Prostitución: la historia de la explotación de las mujeres

La prostitución ha supuesto desde épocas ancestrales un problema social de explotación sexual y salud pública, plenamente vigente en nuestras sociedades contemporáneas. Desde 1993 esta actividad está reconocida por la ONU como una forma de violencia contra las mujeres.

  

Prostitutio tiene el mismo significado que en la actualidad, prostituere se puede traducir como exhibir para la venta.

Las escrituras sagradas, como la Biblia o la Biblia Hebrea, contienen referencias a la prostitución; a través de su lectura nos podemos hacer una idea de cómo se ejercía y quiénes eran los que hacían uso de la prostitución, principalmente hombres adinerados.

Heródoto describía los templos dedicados a las deidades en Oriente Próximo, como lugares donde se practicaba prostitución sagrada con fines religiosos, cumpliendo una función mágica de atracción de la fertilidad y otra recaudatoria para financiar los gastos del templo, práctica que se daba especialmente en los templos griegos dedicados a la diosa Afrodita. Estos a su vez heredan estas prácticas de prostitución en templos dedicados a diosas de la fertilidad en Siria, Fenicia, Gades, Anatolia y en general en la periferia de la Magna Grecia. 

Algunos historiadores sostienen que estas prácticas aparentemente litúrgicas, escondían la explotación a la que sometían a algunas mujeres, otorgándolas un carácter mitológico, para publicitar a las mujeres obligadas a prostituirse con personajes relevantes en estas zonas sagradas. Tal vez una manera de atraer recursos.

En el Código de Hammurabi encontramos la primera referencia a una regulación de la situación de las prostitutas, en concreto regula los derechos de herencia de estas. 

“Caso que una (sacerdotisa) ugbabtu o una (sacerdotisa) naditumo una (hieródula) sekretum- cuyo padre le haya dado dote, le haya redactado un documento sellado; (si) en la tablilla le autoriza por escrito a entregar su dote donde le plazca y le permite obrar según prefiera, cuando al padre le llegue su última hora, que entregue su herencia donde le plazca; sus hermanos no le pondrán pleito.”

Ley #179 del Código de Hammurabi (1728 a.C.)

Porne significa prostitución en griego clásico, que procede del verbo perneni, vender. Esta actividad legal en la Grecia clásica era desempeñada mayoritariamente por mujeres y niños, con una clientela exclusivamente masculina que generaba un importante volumen de negocio para los dueños de las pornai, donde se ofrecían los servicios de esclavas extranjeras y también un modo de vida para las pornai independientes. Los burdeles tenían la misma categoría que cualquier otro negocio, con obligación de pagar impuestos en las principales ciudades griegas. Las pornai esclavas solo podían alcanzar la libertad si eran adoptadas por sus dueños, las pornai que ejercían en la calle sin dueños, pertenecían a los extractos sociales más bajos, al igual que los niños y adolescentes, lo que indica que ejercían la prostitución condicionada por la pobreza. 

La situación en Roma, tanto en la República como en el Imperio, era similar a la de la Grecia clásica. La prostitución era ejercida por mujeres de todas las edades, esclavas o libres obligadas por la necesidad, y por niños y adolescentes en similares circunstancias. Legalmente establecida y socialmente aceptada, sin embargo, las prostitutas sí padecían rechazo social por su dedicación deplorable en términos morales. 

¿Cómo estaban catalogadas las prostitutas en la Antigua Grecia?

A medida que el Imperio avanzaba en el tiempo, la actividad era ejercida cada vez más por esclavas y condenadas por delitos, llegando a producirse un mercado específico de esclavas destinadas a la prostitución o a la crianza de futuras prostitutas. Está documentada la existencia de varios tipos de prostitutas, en base a su formación y selección de clientela, desde las que estaban obligadas a aceptar a todo aquel que pagara las tarifas, hasta otras con una elevada educación cuyos servicios solo estaban disponibles para las clases altas. 

En el mundo islámico y a pesar de la prohibición de la prostitución que declaró Mahoma, existía todo un comercio de esclavas destinado a los harenes, pues la esclavitud sexual fue eximida de ser considerada prostitución. A pesar de ello, la prostitución se ejercía en alhóndigas, barrios periféricos de la Medina, tabernas, callejuelas, barrios cristianos o cualquier lugar donde pudieran evadir el control de las autoridades, que en algunos casos podían pasar por alto la rigidez religiosa a cambio del pago de impuestos por ejercer la actividad.

En el horizonte cristiano a finales de la Edad Media durante los siglos XIV y XV, se empieza a plantear una vuelta a la visión clásica de la legalización de los burdeles, apoyándose en las reflexiones de San Agustín de Hipona, que durante los siglos IV y V planteaba regular la prostitución para evitar males mayores, como válvula de escape social: “Quita las prostitutas del mundo, y lo llenarás de sodomía”. Con estos argumentos, el cristianismo abría las puertas no solo a tolerar sino a legalizar una actividad que nunca había sido abolida y que se practicaba en todas las culturas del mundo. Solventada la cuestión moral, la instalación de burdeles públicos en las principales ciudades de Europa se fue extendiendo, apartando del espacio público a las prostitutas y encerrándolas en edificios para su explotación y rédito económico, tanto para rufianes (“chulos” de la época) como para el fisco. Uno de los burdeles más conocidos de la Europa de finales del medievo, fue el de la ciudad de Valencia, que tras la autorización de Jaime II de la instalación de este en 1321, empezó a tener especial relevancia, encerrando en sus calles y posadas a más de 200 mujeres. Este burdel gigantesco era un ejemplo de explotación sexual a gran escala, donde las prostitutas trabajaban sin horarios a diario, con la excepción de Semana Santa. En algunas ocasiones era alentadas a abandonar la actividad por algunos clérigos, pero sin alternativas económicas ni sociales, a lo que se unía la presión de los explotadores de las meretrices, sería excepcional una reinserción en la sociedad del momento.

Diagrama

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Ciudad de Valencia s.XV. Mancebía de Valencia

A finales de la Edad Media durante los siglos XIV y especialmente en el S. XV, comienza a extenderse cierta regulación del negocio, para acabar con la prostitución callejera, y fomentar los burdeles, fiscalizados, apartados de la ciudad y con cierto control sanitario. El historiador Andrés Mengíbar ha investigado el papel de las primeras mancebías, la regularización durante el S. XVI en las principales ciudades de Andalucía, la concesión de la gestión a los “padres” o “madres” que controlaban en su totalidad los burdeles asignados, y la permanente explotación de mujeres que se realizaba con este negocio. Como en épocas anteriores, las esclavas fueron obligadas a prostituirse, mientras que otras mujeres libres, se vieron abocadas a encontrar una salida en la prostitución, por su condición de pobres, desheredadas, deshonradas por la sociedad, madres solteras, y un sinfín de situaciones derivadas de la estructura de la sociedad de la época, que las colocaba en una situación imposible de solventar de una forma digna. Son escasos los documentos a los que recurrir para trazar una imagen del prototipo de mujer prostituta, y prácticamente inexistentes los que recogen sus propios sentimientos, esperanzas, y vida cotidiana. Los procesos judiciales constituyen la principal fuente de la que poder extraer algún aspecto de la vida de las prostitutas, al no contar con voz propia en su entorno social, ni interesados en concedérsela. La excepción la constituye el caso de las prostitutas de la mancebía de Carmona, que en 1504 entregan un documento a las autoridades municipales, para que tengan en consideración su situación de endeudamiento y que les impedía abandonar el prostíbulo, para dedicarse a actividades que les permita una vida al margen de la explotación y retención a las que están sometidas. “porque queremos fazer penitencia de nuestros pecados e apartarnos de bivir e estar en pecado mortal, que ay muchas de nosotras que estoviéramos fuera dél, sino que no podemos a cabsa de estar empeñadas”, un valioso documento que aclara la situación en la que se encuentran de explotación, y piden ser liberadas e integradas en la sociedad a los poderes locales.

Escena d'un hostal de prostitució. Font Wikimedia Commons
Escena de mancebía del medievo

El Concejo de Málaga creó un tipo de prostitución al margen de los límites del burdel, la ramera concejil, en el año 1512, y cuyos beneficios iban destinados a las arcas de la institución. Ejercía en la ramería, una zona acotada en la calle de los Romanos, la más concurrida del lugar. Esta institucionalización de la prostitución que decretó el Concejo de Málaga fue bastante lucrativa, otorgó cierto prestigio a las prostitutas, pero generó una fuerte competencia al burdel de la ciudad, controlado por los Fajardo, que finalmente pudieron comprar la ramería y de esta manera controlar todo el negocio de la prostitución en Málaga durante el S. XVI 

Al mismo tiempo en el S. XVI en España, que en esos momentos era la potencia dominante en el horizonte occidental, surge una nueva corriente que pretende en un primer momento castigar el ejercicio de la prostitución mediante las galeras de mujeres (cárceles) y en una fase posterior, plantea por primera vez la posibilidad de regeneración mediante la creación de instituciones asistenciales, en manos de religiosas. En ellas convivían mujeres que atentaban contra la moral, viudas, huérfanas…o en situación de pobreza. Vivíamos tiempos de reformas en Europa, reformas culturales, morales, políticas, que tuvieron un evidente reflejo en esta nueva era, dentro del ambiente de contrarreforma que surge como reacción. Era posible la invisibilidad de una situación moralmente reprobable en la España del S. XVI, apartando a las prostitutas de la ciudad para ejercer un correctivo, también ejemplarizante para el resto de la sociedad. 

Fue a mediados del S. XVI cuando comenzó en Suiza, Alemania, Francia o Italia el desmantelamiento de burdeles. El ambiente de contrarreforma persuadió a numerosos poderes para invertir la institucionalización de la prostitución. El reino de Castilla fue el centro de actuación de los jesuitas que se volcaron en el cierre de prostíbulos. Tras la presión jesuítica llegando a darse contra los propios clientes, que a su vez llevaron a cabo asaltos a las mancebías, en 1623 el rey Felipe IV mediante Real Pragmática cierra todas las mancebías, por considerarlas “casas de abominación”. El negocio de la prostitución ya se había anticipado al cierre y había emprendido un retorno a la actividad callejera, ante una situación decadente. 

Durante el S. XVII proliferaron en Europa las casas de acogida, al mismo tiempo que la prostitución seguía ejerciéndose de igual manera, tolerada, pero sin la legitimización de los poderes locales.

Imagen que contiene persona, sostener, hombre, mujer

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La alcahueta de Dirk van Baburen

Tras la Revolución Francesa, la prostitución siguió ejerciéndose en calles y tabernas, trincheras y campamentos o en palacios y óperas de toda Europa, donde la preocupación por las enfermedades de transmisión sexual crecía en la sociedad y algunos poderes públicos se vieron obligados a tomar medidas sanitarias, como en Francia e Inglaterra que obligaron a mujeres sospechosas de ser prostitutas a someterse a exámenes médicos, lo que generó a su vez gran polémica, entre activistas y pioneras del feminismo que luchaban por la abolición, y entendían que no debían implicarse los poderes públicos en una actividad que debería ser prohibida. Así mismo veían en los propios exámenes médicos un trato denigrante a las mujeres. 

Foto en blanco y negro de un grupo de personas sentadas

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Los Derechos Humanos se iban consolidando en el compendio legislativo internacional durante el S. XX. La Liga de las Naciones en 1921 firmó la Convención Internacional para la Supresión de la Trata de Mujeres y Niños, con la reserva de algunos países. El marxismo se alineó con la abolición de la prostitución, y la URSS declaró ilegal dicha práctica, aunque lo cierto es que la prostitución siguió existiendo con grandes dosis de tolerancia por parte de las clases dirigentes y de la propia sociedad. 

Son conocidos episodios de explotación sexual en masa por los ejércitos combatientes en la II Guerra Mundial, para alivio de los soldados, como las “mujeres de consuelo” del ejército imperial japonés, que utilizó a cientos de miles de mujeres coreanas y chinas, o los burdeles nazis en los países que ocupaba, donde esclavizaron para el ejercicio de la prostitución a miles de mujeres.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la ONU lidera las acciones contra la prostitución y la trata de mujeres, con una labor de concienciación mundial y de intervención en los lugares donde las mujeres son más vulnerables, en los conflictos bélicos.

En el año 1993 la ONU aprueba la Declaración de Viena sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, reconociendo la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres. 


“La Asamblea General,

Reconociendo la urgente necesidad de una aplicación universal a la mujer de los derechos y principios relativos a la igualdad, seguridad, libertad, integridad y dignidad de todos los seres humanos…”

Los distintos tratados que se han ido estableciendo, ahondan en la idea que la prostitución es violencia contra las mujeres, que la ejercen determinadas por su condición social y económica y que los estados deben poner los medios para erradicarla, así como la persecución a proxenetas, traficantes y personas implicadas en la cadena de explotación. 

En las últimas décadas del S. XX se ha consolidado el turismo sexual, máximo exponente de la explotación sexual a mujeres, niñas, niños y hombres, por parte de personas con poder económico contra los colectivos más vulnerables de las sociedades de los países más pobres o con sistemas totalitarios. Es una nueva mutación del negocio de explotar y esclavizar, una nueva forma de prostitución. 

NADIA MURAD Y LAMIYA BASHAR, Esclavas Sexuales víctimas de Estado Islámico,

recibieron el Premio Sájarov  en 2016. 

“La prostitución es una actividad muy difícil de erradicar en las sociedades actuales, a pesar de la intención que puedan mostrar algunas instituciones como la ONU, o algunos gobiernos avanzados en el mundo. La represión de género va de la mano de la desigualdad económica. Como históricamente se ha demostrado, las mujeres están expuestas a una discriminación de clase y de género, de manera simultánea. Grandes pensadoras y pensadores feministas han intentado averiguar cuál de estas problemáticas se da antes en el tiempo para, una vez encontrado el origen teórico, aplicar soluciones prácticas. La clave radica en entender la relación que hay en nuestro tiempo entre el concepto libertad y el dinero. Debemos asumir que la pobreza (o falta de dinero) sí constituye una amenaza para la libertad. Dado que la pobreza es privativa, siempre que se actúe en pro de cubrir esa falta económica no se actúa por libertad sino por necesidad. En las democracias liberales existen importantes bolsas de individuos que carecen de libertad, por carecer de recursos económicos. En el caso de las mujeres, la falta de recursos económicos supone una interferencia que les arrastra en muchos casos a la explotación sexual. Teniendo en cuenta estas afirmaciones teóricas, las filósofas Judith Butler y Nancy Fraser, debaten en el ensayo ¿Reconocimiento o redistribución?, si sería posible eliminar la explotación sexual contra las mujeres pobres. Lo que parece quedar claro es que en un problema dual de estas características, es necesario reconocer las preocupaciones propias de las mujeres, en tanto que constituyen problemas propios de su género, como entender que el sistema económico dominante en el mundo, es un sistema robusto, prácticamente inquebrantable y que para actuar debe hacerse desde dentro del mismo utilizando sus propias estructuras. 

Los dos primeros hechos a tener en cuenta para la erradicación del trabajo sexual es entender que, en tanto que trabajo, hablamos de un problema estructural de la economía de mercado, común a la mayoría de los países, y en tanto que sexual, hablamos de un asunto de género que afecta de forma casi exclusiva a las mujeres”  

P. Nieto, filósofa. 

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