Para conocer los orígenes de la esclavitud, hemos de mirar a nuestro pasado neolítico, bucear en los últimos siglos del IV milenio antes de nuestra era, en los que la humanidad comenzaba a acumular excedentes, a gestionar un hipotético futuro moldeando el presente. En este contexto aparecieron las primeras jefaturas, que habrían basado su prestigio por primera vez en la historia, en el dominio, relegando la experiencia, valía o edad a comunidades cada vez más marginales.
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“Naciones bárbaras o civilizadas, grandes o pequeñas, poderosas o débiles, pacíficas o guerreras, bajo las más diversas formas de gobierno, profesando las religiones más contrarias, y sin distinción de climas y edades, todas han llevado en su seno el veneno de la esclavitud”
Saco, 1936
Las construcciones megalíticas del IV milenio antes de nuestra era suponen la documentación material más destacable en el occidente de Europa. El fenómeno megalítico ha sido profundamente estudiado, llegando a conclusiones que nos aproximan al origen de las desigualdades en el seno de estas comunidades de finales del neolítico.
Las gigantescas construcciones de piedra habrían desempeñado funciones funerarias y colectivas evidentes, pero además tendrían un papel en la estructura social que denotaría una incipiente preocupación por el control de la tierra. Marcadores, señales que desde la distancia avisarían a extraños que a partir de aquella construcción la tierra tenía dueños. El paisaje predominante de Europa lo formaba un gigantesco bosque templado, un horizonte donde la tierra de cultivo escaseaba y las bocas que había que alimentar cada día eran más.
Las comunidades neolíticas habrían realizado grandes esfuerzos colectivos y coordinados para habilitar terrenos para la agricultura, con una correspondencia con el mundo de los muertos, a los que dedicaban estas estructuras de enterramientos igualitarios. Si la vida les unía para desarrollar estrategias colectivas de explotación, la muerte debía igualar a todos los partícipes de la comunidad, mediante estas estructuras visibles en el horizonte, señales que no pasaban desapercibidas a miembros de otras comunidades que pudieran desplazarse en busca de terrenos agrícolas; el momento era propicio para la creciente competencia que anunciaba el fin de una era y de un milenio.
El tránsito hacia el III milenio a.n.e. supuso la introducción de innovaciones tecnológicas tal como reflejan en sus estudios Renfrew y Sherratt. Empezaron a priorizar en la producción agrícola y ganadera aquellos productos que más fácilmente podían intercambiarse en redes comerciales más largas, como la lana, quesos o derivados textiles. La producción mejoró con la introducción de la tracción animal en el arado de tierras, que permitía un mejor rendimiento de la tierra. La gestión de los excedentes no solo requería imaginar el futuro, para que las comunidades se anticiparan a períodos de escasez, paliada con el almacén de grano, sino que necesitaban de dirigentes capaces de mantener bajo control a toda la comunidad. Para ello resultaba imprescindible dotarse de prestigio y ostentar poder efectivo sobre una mayoría de braceros cada vez más distanciados y dependientes de las decisiones de las incipientes jefaturas.
Los últimos neolíticos se alejaban de la estrategia de lo comunitario, introduciéndose en un mundo desconocido, donde el tiempo se escapaba trabajando, ya no para la comunidad a la que pertenecían, sino para una élite cada vez más poderosa, de la que dependían sus vidas. La práctica del fundido del cobre estaría generando influencia a través del control de las rutas comerciales y autoridad a través de la exhibición de objetos exclusivos, a las clases dominantes. Estas jefaturas además se consolidarían mediante otras estrategias paralelas, celebrando rituales y festejos durante los que se establecerían alianzas entre jefaturas, intercambios matrimoniales y reparto de alimentos reservados, que además apaciguarían potenciales rebeliones.
Con todo, la vida del hombre transcurrió durante treinta mil años sin necesidad de reyes ni reinas, primeros ministros, presidentes, parlamentos, congresos, gabinetes, gobernadores, alguaciles, jefes, fiscales, secretarios de juzgado, coches patrulla, furgones celulares, cárceles ni penitenciarías. ¿Cómo se las arreglaron nuestros antepasados sin todo esto?
Harris, 1993
Son mayoría los estudios que coinciden en señalar el final de las sociedades de agricultores neolíticos como el principio de las desigualdades entre miembros de la misma comunidad. Estas desigualdades se intensificarían durante los últimos siglos del III milenio a.n.e. mientras el cobre ganaba protagonismo. La incorporación a los metales en Europa provocó también el miedo a perder su control. Los poblados calcolíticos cuentan con un elemento material que nos ha permitido dilucidar que quienes los diseñaron pretendían combatir el miedo, por ello construyeron murallas, para defenderse de posibles usurpadores de otros poblados próximos o lejanos, pero también para tener controlada a una población que extraía el valioso material, unos productores que tratarían de escapar de vidas encadenadas a penosos trabajos al servicio de la élite.
No es casual que los poblados en paisajes de llanuras fueran levantados en motillas y pequeñas colinas. Desde la distancia los vigías de la elite controlarían todo lo que se movía en las rutas de tránsito hacia las minas, pero también a los que trabajaban las tierras aledañas, los braceros del poblado a las órdenes de sus dueños.
En los siglos de tránsito del III al II milenio, las sociedades agrícolas habrían vivido una fase de expansión productiva a gran escala, que, junto con la evolución de las ciudades, cuyas necesidades administrativas se habrían complejizado de tal manera que no habría sido posible sin escritura, habrían alumbrado los primeros imperios agrarios, como Egipto o China. Por primera vez en la historia, aumentó la oportunidad de explotar a poblaciones enteras, basándose en las diferencias de poder militar, derivadas del desarrollo tecnológico, tal como afirmaba el sociólogo Lensky.
Estos grandes imperios que se extendían por todo el mundo atravesaron diversas fases internas y externas con momentos de mayor o menor intensidad esclavista, aunque la esclavitud siempre constituyó uno de los pilares de su estructura económica y social.
La mayoría de esclavos procedían de capturas de guerra. Es probable que esta práctica alternativa a la aniquilación del enemigo constituyera una estrategia, así aprovecharían una fuerza de trabajo que incrementaría los beneficios que las victorias en la guerra proporcionaban a la élite de las sociedades. Pero la esclavitud también se iría nutriendo de individuos condenados, del comercio, constituyendo además un bien generador de rentas y de la herencia, los hijos de esclavos también serían esclavos.
“por primera vez en la historia, las diferencias de poder militar basadas en el desarrollo tecnológico se convirtieron en una realidad básica en las sociedades humanas, por lo que aumentaron proporcionalmente las oportunidades de explotación”
Lenski, 1966
El II milenio antes de nuestra era supone la expansión agrícola de estas sociedades en las primeras etapas de formación de imperios, donde la complejidad tecnológica impulsó medios de transporte más rápidos; la vela y la rueda revolucionaron y extendieron el comercio a gran escala y distancia.
Roma se constituyó como estado a finales del I milenio a.n.e y se erigió como el último gran imperio agrario del occidente europeo a comienzos de nuestra era. Durante todo el proceso la esclavitud formó parte de su estructura socioeconómica hasta la desintegración de sus dominios occidentales a finales del S. V. La caída del Imperio romano no supuso el fin del esclavismo, que adoptó distintas maneras de ligar hombres al trabajo de por vida, para satisfacer la voluntad de dueños, señores, altos mandatarios o miembros de la élite de las distintas sociedades, pero poco variaban las condiciones de las masas campesinas, mineras o sirvientes en general.
Aunque existieron voces aisladas que pedían abolir la práctica de la esclavitud, en todas las sociedades de la historia fue una práctica normalizada y hasta el S. XVIII no se comenzó a cuestionar la existencia de esta práctica, con la extensión de las ideas ilustradas.
“La esclavitud ha sido un hecho social cambiante y ha tenido funciones específicas a lo largo de la historia. En Atenas, la esclavitud era un fenómeno imprescindible para el funcionamiento de la ciudad.
La clave para la participación del demos en la vida de la ciudad era estrictamente económica. En este sentido, se apoyaba en tres cuestiones, en la mistoforía (retribución económica que confería la ciudad a quienes participaban en las instituciones y que no permitía la subsistencia de estos), en el trabajo (en ocasiones obligado a ejercerlo) y, por último, en la esclavitud.
La esclavitud concedía a los atenienses disponer de tiempo liberado, es decir, se convierte en un requisito necesario para el sostenimiento de la polis democrática, una condición económica para que el demos detente tiempo liberado para participar en las instituciones, en el Arkhé. Así, para mantener al demos como base social decisiva en términos políticos hacía falta todo esto.
Hoy en día, ¿realmente se puede afirmar que, en el famoso Estado de Bienestar, donde están insertos los países desarrollados, no existe esclavitud? O ¿se está viviendo una nueva forma de esclavitud, donde el esclavo no tiene conciencia de su condición?
Esta nueva forma de esclavitud no es visible a simple vista. No obstante, es construida por un sistema que se reinventa y que es capaz de generar nuevas formas de violencia estructural hacia colectivos vulnerables. Así, se concede a los ciudadanos de “los países desarrollados” a disponer de tiempo liberado a costa de la precariedad, de la inseguridad e inestabilidad de lo que occidentalmente se ha denominado “países subdesarrollados o en vías de desarrollo”.
Alicia Ortega Fernández, Socióloga.
“Estas palabras, esclavitud y derecho, son contradictorias; se excluyen mutuamente. Si la guerra no da al vencedor ningún derecho de masacrar a los pueblos vencidos, este derecho que no posee no puede ser el fundamento del derecho de esclavizarlos.”
Rousseau
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Excelente trabajo
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Muchas gracias! Comentarios como el tuyo hacen que nos lo tomemos en serio e intentemos hacerlo cada día mejor
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Excelente trabajo, felicitaciones
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