondo se colocaba una estaca afiliada y se camuflaba con una cubierta de tierra para no ser vista ) que servirían de sistema defensivo y causaría desconcierto al enemigo.
Por fuentes de la época se sabe que en el campamento castellano se convocó un consejo para decidir si se iba a batalla ese día o no. Los más veteranos (que eran pocos pues la gran mayoría había muerto meses antes por peste en el asedio a Lisboa) no querían ir, argumentando el cansancio de los hombres y que no se había realizado ningún reconocimiento del terreno, sin embargo los más jóvenes (inexpertos pero deseosos de entrar en batalla) se impusieron pensando que iba ser una victoria fácil,al ser su ejército mucho más numeroso, tomándose finalmente la decisión de luchar.
A través de dichas fuentes también se ha llegado a la conclusión de que el rey se encontraba muy enfermo desde hacía varios días (se supone que sufrió paludismo) y que no pudo participar en las decisiones sobre la batalla. Esta precipitación del ataque castellano-francés no tuvo en cuenta varias circunstancias que finalmente les llevaría a la derrota.
Covas de lobo
Cuando tuvo comienzo la contienda gran parte de las tropas castellano-francesas no habían llegado a la explanada debido a que la columna de marcha era muy estrecha, pudiéndose pasar solamente de 2 en 2, por lo que entre la cabeza y el final de la columna había unos 20 Km. De esta forma, aún siendo el ejército castellano muy superior, cuando se produjo la batalla las fuerzas estaban muy igualadas.
La batalla tuvo dos fases, en la primera los caballeros franceses decidieron cargar contra el enemigo, cayendo gran parte de ellos en el entramado defensivo portugués.
Batalla de Aljubarrota
En una segunda fase, el ejército castellano, debido a las características del terreno, quedó atrapado en una especie de embudo, donde su movilidad quedaba reducida permitiendo a los arqueros ingleses y ballesteros portugueses, apostados a distancia en los laterales, tener más tiempo para sus ataques. Aún así una parte del ejército castellano pudo romper la vanguardia portuguesa, aunque sirvió de poco, pues la derrota ya estaba consumada. Ante esta situación el rey castellano fue llevado rápidamente a Santaren para poder embarcar de vuelta a Castilla.
El balance de víctimas no solamente cuenta con los caídos en la batalla propiamente dicha (unos 4000 hombres por el lado castellano-francés más unos 5000 prisioneros y unos 750 por el anglo-portugués) sino que hay que contar las muertes que se produjeron en esa noche. Según los textos de la época, los soldados castellanos en su huida, sin conocimiento de la zona, intentaron refugiarse en los pueblos cercanos por la noche, siendo atacados por los lugareños. Se estima que unos 5.500 soldados murieron asesinados de esta forma.
En las excavaciones realizadas en la zona se encontró una fosa común al Sur de la Ermita de San Jorge donde se localizaron 2870 huesos de unos 414 individuos que se suponen que fueron soldados de esta batalla y que corroboran esta hipótesis.
De las leyendas que de esa noche surgieron, la más famosa fue la de la Panadera de Aljubarrota. Según dicho relato, cuando Brites de Almeida, que poseía una panadería, regresó a su casa tras ayudar en las escaramuzas, se encontró a 7 castellanos escondidos dentro de su horno a los cuales mató a base de golpes con su pala. Se cuenta que la pala que usó como arma fue escondida durante el reinado de Felipe II de España y que tras su muerte volvió a sacarse de nuevo para ser admirada por todos. Dicha pala forma parte del escudo de la ciudad. Brites es considerada una heroína por los portugueses y es recordada en canciones e historias tradicionales.
En las crónicas de Jean Froissart se describe la terrible derrota que sufrieron los castellanos pues hace mención a que nunca habían muerto tantos nobles castellanos y hombres de armas como en la Batalla de Aljubarrota. El reino de Castilla tras esta debacle estuvo de luto durante casi 2 años.
Tras la victoria Joao I como agradecimiento mandó erigir el monasterio de Santa Maria de la Victoria (monasterio de Batalha) además de fundar la villa de Batalha.
Esta victoria portuguesa fue trascendental para su historia, pues convirtió a Joao I en rey indiscutible de Portugal, el primero de la dinastía de Avis, comenzando así una de las épocas más brillantes de su historia.
Para historiadores ingleses y franceses esta batalla también fue clave en el equilibrio geopolítico de la época encuadrándose, en la Guerra de los Cien Años y contribuyendo al fin de la primera fase, donde franceses e ingleses llegaron a una paz temporal y donde los franceses descubrieron los límites de su contraofensiva contra Inglaterra.
La Batalla de Aljubarrota se conmemora en Portugal como una de las victorias más importantes de su historia, recreándose en el Centro de Interpretación de la Batalla de Aljubarrota que fue inaugurado en 2008 y en 2010 pasó a ser catalogado como Monumento Nacional, en cambio, en España esta batalla ha quedado en el olvido, siendo apenas conocida o estudiada.