El 21 de agosto de 1614 moría tras pasar 4 años emparedada en su castillo de Csejthe (en la actual Eslovaquia), Erzsébet´Báthory, conocida como una de las asesinas más despiadada y sádica de Hungría. Esta es la historia de la “Condesa Sangrienta”.
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Isabel (nombre castellanizado) nació el 7 de junio de 1560 en el seno de una de las familias aristocráticas húngaras más importantes e influyentes del momento Entre sus miembros hubo varios príncipes de Transilvania, su tío Esteban (de la rama Somlya ), que llegó a ser rey de Polonia entre 1575 y 1586, y su primo Gabriel que fue príncipe entre 1589 y 1613.

La Casa Báthory ha pasado a la historia no solamente por la condesa, sino por ser uno de los clanes más sanguinarios de centroeuropa donde la práctica de la endogamia (los propios padres de Isabel eran primos), incestos y rituales de brujería era habitual. Ejemplo de ellos eran por un lado, Esteban Báthory (esta vez de la rama de los Ecsed) compañero de batalla en la lucha contra los turcos y amigo de Vlad III el “empalador” (conocido como Drácula) y que debido a la crueldad extrema que mostró contra los sículos (etnia de habla húngara que ocupaban el norte de Transilvania) se vio despojado por un tiempo del título de voivoda (título que se les daba en Transilvania y en Valaquia a los príncipes soberanos). Por otro lado, su tía Klara, que mantenía relaciones tanto con hombres como con mujeres (lo que a ojos de sus contemporáneos la convertía en una bruja y una depravada) y a la que se le atribuye la muerte de cuatro de sus maridos. La leyenda habla de una relación incestuosa con Isabel y la encargada de llevarla por el camino de la perdición.
A los 10 años, Isabel fue prometida a Ferenc Nádasdy (5 años mayor que ella). Como era la costumbre de la época, Isabel se marchó a vivir con su familia política. La boda tuvo lugar el 8 de mayo de 1575 cuando ya contaba con 15 años y a la que estuvo invitado el emperador Maximiliano II el cuál no pudo acudir. Tras la boda Ferenc adoptó el apellido Báthory de su esposa, por ser en ese momento más ilustre, y el matrimonio se trasladó al Castillo de Csejthe (regalo del novio a Isabel y donde tuvieron lugar los atroces asesinatos).

Ferenc Nádasdy pertenecía a una de las familias más ricas e ilustres de Hungría. Apodado el “Caballero Negro de Hungría” por su fiereza y costumbre de empalar a sus prisioneros, fue un reputado militar que pasó la mayor parte de su vida combatiendo a los turcos otomanos conviertiendose en héroe nacional durante la Guerra Larga que enfrentaba a la monarquía de los Habsburgo y al imperio otomano.
Al igual que Isabel disfrutaba torturando a sus siervos aunque no al nivel de ella.
Según la rumorología, antes de su boda, Isabel (que contaba con 13 años) se quedó embarazada de uno de los mozos que trabajaban en el castillo de la familia Nádasdy. Ferenc al saber de la noticia, hizo castrar al empleado y después arrojarlo a los perros. Cuando Isabel dio a luz hizo desaparecer al bebe del cual nunca más se supo nada.
Debido a las continuas guerras el matrimonio apenas convivían junto lo que hizo que tardaran más de 10 años en tener descendencia. Será Isabel la encargada de gestionar el castillo y todas sus posesiones.

De un registro epistolar se sabe que el matrimonio se intercambiaba cartas donde él le enseñaba como infringir castigos y técnicas de tortura a los criados. Uno de estos castigos era introducir papeles empapados en aceite bajo las uñas y prenderles fuego después. Por estas fechas, su marido tenía conocimientos de los castigos que su esposa sometía a las sirvientas y a los que no les dio mayor importancia: clavarles alfileres, sacarlas al jardín untadas en miel para dejarlas a merced de los insectos o en invierno, bañarlas en agua helada.
Los castigos a los sirvientes era una práctica muy común entre los nobles de Europa del Este y pertenecían al terreno de los asuntos privados. Mientras se llevaran de forma discreta y no fueran mortales eran socialmente aceptados.
El Caballero Negro moría de forma repentina e inesperada, (algunos rumores afirmaban que fue envenenado por su esposa) el 4 de enero de 1604 dejando a Isabel como señora feudal de un importante condado (ambicionado incluso por el rey Matías II de Hungría) pero sin un ejército para protegerlo. Será a partir de este momento cuando comienza la leyenda de la “Condesa Sangrienta”.
Todo comienza en 1604, cuando la condesa tenía 44 años, y una de sus sirvientas más joven accidentalmente le dio un tirón de pelos mientras la estaba cepillando. Como respuesta la condesa le propinó a la chica un bofetón que le hizo sangrar por la nariz. La sangre salpicó a Isabel y (según su interpretación) observó como las arrugas de la piel que habían entrado en contacto con la sangre desaparecían. Fascinada por ello pensó que había encontrado la forma de evitar el envejecimiento. Isabel ya llevaba tiempo obsesionada con la belleza y por este motivo se rodeó de oscuros personajes. Con ayuda de dos de sus sirvientes degollaron a la chica y llenaron un barreño con su sangre, donde Isabel se bañó o ,al menos, se embadurnó el cuerpo con ella. Será la primera de muchas más.
En los siguientes años, ayudada por sus personas de confianza, comenzó a llevar a niñas plebeyas al castillo con la excusa de darles trabajo, aunque en realidad era para obtener de ellas su sangre.. El número de criadas y campesinas de entre 9 y 16 años que fallecían por causas “desconocidas” en el entorno de Csejthe era muy alto y difícil de explicar. Los campesinos comenzaron a desconfiar y se negaron a enviar a sus hijas a trabajar al castillo. Por este motivo, Isabel decidió montar un internado para las hijas de la nobleza menor con la excusa de instruirlas y que le hicieran compañía. Esto sería el motivo de su caída.
Cada pocas semanas, una de estas hijas de nobles fallecía sin que los padres recibieran por parte de la condesa una explicación convincente de sus muertes y, peor aún, sin poder obtener sus cuerpos para enterrarlas. Esto provocó que tanto los nobles como el párroco del lugar, que ya había escuchado historias de que en el castillo se practicaba la magia negra con la sangre de jóvenes vírgenes, denunciaran formalmente la situación.
El párroco envió una carta dirigida al rey Matías II en donde le contaba entre otras cosas la aparición de 9 cadáveres de jóvenes entre las catacumbas que conectaban el castillo y la capilla. Le informaba también de que dichos cuerpos habían sufrido diferentes grados de mutilaciones.

No era la primera vez que el rey había recibido información sobre lo que sucedía en el castillo, en un principio, como solo se trataba de sirvientas no le dio más importancia, pero a partir de la misiva recibida en 1610 le encargó una investigación sobre este asunto a Jorge Thurzó, conde palatino además de primo y enemigo de Isabel.
La lista de testimonios contra la condesa era enorme, en ella se denunciaba hechos tan graves como el quemar los genitales de las sirvientas con velas y carbones solamente por diversión, o beber sangre mediante los mordiscos que les propinaba a las muchachas directamente en las mejillas o en el pecho. Ante esta situación el 29 de diciembre de 1610, Thurzó junto a un pequeño regimiento de soldados se dirigió al castillo para la detención de la condesa encontrándose un escenario de pesadilla. En el salón del castillo encontraron a una chica desangrada y a otra moribunda a la que le habían agujereado el cuerpo. En la mazmorra encontraron a una decena más de muchachas a las que habían cortado y perforando en varias ocasiones, en ese momento las 3 criadas de confianza de la condesa se encontraban limpiando los restos de la última víctima. Se exhumaron los cuerpos de unas 50 jóvenes. El castillo estaba cubierto de manchas oscuras, los suelos se encontraban cubiertos de ceniza para absorber la sangre y todo despedía un fuerte olor a putrefacción.
Además se encontraron los artilugios de torturas que utilizaban para poder extraer la sangre de sus víctimas. Uno de estos artilugio era una jaula esférica, estrecha para sentarse y demasiado baja para estar de pie, con las paredes llenas de pinchos del tamaño de un pulgar y que se elevaba gracias a un sistema de poleas que lo mantenía en el aire con la víctima dentro provocando que la piel se desgarrara con el movimiento.

Otro de sus instrumentos favoritos de tortura era la conocida como “doncella de hierro”, con forma de sarcófago que reflejaba la silueta de una mujer, y que su interior estaba forrado de pinchos. La víctima se introducía dentro y al cerrarse los pinchos se incrustaban en el cuerpo.
En los Archivo Nacionales de Hungría se conserva abundante información tanto de las cartas que se intercambiaba con su marido, como las actas del juicio. Lo que desapareció fueron los diarios de Isabel donde contaba con lujo de detalles las atrocidades que cometía. Al parecer el número de víctimas en 6 años ascendieron a 612.
En el juicio que se celebró se imputó a 4 sirvientes de la condesa. La acusación se concentró en los asesinatos de las jóvenes nobles (unas 80) pues las vidas de las sirvientas carecían de importancia. Fueron juzgados:
- János Újváry Ficzkó, era el mayordomo y el encargado de reclutar a las víctimas de los pueblos. Confesó haber visto el asesinato de al menos 37 mujeres. Fue decapitado y arrojado al fuego.
- Ilona Jo,que había sido la nodriza de los hijos de la condesa y Dorottya Szentes a la que acusaron de ser la más sádica de todas, fueron acusadas de ser las torturadoras. Se les cortaron las manos y fueron condenadas a arder vivas en la hoguera.
- Katalin Beneczky, era la lavandera del castillo, encargada de deshacerse de los cuerpos y de limpiar los restos. Fue condenada a cadena perpetua, pero tras pasar varios años en la cárcel fue liberada.
- Anna Darvolya, los cómplices de la condesa dijeron de ella que practicaba la magia negra y rituales satánicos y que fue la que enseñó tanto a la noble como a sus secuaces como golpear y torturar a las víctimas hasta la muerte. En los juicios que tuvieron lugar por los crímenes todos los acusados apuntaron a esta mujer como la culpable de todos los males. No pudo ser juzgada pues había muerto 2 años antes.
La condesa Isabel Báthory fue juzgada por la desaparición y muerte de las hijas de los gentiles hombres pero nunca confesó ninguno de los crímenes de las que fue acusada.
A diferencia de sus servidores, no fue llevada a juicio pues la ley impedía que una noble fuese procesada. Thurzó pactó con Pal (hijo de Isabel) y los yernos de la condesa la reclusión de por vida de Isabel. Sus bienes serían confiscados aunque esto último no ocurrió pues en el testamento dejado por ella, daba orden de que el patrimonio se dividiera entre sus hijos.
Isabel fue introducida en sus aposentos, las puertas y ventanas fueron selladas, dejando solo un orificio para pasar la comida y condenada a no ver la luz del sol. Sobrevivió de esta forma durante 4 años. El 21 de agosto de 1614 fue encontrada por su carcelero muerta.
Hoy en día no se sabe el paradero de su cuerpo, tras su muerte los habitantes de Csejthe se negaron a que fuera enterrada en tierra sagrada o en el pueblo. Se llevó su cuerpo a la cripta que la familia tenía en el pueblo de Ecsed, lugar de procedencia de los Báthory.

Se prohibió hablar de ella y durante más de un siglo permaneció en el olvido hasta que volvió a saberse de ella cuando en 1760 un jesuita llamado László Turoczi descubrió las transcripciones del juicio. Será el primero en escribir un monográfico sobre la condesa, donde describe las atrocidades cometidas y su gusto por bañarse en la sangre de jóvenes vírgenes. Otros autores tras él, fueron alimentando esta faceta de perversidad, añadiendo relatos de sadismo, brujería o depredación sexual.
Pero a partir de la década de los 90 del siglo pasado, esta imagen comenzó a ser cuestionada y a verse a Isabel como una víctima de una conspiración. Isabel Báthory era una viuda poderosa en un mundo de hombres y vivió en una época donde la violencia hacía la servidumbre se encontraba normalizada. Gracias a los tesoros de guerra de su marido su fortuna se acrecentó de tal forma que incluso hasta el propio rey Matías II tuvo que pedirle varios préstamos. Según autores como Tony Thorne o Kimberly L. Craft, el rey había urdido un plan para acabar con la condesa con el fin de quedarse con todas sus propiedades y no tener que devolver los créditos. La condesa se encontraba además metida en varias intrigas políticas que afectaban al país. A esto se le suma el apoyo económico que Isabel proporcionó a su primo Gabriel para convertirse en príncipe de Transilvania (el cual más tarde entraría en guerra contra los alemanes provocando que pudiera ser Isabel acusada de traición por Matías II).

A día de hoy, el número de víctimas que supuestamente murieron a manos de la condesa es un enigma. Es imposible saber lo que realmente sucedió, pues no sabemos donde termina la historia real de Erzsébet Báthory y donde comienza el mito. Víctima de los prejuicios de su tiempo y de la crueldad de sus familiares o verdugo de casi 650 jóvenes en una búsqueda de eterna juventud: ambas verdades se entremezclan en su negra leyenda.
[…] encontramos testimonios de la práctica de este tipo de castigo, como en el caso de la condesa Isabel Báthory, en Hungría. Juzgada por la desaparición y muerte de las hijas de los “gentiles hombres” en […]
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