Bernardo Cologan, el español clave en la revolución china de los Boxers

Hablemos de China. El período de intervención e imperialismo de las potencias occidentales, de Rusia y de Japón, también conocido como el de los “Cien Años de Humillación Nacional”, comenzó en medio de la adicción generalizada al “veneno negro” chino que, en 1839, ocasionó la derrota militar en la Primera Guerra del Opio ante el Reino Unido, finalizando después de la Segunda Guerra Mundial y con el establecimiento de la República Popular de China, en 1949.

  

Tiempo de lectura: 10 minutos

El siglo de la Humillación

A la derrota en la Primera Guerra del Opio, le siguieron otras, siempre desfavorables para la China de entonces y con las que sufrió una gran fragmentación interna, perdiendo casi todas las guerras que libró y obligándose, a menudo, a otorgar importantes concesiones en tratados posteriores, a abrir puertos para el comercio, o bien, a arrendar o ceder territorios a las grandes potencias, como fueron;  partes del noroeste de China, al Imperio ruso, la bahía de Jiaozhou, a Alemania, Hong Kong, a Gran Bretaña, Zhanjiang, a Francia y Taiwán y Kwantung, a Japón.

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Gran Bretaña, Alemania, Rusia, Francia y Japón,
dividen y se reparten China

La Rebelión de los Boxers

Las continuas invasiones occidentales y japonesas en la China de la débil Dinastía Qing, provocaron un descontento en contra de la influencia foránea.   Habían recibido gran número de inversiones extranjeras en su economía y su atraso tecnológico y administrativo en comparación con las potencias de Europa, había generado que diversos países como Gran Bretaña e Irlanda, Rusia, Francia, Alemania y Japón, impusieran mediante tratados desiguales sus zonas de influencia en territorio chino, ganando derechos de extraterritorialidad, y elevadísimos privilegios comerciales que mermaban la autoridad de la corte imperial además de ser considerados como lesivos y humillantes para China.

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Diplomáticos occidentales junto al hermano del emperador Guang-Xu,
el 17 de marzo de 1901, en el Jardin del Palacio de Fou, en Pekin

La penetración cultural extranjera en perjuicio de la herencia cultural china causó nueva indignación entre diversos líderes religiosos e intelectuales, recurriendo, en 1898, a un masivo desorden civil armado por parte del movimiento de los “Puños de Armonía y Justicia”. A esta revuelta antioccidental se le denominó la “Rebelión de los Bóxers o “boxeadores”, porque muchos de sus miembros habían practicado artes marciales chinas. 

Después de varios meses de creciente violencia y asesinatos en las regiones septentrionales, Shandong y la llanura del norte de China contra misioneros cristianos de origen europeo, así como cristianos chinos que ignoraban las obligaciones tributarias y abusaban de sus derechos, el 13 de junio de 1900, los insurrectos bóxers empezaban las hostilidades contra las oficinas de representación diplomática. Convencidos de que no eran vulnerables a las armas de los extranjeros, concurrieron en Pekín bajo el lema: “Apoyar al Gobierno Qing y exterminar a los extranjeros”, de esta manera, el día 20 de junio, el ministro alemán Von Ketteler era asesinado mientras se desplazaba para participar en las negociaciones, hecho que desató los enfrentamientos en Beijing.

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Emperatriz regente Cixi     viuda del Emperador Xianfeng (Gran Qing)

La emperatriz viuda Cixi, gobernante absoluta de la China Imperial en aquella época bajo la Dinastía Qing, tuvo que lidiar con los sublevados conservadores y xenófobos, y aunque rechazaba, en un principio, la idea de expulsar totalmente a los extranjeros, porque de ellos dependía gran parte de la economía china, finalmente, apoyó a los bóxers. 

Ante los informes de una invasión para levantar el asedio por parte de la Alianza de las Ocho Naciones, compuesta por unas dos mil tropas armadas japonesas, rusas, británicas, francesas, estadounidenses, alemanas, italianas y austrohúngaras, la emperatriz viuda Cixi emitió, el 21 de junio, un decreto imperial donde declaraba la guerra a las potencias extranjeras.  

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Ejecución de soldados boxers entre 1900 y 1901

La Alianza de las Ocho Naciones derrotó al Ejército Imperial de China y llegó a Pekín el 14 de agosto, aliviando el asedio que duró 55 días en el Barrio de las Legaciones de Beijing, donde se refugiaron diplomáticos, civiles extranjeros, soldados y cristianos chinos.

Las negociaciones durante la rebelión

Después de la crisis que generó el Levantamiento Bóxer, se produjeron una serie de negociaciones para acoardar el paquete de compensaciones que recibiría cada uno de los miembros de la Alianza de las Ocho Naciones

Entre otras claúsulas se hablaba de una indemnización global de alrededor de unas 18000 toneladas de plata fina que se pagarían durante un período de 39 años a las naciones involucradas y que con los intereses del 4% hasta la amortización total de la deuda ascendería a unas 37000 toneladas, de las que Rusia se llevaría un 28,97% y España 0,03%.

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Representantes de las potencias occidentales junto al decano. Embajada de España 17 de mayo de 1901

El Protocolo Bóxer y sus signatarios 

El Tratado de Xinchou, también conocido como el Protocolo Boxer, se firmó el 7 de septiembre de 1901 por el Imperio Qing de China y la Alianza de las Ocho Naciones, que habían proporcionado tropas militares para sofocar el levantamiento de los bóxers, además de los reinos de España, Bélgica y Países Bajos. Con este documento de gran importancia, se restablecían las relaciones de amistad entre las naciones extranjeras y el Imperio chino.

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Sesión 66 del 28 de agosto de 1901. Cuerpo diplomático en la embajada española. Preside el decano Bernardo Cologan

En la firma del Protocolo Bóxer que aparece en la imagen inferior, participaron de izquierda a derecha: F.M. Knobel, de los Países Bajos (solo se ven sus manos); K. Jutaro, de Japón; G.S. Raggi, de Italia; Joostens, de Bélgica; C. von Walhborn, de Austria-Hungría; B.J. Cologán, de España; M. von Giers, de Rusia; A. Mumm, del imperio alemán; E.M. Satow, del Reino Unido; W.W. Rockhill, de los Estados Unidos; P. Beau, de Francia y en representación de la Dinastía Qing; I-Kuang; el diplomático Li Hongzhang y el Principe Yikuang.

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 Yikuang, príncipe Qing (1838-1917)

El Protocolo Bóxer fue firmado en la Legación de España en Pekín, una embajada prácticamente sin intereses en China, donde los plenipotenciarios de las Legaciones occidentales y el Príncipe Qing, terminaban con las negociaciones de paz y de las que había sido decano de los diplomáticos extranjeros, el tinerfeño nacido en el Puerto de la Cruz, Bernardo Jacinto de Cólogan y Cólogan (1847-1921) quien, tras los 55 días de asedio, lideró y dirimió las negociaciones en la sede de la delegación española  con un centenar de reuniones que duraron casi un año y que concluyeron con la firma del Protocolo Bóxer, documento que él mismo redactó y firmó. Éste hecho que le hizo merecedor de reconocimientos y condecoraciones por parte de muchos países, incluida la China Imperial. Según cuenta la leyenda, también le regaló China las esculturas de dos leones de piedra que custodian la entrada de la embajada española en Pekín y que se conocen como “los leones de Cólogan”. 

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La alianza de las ocho naciones después de la firma del Protocolo Boxer

Durante la segunda estancia en China de Bernardo Cólogan (1895-1901) como embajador español, se tenía constancia que compuso un álbum de recuerdos, una especie de diario en el que narró las circunstancias del asedio sufrido en el barrio diplomático durante la legendaria rebelión de los bóxers y su crucial papel durante las negociaciones, en el que incluyó fotografías, cartas del príncipe Qing, autógrafos dedicados, recortes, anotaciones e incluso una partitura manuscrita de un vals que denominó el “Vals de los Bóxers”.

Más de 100 años después, el “diario” de los 55 días en Pekín, aparecía en una biblioteca familiar de los Cólogan en Tenerife, en el reparto de una herencia en 2015. Un bisnieto-sobrino suyo ha reproducido el “diario” y publicado un libro titulado “Bernardo Cólogan y los 55 días en Pekín”, donde cuenta la vida de su antepasado y su carrera diplomática con fotografías inéditas y documentos que reflejaban el ocaso de la última dinastía del Imperio Chino, a la vez que se derrumbaba el Imperio español en todo el mundo. 

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Retrato de Bernardo Cólogan en la actual embajada de España en China

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