La erupción volcánica de Trevejo, de Arenas Negras o de Garachico, acontecida durante nueve largos y angustiosos días del año 1706, se originó en el municipio de El Tanque donde provocó innumerables daños en las tierras y, a tan solo ocho kilómetros ladera abajo sepultó la que por aquel entonces era la Villa, conocida como la caleta del genovés, y puerto comercial más importante de la isla de Tenerife, terminando con el período de máximo esplendor de aquella localidad norteña.
Trevejo, considerado como el fenómeno volcánico histórico de mayor impacto socioeconómico de Tenerife, fue una erupción histórica de las cinco ocurridas en la isla y de las que, por tanto, se tiene constancia escrita, de tipo estromboliana, es decir, de carácter explosivo con períodos de calma, correspondiendo cada explosión a la evolución de una burbuja de gases liberados cada pocos minutos por el propio magma ascendente y a intervalos regulares o irregulares, pudiendo alcanzar alturas de cientos de metros. En esa fase explosiva el magma se fragmentó dando lugar a elementos sólidos de material volcánico denominados piroclastos, y que, a través de una columna eruptiva, son arrojados al aire en forma de bombas volcánicas, escorias y cenizas, así como flujos de lava de basalto o andesita, todo ello a una temperatura alrededor de los 1000 grados centígrados.
En 1496 y tras la conquista por parte del Reino de Castilla, momento que coincide con la expansión territorial y demográfica de Europa, fueron determinadas comunidades las que intervinieron en el proceso de colonización de Tenerife y que participaron como beneficiarios en el repartimiento de aguas y tierras por parte del Adelantado, Fernández de Lugo. Concretamente, Garachico, fue fundada por el banquero genovés Cristóbal de Ponte, quien participó en la conquista, y atraído por la aptitud del suelo, el clima y el agua para la producción del azúcar y de los intereses europeos de introducir al Archipiélago en los circuitos más dinámicos de Occidente, hizo que se convirtiera en una prestigiosa villa señorial con una prosperidad económica basada en la consolidación de su rada, sobre todo a lo largo del siglo XVI como puerta principal de entrada a Tenerife. Al calor del auge portuario, se produjo un paulatino desarrollo urbano con el consiguiente trazado de calles y plazas, permitiendo que abundaran palacios, grandes haciendas agrícolas, casas señoriales, ricos conventos y monasterios e iglesias.
Durante los siglos XVII y XVIII, el puerto de Garachico había adquirido gran importancia ya que de él partían navíos cargados de vino malvasía y azúcar u oro dulce con destino a Europa, América y África. En el siglo XVII, a pesar de la creciente rivalidad de otros puertos insulares como el de La Orotava o el de Santa Cruz, continuó como puerto destacado, especialmente en el comercio entre Canarias y América, llegando a existir en el lugar; dos iglesias, un hospital, una fortaleza, cinco conventos, varias ermitas y ricas casonas. Sin embargo, no todo fue esplendor y en esta misma centuria, episodios de peste, aluviones, plagas de langosta y graves incendios, hicieron que Garachico resurgiera como el Ave Fenix superando todas aquellas adversidades, hasta que durante la madrugada del 5 de mayo de 1706, una violenta erupción volcánica derramó sus siete coladas de lava en dirección al mar por los cauces de los barrancos con gran inclinación debido a la orografía del terreno, arrasando parte de la Villa, campos de cultivo y sepultando por completo su mayor fuente de riquezas, su puerto.
Los que vivieron aquel suceso, recordaban como se habían escuchado roncos sonidos bajo sus pies, de repente el suelo tembló y se resquebrajó. En lo alto brotaron de un cráter ríos de material volcánico encendido que sepultaba y reducía a cenizas todo lo que encontraba a su paso. Cubriéndose de fuego la parte alta de la villa, el aire comenzó a llenarse de asfixiantes gases de azufre y el agua se transformó en vapor, como si de un manantial caliente se tratase. Junto a un constante sonido aterrador, el avance de las coladas de lava poco a poco se adentraba en el mar haciendo que este se retirase de la costa, lo que curiosamente hizo ganar territorio al municipio, además de crearse unas piscinas naturales y charcos, hoy conocidos como El Caletón.
El suceso finalizó el 14 de mayo de 1706, no contabilizándose víctima mortal alguna gracias al lento avance de las lenguas de lava que permitieron a los habitantes huir a poblaciones colindantes cargados con sus bienes más preciados, pero en cambio, aunque se logró conservar un rico patrimonio histórico-artístico, si afectó al desarrollo económico y social de Garachico sepultando el antiguo puerto e importantes joyas arquitectónicas.
Las coladas de lava se detuvieron, sorprendentemente, a los pies de la iglesia parroquial de Santa Ana evitando que se incendiara parte del templo, no corriendo igual suerte los edificios conventuales de San Diego, Santa Clara y San Francisco que resultaron arrasados por el fuego ocasionado.
El fenómeno volcánico supuso el mayor impacto socioeconómico que ha tenido lugar hasta la fecha, pasando el comercio internacional de mercancías a utilizar el vecino muelle del Puerto de La Orotava, hoy Puerto de la Cruz, y contribuyendo a que el pequeño puerto de Garachico fuera únicamente de pescadores.
Hoy, el cono volcánico y las coladas de lava solidificadas asociadas a la erupción se encuentran dentro de la Reserva Natural Especial del Chinyero y Garachico es uno de los cascos histórico–artísticos mejor conservados y representativos del archipiélago canario.
Lamentablemente, en estos días estamos reviviendo lo ocurrido a partir de aquella madrugada de 1706, en esta ocasión en la isla hermana de La Palma y lo que podía haber sido un espectáculo se está convirtiendo en una auténtica desgracia. Casas sepultadas, tierras arrasadas, miedo, dolor y mucha incertidumbre. Desde este grupo de aficionados a la historia, deseamos que el volcán deje pronto de rugir y enviamos mucha fuerza y ánimos a todos los afectados.