Historia de la cocaína. De la planta sagrada a la droga maldita

La cocaína es una de las drogas más consumidas a nivel mundial, provocando serios problemas de salud física y psicológica entre los millones de consumidores en el mundo. Además en torno a su producción y comercialización, se han instalado poderosas organizaciones delictivas, cuya actividad ha provocado miles de muertos, damnificados, y un titánico flujo de recursos públicos destinados a combatirlas. De igual manera los daños derivados de su consumo en las sociedades contemporáneas, han generado la necesidad de desplegar campañas sanitarias y sociales destinadas a la protección y recuperación de amplios sectores de las sociedades contemporáneas mundiales.

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Las propiedades estimulantes y euforizantes de la hoja de la cocaína al ser mascada se conocen al menos desde hace 4000 años. Aquellos pueblos de los andes habrían aprovechado fechas especiales para su consumo en ceremonias y rituales. La aceleración del latido del corazón y de la respiración contrarrestarían los efectos del escaso oxígeno provocando una inusual actividad que relacionarían con el mundo sagrado. 

El registro arqueológico ha documentado restos de uso de la coca desde el 2500 a.C. en una tumba donde junto al muerto aparecen restos de preparados con hoja de coca, que posiblemente le ayudara en el tránsito hacia la eternidad, en la región de Huaca-Prieto, al norte de Perú. 

Posnasky en su obra Tiahuanaco, la cuna del hombre americano, publicada en 1945 describe el descubrimiento de momias cuyas vísceras fueron sustituidas por hierbas y hojas de coca. Algunos restos de cultura material, como figurillas de posibles sacerdotes con las mejillas dilatadas representando el proceso de masticación de la hoja de coca, pertenecientes a la cultura mochica, en torno al año 500 d.C. viene a corroborar no solo el carácter sagrado del consumo, sino también la generalización del comercio de coca entre los distintos pueblos de Sudamérica ya en el siglo VI de nuestra era. 

Fue con la llegada y control de los territorios americanos por parte de europeos durante el siglo XVI, cuando la coca empezó a desligarse de su uso sagrado y ceremonial, para comenzar a ser aprovechada por sus propiedades para paliar el hambre y la debilidad.  Las masas de campesinos y esclavos explotados por españoles y portugueses, para la extracción de plata y el cultivo de campos, habrían encontrado en la planta un remedio para paliar las penurias a las que eran sometidas. Cuando los soldados invadieron tierras andinas en 1532, la coca estaba reservada a aquellos momentos ceremoniales, aunque pronto pudieron constatar que era un fabuloso estimulante para aumentar la productividad de los esclavos indígenas, por lo que es probable que fueran los propios europeos quienes fomentaran su uso de forma habitual. 

El conocimiento de cómo estas especies podrían ser útiles para el bienestar humano con frecuencia está desapareciendo más rápido aún que los mismos árboles tropicales, en la medida en que los nativos cambian sus modos de vida aborígenes”.                

M.J.Plotkin, etnofarmacólogo.

En el año 1565 se menciona por primera vez a la planta de la coca en el libro Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, del botánico y médico español Nicolás Monardes. Fue clasificada ya en el siglo XVIII como Erythroxylon por el aspecto rojizo de su corteza, por el naturalista y botánico sueco Carlos Linneo. La ciencia consiguió sintetizar la cocaína extraída de la planta de la coca en el año 1859. Fue el farmacéutico y químico alemán Albert Niemann el que consiguió llevarlo a cabo, y cuyos experimentos también alumbraron el gas mostaza. Pero hasta el año 1880 no empezó a hacerse popular entre la comunidad científica. 

Tratado de botánica de Nicolas Monardes. Publicado en 1565

Albert Niemann describía la sustancia a través de sus efectos que provocaban un fuerte amargor que entumecía la lengua. No fue sino hasta 1880 cuando empezó a hacerse popular en la comunidad médica, tras el experimento del médico ruso Vassili von Anrep, que se auto inyectó por vía subcutánea cocaína, observando una insensibilidad a las agujas. Así se observaron propiedades anestésicas y estimulantes del cerebro, lo que llevó a médicos norteamericanos a utilizarla en tratamientos para contrarrestar la grave adicción a la morfina, que había adquirido tal dimensión entre los soldados de la guerra de secesión, que se hablaba de epidemia. La heroína había sido ya sintetizada para usar contra la adicción a la morfina, su nombre proviene de héroes, como se calificaba a los veteranos de la guerra de secesión. 

El psicoanalista austriaco Sigmund Freud, quien usaba la droga personalmente, fue el primero en promover el uso de la cocaína de forma general como un tónico para curar la depresión y la impotencia sexual, sus trabajos al respecto quedaron recopilados en la obra The Cocain Papers. En el año 1884 publicó el artículo Sobre la coca, una apología sobre la sustancia, que calificaba como mágica. 

Sigmun Freud, 1885

El intento de utilizar la cocaína para eliminar la dependencia de la morfina, fue un rotundo fracaso, así como los usos psiquiátricos que experimentaba Freud, siendo acusado de desencadenar la tercera plaga de la humanidad, junto al alcohol y la morfina, por el célebre químico alemán Albrecht Erlenmeyer.

Lo cierto es que tras la sintetización de la cocaína, su uso se popularizó al ser considerado como un estimulante similar a la cafeína. Surgieron algunos productos derivados, como el “vin Mariani” un preparado de hojas de coca fermentadas, consumido en el París de finales del siglo XIX, que fue incluso bendecido por el Papa León XIII como tónico para el cuerpo y el espíritu. Pero el mayor impulso a la comercialización de productos con cocaína u hoja de coca, vino de la mano de John Pemberton, químico estadounidense que en 1886 incluyó las hojas de cocaína como ingrediente de su nuevo refresco, la Cocacola, cuyos efectos euforizantes y vigorizantes influyeron para impulsar el nuevo producto a principios del siglo XX. 

A partir de la década de 1850 hasta principios de 1900, personas de todas las clases sociales comúnmente usaban elixires con cocaína y opio (pociones mágicas o médicas), tónicos y vinos. Celebridades que promovieron los efectos “milagrosos” de los tónicos y elixires de cocaína, incluyeron al inventor Thomas Edison y la actriz Sarah Bernhardt. En esa época, la droga llegó a ser popular en la industria del cine mudo y los mensajes a favor de la cocaína que salían de Hollywood influenciaron a millones de personas.

Los primeros años del siglo XX empezaron a documentarse secuelas físicas graves en la literatura médica, tales como daños nasales. La evidencia de los peligros del consumo de cocaína, que además se había popularizado esnifarla, llevó a la empresa Cocacola a retirar las hojas de coca de sus ingredientes en el año 1903, por la mala imagen que generaba su producto. En Estados Unidos la prohibición llegó en el año 1923, tras años de registros alarmantes de fallecidos por consumo de cocaína.

Las guerras siempre fueron un campo de abono para las adicciones, ya sea buscando mitigar el dolor y la depresión ante el horror y la barbarie, o inducidas por mandos para desinhibir el miedo, y aumentar la agresividad en las batallas. Fue durante la I Guerra Mundial cuando el consumo de drogas se extendió, especialmente la morfina, el alcohol y la cocaína. De entre la dotación a los soldados, había una ración diaria de alcohol en todos los ejércitos combatientes, y además el ejército francés, alemán, australiano y británico proveía de cocaína a sus soldados,  para paliar la debilidad e incrementar las actitudes de combate. A la iniciativa individual normalizada del consumo de cocaína, se unía el fomento estratégico desde los distintos máximos responsables de los ejércitos. 

El período de entreguerras no redujo el consumo de cocaína en occidente en espacios de ocio, ambientes creativos, políticos o tertulianos, aunque su uso anestésico había desaparecido, debido al descubrimiento de otros anestésicos que no producían dependencia, el uso lúdico mantenía una fuerte producción mundial, gracias a la demanda en el mundo occidental y Asia y a pesar de la prohibición de Estados Unidos y la tendencia prohibicionista que se extendió por distintas jurisdicciones del mundo. 

En la obra «El gran delirio», se detallan la adicción de Hitler a la cocaína

En la II Guerra Mundial, al consumo normalizado de alcohol, morfina y cocaína, se le añadieron otros nuevos productos, como las metanfetaminas. La cocaína era consumida entre los militares de todos los ejércitos antes, durante y después de las batallas. En reuniones políticas, diplomáticas y de militares de los altos mandos, habría sido consumida. En la obra El Gran Delirio, de Norman Ohler, se detallan las múltiples adicciones de Hitler a las drogas, especialmente a la cocaína, psicoestimulantes como las metanfetaminas, la heroína o la morfina. El Fürher de las drogas, como le denomina en el libro Ohler, habría fomentado el consumo masivo entre la población de la Alemania nazi. La metanfetamina fabricada desde 1937 en Alemania con el nombre de “pervitín”, habría cumplido una función estratégica, tanto en la sociedad civil como en la vida militar de aquellos años de guerra y devastación de Europa. 

En España, el consumo de cocaína estuvo también muy extendido, desde principios del siglo XX. Su venta era habitual en las farmacias de la época, como remedios para diversas dolencias, pero también como elemento lúdico. Incluso en la Guerra Civil, su consumo era habitual en la retaguardia de los frentes de batalla. El historiador y sociólogo Juan Carlos Usó, describe la incorporación de las drogas a la cultura popular en el ámbito de Valencia, en su obra Arroz, Horchata y Cocaína. 

Durante los años 70, el consumo de cocaína vivió una expansión mundial, facilitado por la imagen que la relacionaba con el universo de los negocios y de los artistas. El efecto euforizante y energizante, asociado al lujo y la vida de alto nivel sirvieron como trampolín para su incorporación a amplias capas de la población. Un producto prohibido y de elevado precio, que se consumía en ambientes elitistas, suponían un gran atractivo para jóvenes de la época que imaginaban y deseaban una vida reservada a unos cuantos miembros glamurosos.

El carácter prohibido y atractivo de la sustancia, provocó un aumento de la demanda nunca antes conocido, que propulsó a su vez la creación de redes delictivas para el tráfico de cocaína, copando toda la cadena comercial, y generando poderosos grupos que habían acaparado gran poder económico, influencia social, política e incluso militar, gracias a los gigantescos beneficios que obtenían del tráfico de cocaína. Durante toda la década de los años 70 y bien entrado los años 80, en el mundo occidental la imagen del consumo de cocaína se alejaba del glamour para aproximarse a la delincuencia y el deterioro de la salud. Las guerras entre cárteles, contra gobiernos y en las calles por el control de tan lucrativo negocio, generó a su vez una imagen que asociaba cocaína a adicciones peligrosas, pobreza, crímenes y muerte. 

Aún así el negocio de la producción, distribución y venta de cocaína no dejó de generar beneficios tan elevados, que los grupos de control del negocio se sucedían y multiplicaban durante los años 90. Ni los recursos dedicados por los países occidentales contra los cárteles, ni la guerra directa, ni la mala imagen de la sustancia, ni los efectos nocivos en los consumidores, pudieron revertir una tendencia en aumento. Las toneladas de cocaína producida año tras año, abastecen la demanda mundial, tanto en América, como en Asia o Europa. Aunque los grandes cárteles sudamericanos fueron desmantelados a finales de los años 90, las organizaciones difuminaron su negocio en un conglomerado de pequeños grupos. En la actualidad se tiene constancia de más de 300 cárteles activos dedicados al tráfico de cocaína, aunque las drogas sintéticas se han diversificado en multitud de productos procesados en laboratorios de todo el mundo, por lo que el tráfico de sustancias prohibidas genera unos beneficios tan gigantescos, que su erradicación parece imposible. 

Según Naciones Unidas, la cocaína sigue siendo la sustancia prohibida de mayor consumo. Estima que 165.000 millones de dólares, de los 321.000 millones que representa el narcotráfico mundial, corresponden al tráfico de esta sustancia. Los principales productores fabrican la sustancia en Colombia, Perú y Bolivia, los mayores consumidores Estados Unidos y la Unión Europea, por lo que los principales puntos de entrada de droga en la actualidad son México y España. 

“Se dice que los llamados Cuerpos de Paz vinieron a civilizarnos… Pero estos Cuerpos de Paz enseñaron a los aborígenes los procedimientos químicos para extraer productivamente la cocaína de la coca. Nuestra gente aprendió de ellos a extraer el alcaloide para producir la cocaína. Esto indujo al cultivo en grandes cantidades… Vino la comercialización…”

Victor Mosquera Chaux; ex-embajador de Colombia ante los EE.UU.

El ser humano siempre se ha servido de las drogas, su uso ha estado ligado a la curación y atenuación de dolencias y enfermedades, pero también a la alteración de los estados normales de la consciencia, al encuentro con seres extra naturales o al diálogo directo con los dioses. Sus efectos potenciadores de fuerza, atenuantes del cansancio y simuladores de saciedad, fueron utilizados también para elevar la productividad y evitar rebeliones de pueblos y colectivos sociales sometidos a trabajos tan duros, que provocaban una alta mortalidad prematura, una desposesión de la condición humana o una desafección a la propia vida. En la etapa contemporánea, y en el caso que nos ocupa de la cocaína, su uso lúdico comenzó a extenderse al tiempo que se descubrían otras propiedades con aplicaciones psiquiátricas y anestésicas. Este uso lúdico que comenzó a comercializarse en ambientes elitistas pronto empezaría a provocar evidentes problemas de salud, por lo que la prohibición de la comercialización no tardó en llegar. Su uso sin embargo fue fomentado en los contextos bélicos desde la propia dirección militar y política. En las últimas décadas, los ingentes beneficios al albor de la prohibición siguen alentando la actividad delictiva de cárteles que controlan toda la cadena, al mismo tiempo que provocan verdaderas epidemias adictivas en amplias capas de las sociedades occidentales. Si bien el debate sobre la conveniencia de legalizar la producción y consumo de cocaína ha expuesto argumentos de peso, siguen existiendo serias reticencias para mantener vigente la prohibición. 

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