Activistas y políticos blancos sudafricanos contra el Apartheid

Hablar de la lucha del Apartheid supone una asociación inmediata con la figura de Nelson Mandela. Sin embargo, su carismática e icónica personalidad eclipsó a otros muchos líderes de las comunidades negras. Dentro de la minoría blanca, hubo también destacados miembros de partidos políticos y activistas, que se opusieron a las políticas racistas del partido nacional, y que contribuyeron de manera decidida a la instauración de la democracia en la república sudafricana.

  

El año 1948 supuso el inicio de la construcción del entramado legal del apartheid, con la llegada al poder del Partido Nacional Afrikaner, en las elecciones solo para blancos. Mediante un compendio legislativo de más de 300 leyes, segrega a la población blanca para dotarla de derechos y privilegios, de la mayoría de la población negra, hindú o mestiza a la que se los sustrae para convertirla en mera mano de obra al servicio del 20% de la población.

La instauración de este régimen supremacista blanco recién acabada la II Guerra Mundial, fue posible por la complicidad de Gran Bretaña y Estados Unidos, que necesitaban de los gigantescos recursos minerales sudafricanos, vitales y estratégicos para la reconstrucción de sus países en los años de postguerra,para fortalecerse frente a la Unión Soviética y para el crecimiento económico. La justificación a dicha política supremacista tras haber combatido a los nazis durante la contienda mundial, la encontraron en la mejor posición social y económica de la población negra frente a la mayoría de los pueblos del resto de África. A nivel interno los supremacistas blancos aprovecharon la desunión étnica, cultural y política de los pueblos negros envueltos históricamente en luchas y guerras para tomar el poder. 

Sudáfrica, se constituía como la mayor potencia de África y una de las principales potencias del mundo, siendo considerada como un país con mayores cuotas de desarrollo y libertades que el resto de países africanos, a pesar de sus políticas segregacionistas, que generaron desplazamientos masivos de población, establecimiento de ciudades exclusivamente para blancos, supresión de la libertad de movimiento para los no blancos, prohibición de matrimonios mixtos, sistemas de salud y educación diferenciados, prohibición del uso de lenguas nativas, prohibición de posesión de bienes raíces para los negros ,“coloreds” e hindúes, detenciones indiscriminadas, derecho a voto solo para blancos y un sinfín de normas que afectaban a todos los aspectos de la vida cotidiana de los sudafricanos que no fueran blancos.

El Congreso Nacional Africano, constituido en 1912 tras la creación de la Unión Sudafricana en 1910, mantuvo una posición de lucha pacífica e intentos de negociación constantes con los dirigentes blancos británicos y afrikáners del país. Con la radicalización de las leyes supremacistas en 1960, que prohibieron el partido Congreso Nacional Africano, constituido ya como un partido de masas, sus afiliados y simpatizantes comenzaron una etapa de lucha armada, especialmente tras la masacre de Sharperville, junto a otros partidos y organizaciones contra el apartheid. 

La resistencia de la población negra aupó a líderes tan determinantes en la Historia, como Mandela, Kathrada, Silulu, Mbeki, Mhlaba o Motsoaledi, todos acusados de sabotajes al Estado en los juicios de Rivonia de 1963-1964 y condenados a cadenas perpetuas, y a otros que corrieron peor suerte, como Steve Biko, asesinado en 1977 por la policía sudafricana . De todos ellos fue Mandela el que capitalizó la resistencia, convirtiéndose en el primer presidente negro de la República de Sudáfrica, pero también en un icono histórico, llegando a eclipsar a sus propios compañeros condenados, cuyas vidas y acciones prácticamente han quedado relegadas a un rincón de la Historia. 

De entre todos los activistas contra el régimen supremacista blanco, los más desconocidos son los que a pesar de pertenecer a la minoría dominante, tomaron partido junto a los oprimidos, a favor de la libertad y la democracia para todos, independientemente del color de su piel. 

Alan Paton, autor de la novela “Cry, the beloved country” alegato contra la violencia y la segregación, nació en 1903 en la ciudad sudafricana de Pietermaritzburg, trabajó como profesor, pedagogo y escritor, estuvo un tiempo dirigiendo un reformatorio para niños negros, donde introdujo nuevas formas de gestión, para enfocar la institución hacia la educación más que a la represión, con gran éxito. A los pocos meses de haber publicado su novela más conocida, llevada al cine en dos ocasiones, el Partido Nacional accede al poder, en 1948, lo que llevó a Alan Paton a buscar maneras de luchar contra la política racista que se instalaba en el país de forma radical. En 1953 funda el Partido Liberal, un partido que buscaba convertir a Sudáfrica en una democracia al modo occidental, donde los derechos y libertades fueran comunes a todos los ciudadanos. El recorrido del Partido Liberal fue breve, pues los partidos políticos multirraciales fueron prohibidos en 1968, y sus miembros optaron por disolverse. A pesar de ello los años de andadura política supusieron una oposición constante a las políticas racistas del Partido Nacional, sus dirigentes y simpatizantes fueron perseguidos y encarcelados en numerosas ocasiones. Alan Paton, fue represaliado y aunque mantuvo siempre una actitud pacífica, no escapó a la estrategia del gobierno de vincular oposición con violencia, utilizando todo el poder mediático a su alcance para ello. 

Margaret Ballinger se formó como historiadora en varias universidades. Cuando se fundó el Partido Liberal, fue elegida presidenta de este. Con un reconocido prestigio internacional, a nivel interno llevó a cabo una decidida actividad política contra el apartheid, siendo una de las primeras voces blancas en manifestarse abiertamente contra la política racista del Partido Nacional, lo que le llevó a ganarse el respeto de la población rural negra de la región a la que representó en el Parlamento de la Unión Africana en 1934, por lo que se ganó el sobrenombre de “La reina de los negros”. 

El Partido Nacional eliminó toda representación institucional de la población negra, por lo que Margaret decidió seguir haciendo política contra el racismo y buscando un estado democrático como presidenta de los liberales sudafricanos. Pretendía reformar las estructuras de poder para avanzar, aunque el clima de guerra racial a partir de los años 60 desvirtuó su actuación mediadora, poniendo en evidencia las dificultades para retomar el diálogo y abrir vías de negociación con los radicales afrikáners en el poder. Falleció en 1980 sin llegar a tener apenas relevancia histórica de su larga trayectoria contra el racismo institucionalizado en Sudáfrica.

Ahmed Kathrada, miembro de la minoría hindú, que aunque no formaba parte de la minoría dominante, gozaban de algún reconocimiento mayor que los negros por parte del poder afrikáner; fue un destacado dirigente del Congreso Nacional Africano, condenado en los juicios de Rivonia, mantuvo una posición muy activa fuera y dentro de prisión contra el racismo. Tuvo gran peso en las negociaciones en los últimos momentos del régimen apartheid y aunque su vida y trayectoria política corrió paralela a la de Mandela, como otros muchos opositores al régimen apartheid, ciertamente fue otra de las figuras relevantes que quedaron en un segundo plano ante la omnipresencia de Madiba, su compañero de celda en Robenn Island.

Barbara Hogan, nacida en 1952,  parlamentaria desde las elecciones de 1994, ha desempeñado cargos ministeriales en los distintos gobiernos del Congreso Nacional Africano. Se unió al partido político de Mandela en 1977 y fue sentenciada a pena de prisión en el año 1982 hasta 1990, año en que fue liberada. Fue la primera mujer condenada por delitos de traición en la Sudáfrica apartheid, por su activismo contra la política del Partido Nacional. Participó en las negociaciones para la instauración de una democracia en la República. 

Ruth First, nació en 1925 en Johanesburgo, de familia judía, militó en el Partido Comunista Sudafricano. Editora del diario The Guardian, fue acusada y condenada por delitos de traición en 1956 junto a 153 opositores más al apartheid. Su destacada vida a favor del feminismo, contra el racismo del Partido Nacional y a favor de la mayoría negra le condujeron a un trágico final, siendo asesinada con una carta bomba en 1982.

Hilda Bernstein, de origen inglés, emigró a Sudáfrica con 18 años. Estuvo ligada al Partido Laborista de Gran Bretaña. En las elecciones locales de Johanesburgo del año 1943, fue elegida representante por la comunidad blanca, cargo que le permitió denunciar el racismo institucional instaurado en la ciudad. Activista por los derechos de las mujeres, le llevó a participar de la fundación de varias asociaciones feministas, como la primera multirracial Federation of Southafrican Women. Junto a su marido Lionel Bernstein se vieron obligados a cruzar la frontera de Botswana a pie, tras ser condenados por alta traición tras los juicios de Rivonia en 1964. 

Denis Goldberg fue un activista liberal de origen judío, vinculado al Congreso Nacional Africano, condenado en los juicios de Rivonia a cadena perpetua, estuvo preso durante 22 años, siendo el único blanco condenado en el proceso judicial. Los jueces consideraron que hacía campaña para derrocar al gobierno mediante métodos revolucionarios, por lo que pertenecer étnicamente a la minoría blanca en el poder, lejos de otorgarle un trato de favor, pudo ser un agravante que le hizo permanecer preso tanto tiempo como otros activistas negros contra el apartheid. Sufrió torturas en la cárcel de Pretoria, una prisión para blancos. Cuando retomó la libertad en 1985 llevó a cabo un destacado papel internacional como portavoz del CNA y en las Naciones Unidas. Los últimos años de vida mantuvo una posición muy crítica con la organización política a la que perteneció muchos años y con el presidente Jabob Zuma, inmerso en procesos de corrupción. 

Frederik de Klerk fue el último presidente del apartheid. Nacido en el año 1936, afrikáner y educado en la tradición supremacista, formó parte de las estructuras de poder sudafricano desde los años 70, ocupando distintos cargos internos del partido y carteras ministeriales. Colaborador de su antecesor Pieter Botha, defensor firme del régimen, que aunque moderó algunas posturas, impuso el estado de excepción para seguir aplicando leyes supremacistas sin apenas límites burocráticos. A pesar de ello, Frederik de Klerk abogó por suprimir el régimen supremacista al poco de tomar posesión como presidente en 1990, tras la dimisión de Botha, iniciando el camino del desmantelamiento de la estructura legal racista, comenzando con la legalización del Congreso Nacional Africano y la liberación de Mandela en ese mismo año de 1990. Tras estos hechos, que le llevaron a enfrentarse con sectores duros de su partido y de su comunidad afrikáner, hasta el punto de provocar la ruptura del Partido Nacional, se iniciaron unos duros años de negociaciones, que en muchos momentos estuvieron a punto de derivar en conflictos armados entre las partes. La voluntad del presidente de Klerk de instaurar una democracia y nueva constitución, junto a los dirigentes de los distintos partidos políticos multirraciales y organizaciones de activistas contra el apartheid, le condujeron a recibir el Premio Nobel de la Paz, compartido con Mandela, y a formar un gobierno de coalición con el CNA hasta las elecciones y la firma de la Constitución de 1996, que dio a luz a la nueva República Sudafricana, democrática y multirracial. 

Fueron muchos los sudafricanos blancos que mantuvieron una oposición activa contra el régimen supremacista del Partido Nacional, militantes de organizaciones políticas, civiles, culturales, educativas, vecinales etc. ciudadanos que a pesar de mantener una posición de privilegio como parte de la minoría dominante, tomaron conciencia que alcanzar una sociedad de paz, bienestar y progreso solo sería posible erradicando el sistema racista que dominaba el estado sudafricano desde su fundación a principios del S. XX y que había degenerado en la instauración del apartheid en 1948 con el ascenso al poder del Partido Nacional. El fin del apartheid y la transición a un estado democrático fue también posible gracias a todos ellos y a la fuerza de su conciencia a favor de los Derechos Humanos. 

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