La situación de la población española al final de la Guerra Civil en 1939, era muy precaria después de tres años de guerra para una gran parte de la misma. Decir que se pasaba hambre en la posguerra no es nada nuevo, y unos documentos concretos demuestran lo delicado de la situación mediante comunicaciones de ayuntamientos a administraciones o particulares conservados en archivos. Con esta documentación de la época veremos los detalles de la dificultad de la vida cotidiana, en los momentos finales de la guerra y los inmediatamente posteriores. Es interesante la lectura de los documentos para hacerse cargo del estado real de carencias.
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En la Bisbal d´Empordà, las tropas nacionales entraron el 5 de febrero de 1939, estableciendo una Gestora provisional para la administración municipal hasta que se nombrase una nueva corporación, sistema habitualmente realizado conforme las tropas nacionales conquistaban nuevas localidades. La situación alimenticia de los momentos finales de la guerra ya extramadamente difícil. El 20 de febrero encontramos una notificación del Ayuntamiento a Auxilio Social, en la que se menciona que se envía a Barcelona, junto con el ayuntamiento de Palamós, puerto de mar, dos barcas de pesca a fin de recoger productos de primera necesidad, literalmente: azúcar, arroz, lentejas, leche garbanzos, jabón y conservas.
Dos días después, el ayuntamiento de Palamós solicita, ”con la máxima urgencia” al de la Bisbal, huevos. Las solicitudes de productos se hacen sin especificar cantidad alguna, puesto que la necesidad es absoluta al carecer de lo más mínimo.
El escritor, y periodista, Josep Pla, natural de la comarca del Ampurdán escribió un artículo para La Vanguardia de Barcelona el 10 de febrero, en el que ya nos da muestras de la situación alimenticia en la que se encontraba la población. Como vemos en la correspondencia fechada en 20 y 22 de febrero de 1939, en La Bisbal y Palamós,
la situación días después no era tan halagüeña como se congratulaba Josep Pla.
“En La Bisbal encontramos el primer almacén de ”Auxilio Social”, por decirlo así, de primera línea. Gran cola en la puerta. Los ojos de mi buen amigo se iluminan. ¡Esto marcha!- dice mi viejo amigo. Hay pan en abundancia, sardinas, higos secos-y almendras. La gente sale con la gorra llena de vituallas. Los elementos de “Auxilio Social” organizarán, mañana un comedor para dar comida caliente. El entusiasmo es grande.”
No era más que un espejismo, dado que la cruda realidad no tardó en imponerse. La falta de alimentos en la retaguardia republicana había crecido conforme avanzaba la guerra, y pasados los primeros instantes inmediatos a la llegada del ejército de Franco, con reparto de víveres como indica el artículo de Josep Pla, se retornó a la verdadera situación de carencia.

Las siguientes comunicaciones nos muestran hasta que punto la harina, y el pan estaba controlada, puesto que se exigían declaraciones juradas y cantidades exactas de producción de pan. En una se amenaza con multa, y en la otra se exige se completen las cantidades estipuladas.
Los próximos textos afectan a las tropas acantonadas en la Bisbal. Dado el racionamiento decretado, el 12 de octubre de 1939, se solicita por parte del ayuntamiento se ordene a la tropa se abstenga de comprar en las panaderías de la localidad. Al día siguiente, 13 de octubre, se produce el hecho relatado en la comunicación del ayuntamiento, en la que se explica que dos soldados no han podido comprar pan y las amenazas que uno de ellos ha realizado de asaltar las tiendas. Sin duda, el rancho de la tropa tampoco debía ser muy abundante.
No solo la harina, sino también el azúcar escaseaba, como podemos ver en esta comunicación al Gobierno Civil, por parte del ayuntamiento de La Bisbal, del 11 de mayo de 1939, en la se solicita se libre azúcar a los fabricantes de gaseosa, tras reiteradas peticiones por parte de los mismos.
Los siguientes documentos son posteriores, de 1940 y 1941. El primero manuscrito, es un escrito del guardián de la cárcel de la Bisbal a su alcalde, en la que le manifiesta haber tomado la decisión que la mujer que trae la comida a los presos la sirva ella misma, puesto que los detenidos se quejan de la poca cantidad que reciben y le acusan a él de apropiársela, dirigiendo por ello la información al alcalde. La segunda, es una comunicación del pueblo de Corçà al Inspector de abastecimientos y transportes del partido en la que, diciéndose enterados de que otras poblaciones por la fiesta mayor han recibido subsistencias de carácter extraordinario, y hallándose ellos cercanos a celebrarla, solicitan les sean remitidos abastecimientos en mayor abundancia.
Hasta 1942 estuvieron instituídos los “día del plato único” y “el día sin postre”. Al poco de comenzada la guerra, Queipo de Llano en sus locuciones radiofónicas, y siguiendo una idea de la Alemania nazi, lanzó la idea para “su” territorio sevillano, siendo en poco tiempo implantado primero el día del plato único y posteriormente el día sin postre en toda la zona sublevada. De hecho, se trataba de un impuesto solidario, gestionado por el Fondo de Protección Benéfico Social, institución paralela a Auxilio Social. En principio se instituyeron dos días al mes, en los cuales solo se podía comer un plato, en los restaurantes y casas particulares. En los primeros se pagaban dos platos pero solo se tomaba uno, y en los domicilios particulares se pagaba un cupón por el plato y otro por el postre. Los restaurantes tenían que abonar el 25% de la recaudación del día. Desde julio de 1937, se instituyó el día del plato único y sin postre como semanal. En 1942 se sustituyó por las cartillas de racionamiento.
Recaudación del plato único en la provincia de Ávila en 1940 .( Archivo Provincial Ávila.) Instrucciones para la implantación del plato único en La Bisbal, con correcciones a mano. (ACBE). Cupón de pago del plato único y día sin postre. (todocolección). Notícia de la instauración en la provincia de Gerona. La noticia está fechada en 24 de julio de 1939, sin embargo la fecha de imposición en la Bisbal es de 31 de octubre.
Propaganda del Plato único y Dían sin postre. Fuente La Razón.
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