Justo al lado del Elevador de Santa Justa, presidiendo la entrada del barrio del Chiado, el más bohemio de Lisboa y favorito de pensadores y escritores como Fernando Pessoa, nos encontramos con el esqueleto de lo que fue el mayor templo gótico de la ciudad: El Convento da Ordem do Carmo. Su iglesia, en ruinas, recuerda tanto a lisboetas como a visitantes una de las catástrofes que marcaría un antes y un después tanto en la ciudad como en el viejo continente : El terremoto de Lisboa de 1755.
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Los orígenes del Convento do Carmo (su nombre completo es Monasterio de Nossa Senhora do Vencimiento do Monte do Carmo) se remontan al año 1389 cuando Nuno Álvares Pereira, noble militar y religioso portugués, conocido como el Santo Condestable y “Protector de Portugal”, decidió fundar un convento que acogiera a la orden de los carmelitas en honor a la victoria obtenida en la Batalla de Aljubarrota (de la que hablamos en profundidad en otro artículo de este mismo blog) donde lideró las tropas que enfrentaban a Joao I de Portugal con Juan I de Castilla. Esta victoria marcó el final de la inestabilidad política e independencia del país.
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Leer másSerá aquí donde, tras ceder su gran patrimonio, ingresó como monje carmelita (en el año 1423) y vivió para atender a los pobres hasta su fallecimiento. Considerado un santo por sus compatriotas, el 26 de Abril de 2009 fue canonizado pasando a ser San Nuno de Santa Maria.
Las obras del edificio duraron 34 años convirtiéndose en el templo gótico más importante de Lisboa. En él habitaban al comienzo unos 70 clérigos (llegando hasta ser 126 en el momento de su abandono) junto a sus sirvientes. Albergaba además de la iglesia gótica más grandiosa de la época, una biblioteca con cerca de 5000 volúmenes que desgraciadamente fue destruida por el seísmo.
El edificio permaneció en pie hasta el terremoto de 1755, tras él sus ruinas sirvieron como cementerio y caballeriza militar. Desde su destrucción sólo hubo un intento de reconstrucción fallido en época de la reina María I. De esta época son los soportes que mantienen las naves, arcos divisorios, las ventanas y el revestimiento interno de los muros.
En el siglo XIX pasó a ser una dependencia militar instalándose en ella la primera y segunda compañía de infantería de la guardia municipal y más tarde el primer escuadrón de caballería. En 1865 el terreno fue donado a la Asociación de Arquitectos Portugueses a donde trasladaron su sede y quienes convirtieron el lugar en un museo. Durante la Revolución de los Claveles de 1974, el presidente Marcelo Caetano y sus fuerzas leales se atrincheraron en el convento huyendo de los revolucionarios hasta que finalmente se rindieron.
Del templo ha llegado hasta nuestros días, su estructura exterior (formada por 3 naves). La iglesia primitiva, de planta baja, quedó muy dañada y solo se conservan: la fachada principal con varios arquivoltas (conjunto de molduras con bandas que corren alrededor de un arco sobre una entrada) y capiteles decorados con motivos vegetales y antropomorfos junto algunos lienzos de las paredes del cuerpo y del transepto (nave transversal que cruza la nave mayor dándole a las iglesias y catedrales forma de cruz latina), además de casi toda la cabecera. Destaca el pórtico de la fachada de poniente. De su interior sobresale una nave con 3 pasillos y un ábside con una capilla mayor y 4 laterales. Del techo derruido sólo se conservan los arcos apuntalados entre los pilares.
Del antiguo convento,(que no sufrió tantos daños ) a principios del siglo XX se reconstruyó parte en estilo neogótico. En la parte lateral, justo al lado del elevador de Santa Justa, hay una pequeña puerta decorada con flores de lis (emblema de la dinastía real de los Avis) junto a unas escaleras medio derruidas. Esta fue en su día una “puerta real” que conectaba directamente el convento con el palacio real que al igual que la mayoría de los edificios desapareció aquel fatídico 1 de noviembre de 1755.
En la actualidad el convento alberga entre sus ruinas el Museo Arqueológico do Carmo fundado por Joaquim Possidónio Narciso da Silva (primer presidente de la Asociación de Arqueólogos Portugueses) cuya intención era rescatar el patrimonio nacional olvidado y que se estaba deteriorando debido a la extinción de las órdenes religiosas y de los diferentes conflictos bélicos que sufría la zona (las invasiones francesas y guerras liberales). De esta forma se convirtió en el primer museo de arte y arqueología del país. Tanto en su nave como en las capillas del ábside (convertidas en sala de exposiciones) se pueden contemplar piezas que abarcan todos los periodos de la historia lusa (desde la prehistoria hasta el siglo XIX). Podemos encontrar objetos prehistóricos, romanos, momias procedentes de América del Sur y de Egipto, así como una colección de tumbas entre las que destaca la del rey Fernando I.
La destrucción del convento al igual que la actual fisonomía de la ciudad tiene su origen en el Gran Terremoto de Lisboa que tuvo lugar el 1 de noviembre (día de Todos los Santos) de 1755 y que fue seguido por un tsunami (que azotaría las costas portuguesas, el Golfo de Cádiz y costas africanas provocando incalculables daños humanos y materiales) y un incendio que se mantuvo activo durante 5 días y 5 noches y que acabó devastando lo que quedaba de la ciudad de Lisboa.

Según las crónicas, ese día era festivo en Portugal y los lisboetas aprovecharon para ir a misa y poner velas en sus hogares en recuerdo de sus difuntos..Según los informes contemporáneos sobre las 9:20 de la mañana se registraron varios temblores que acabaron con un terremoto de unos 8,5 grados en la escala de Richter y que cuentan que duró entre 3 y 6 minutos aproximadamente. La primera consecuencia de ello fue el derrumbe de muchos de los edificios y casas, provocando la abertura de grietas de más de 5 metros de ancho en el centro de la ciudad. Muchos de los ciudadanos perecieron y muchos más huyeron despavoridos intentando refugiarse en la zona del puerto. Los supervivientes vieron como el mar se retiraba más de un kilómetro dejando a la vista barcos naufragados. A los 40 minutos del terremoto surgieron varias olas (se tiene constancia de 3 ) de entre 6 y 20 metros que engulleron el puerto y la zona del centro. A estas dos catástrofes naturales se le uniría el incendio provocado por las velas y lámparas de aceite de las casas e iglesias provocando lo que se conoce como una “tormenta de fuego” que acabó consumiendo la ciudad.

El número de víctimas mortales que ese día perecieron en Lisboa varían entre los 50.000 y 90.000 en una población de unos 275.000 personas. Las crónicas informan también de víctimas en España (solo en Ayamonte fallecieron 1000 personas) y en Marruecos, donde se estiman que fueron unos 10.000 como consecuencia del maremoto. Algunos conventos e iglesias de Lisboa se utilizaron como fosas comunes, una de ellas fue el antiguo Convento de Nossa Senhora de Jesus, reconvertido hoy en la Academia de Ciencias donde se encontraron en 2004 restos de unas 3000 víctimas.
Los daños materiales también fueron cuantiosos. Se estima que el 85 % de los edificios de la ciudad resultaron destruidos. La Biblioteca Real, que albergaba unos 70,000 volúmenes además de centenares de obras de artes como pinturas de Tiziano o Rubens, desapareció por completo. El Teatro Real do Paço da Ribeira, quedó destruido o el Hospital Real de Todos los Santos que fue víctima del incendio calcinando a un gran número de pacientes que se encontraba en su interior. La catedral, iglesias y conventos (como del que aquí hablamos) también terminaron muy dañados. El Palacio Real, situado junto al río Tajo, fue barrido del mapa. El rey portugués José I tras esta desgracia desarrolló tal claustrofobia que desde aquel momento hasta su fallecimiento vivió en un complejo de tiendas que se hizo instalar en las colinas de Ajuda, no volviendo a dormir bajo techo.
Tras lo sucedido, el rey encargó al Marqués de Pombal la recuperación y reconstrucción de Lisboa.

Sebastiao José de Carvalho e Melo mas conocido como Marqués de Pombal, fue primer ministro del rey Jose I entre 1750 y 1777 además de ser uno de los mayores representantes del despotismo ilustrado de la época. Tras el terremoto de 1755, fue el encargado de la reconstrucción de Lisboa. Con la máxima de: “Enterrar a los muertos y cuidar a los vivos” consiguió que la ciudad antes de que pasara un año estuviera limpia de escombros, lista para su reconstrucción. Para conseguirlo impuso el trabajo obligatorio y la prohibición de abandonar la ciudad, formó grupos organizados para enterrar a los millares de cadáveres, para evitar así la aparición de epidemias. Era tal el número de fallecidos que no había suficientes fosas por lo que muchos de ellos fueron cargados en barcazas y tirados al mar.
Diseñó una ciudad capaz de resistir terremotos, se rodeó de arquitectos e ingenieros e hizo fabricar pequeños modelos de madera simulando los edificios y mandó marchar a las tropas alrededor de ellos para simular las sacudidas de los seísmos. Se diseñó una nueva ciudad perfectamente ordenada, con grandes manzanas y avenidas amplias. En la actual zona céntrica de Lisboa (la conocida como Baixa Pombalina) se encuentran los primeros edificios cuya construcción es “a prueba de terremotos».
El marqués de Pombal contribuyó también al nacimiento de la sismología moderna. Trató de conseguir una descripción científica objetiva de las causas y consecuencias del terremoto ordenando enviar una detallada encuesta a todas las parroquias del país en el que se preguntaban cuestiones tales como:
- ¿Cuánto tiempo duró el terremoto?
- ¿Cuántas réplicas se sintieron?
- ¿Qué daños fueron causados?
- ¿Se comportaron los animales de modo extraño?
- ¿Qué sucedió en los pozos y albercas?
Este cuestionario sirvió como base para los científicos para reconstruir de forma precisa el terremoto.
Otras de las consecuencias del terremoto tuvo lugar en el pensamiento europeo de la época, pues hay que recordar que Lisboa era una de las capitales más católicas y devotas de Europa. Además el suceso ocurrió en una de las fiestas religiosas más importantes como fue el día de Todos los Santos y donde tras la catástrofe prácticamente todos los lugares de culto quedaron destruidos. Esto generó debates y controversias entre los teólogos y filósofos del siglo XVIII.
La Iglesia intentó hacer convencer que el seísmo era una manifestación de la “cólera de Dios “ por los pecados de los habitantes de la ciudad. Este alegato fue muy criticado, se comenzó a cuestionar las causas y naturaleza “divinas” de las catástrofes.
Una de las reacciones más célebres fue la del filósofo ilustrado francés Voltaire. Hará mención del acontecimiento en su famoso “Cándido” además de escribir un largo poema titulado “Poema sobre el desastre de Lisboa o examen de este axioma: todo está bien “ cuyo comienzo era:
“¡Oh infelices mortales!
¡Oh tierra deplorable!
¡Oh espantosa reunión de todos los mortales!
¡De inútiles dolores la eterna conversación!
Filósofos engañados que gritan: “Todo está bien”,
¡vengan y contemplen estas ruinas espantosas!
Esos restos, esos despojos, esas cenizas desdichadas,
esas mujeres, esos niños, uno sobre otro, apilados,
debajo de esos mármoles rotos, esos miembros diseminados;
cien mil desventurados que la tierra traga
ensangrentados, desgarrados y todavía palpitantes,
enterrados bajo sus techos, sin ayuda, terminan
en el horror de los tormentos sus lamentosos días…”
En el poema hace una feroz crítica al optimismo de pensadores contemporáneos (como Gottfried Leibniz o Alexander Pope) los cuales destacaban el orden perfecto que reinaba en el mundo y seguían la máxima de que “todo va bien”. A estos pensadores invitaba Voltaire a trasladarse a Lisboa y preguntarle a la gente si de verdad para ellos “todo va bien”.
Dos años después del terremoto y tras haber sufrido meses de miseria y penurias, Lisboa se convirtió en una de las ciudades más modernas y pionera en Europa en edificios antisísmicos. Casi todos los edificios se reconstruyeron en su totalidad, habiendo alguna excepción como fue el Convento do Carmo.
Hoy en día, del convento permanecen en pie sus paredes y altos arcos, de grandes dimensiones, que asoman a cielo abierto y que le dan una apariencia fantasmagórica que no deja indiferente al visitante. Es un testigo silencioso de la historia de la ciudad y que junto a la catedral es una de las escasas muestras arquitectónicas de la Edad Media que perduran en Lisboa. Este lugar es también todo un símbolo en la reciente historia portuguesa, ya que fue en la plaza del Carmo, a sus pies, donde se materializó la caída de la dictadura durante la Revolución de los Claveles en 1974. Ubicada en una colina en el Barrio de Chiado, frente al Castillo de San Jorge, espera nuestra visita para contarnos su historia.