¿Existe la buena o mala suerte?. Si nos referimos al ambiente marino, seguro que muchos serán partidarios de su existencia. Sin tomar partido por ninguna opinión, mostramos dos casos, en que sus protagonistas son un gato, Sam (antes Klaus y Oscar) que sobrevivió a tres naufragios (el primero del acorazado alemán Bismarck), y el sin duda más desafortunado buque de toda la Segunda Guerra Mundial, el USS Porter, que casi consigue hundir un acorazado, el Iowa, con el presidente Roosevelt de pasajero.
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Las creencias y supersticiones de la gente del mar son visibles desde los inicios de la navegación. Las oscuras profundidades y la inmensidad de los mares han sido lugar idóneo para que los marineros tejan un gran número de leyendas, mitos, rituales, creencias y supersticiones, que han trascendido durante los siglos y generaciones de navegantes, en las que los monstruos y las sirenas han sido protagonistas y han guiado a los marinos en su día a día, en un ambiente hostil e incontrolable. El día de la partida ha de ser el correcto (en martes ni te cases ni te embarques, ni los viernes, ni la Candelaria); prohibido silbar (se desatan las tempestades); la presencia a bordo de mujeres y religiosos es nefasta y enfada los elementos; no cambiar el nombre del buque o que no se refiera a la meteorología; la presencia de paraguas a bordo (también provoca tempestades) etc, son una pequeña muestra de las supersticiones marineras. También hay circunstancias que traen buena suerte a los hombres de mar, como algunas aves marinas (son la reencarnación de los marineros muertos en el mar); amuletos, y talismanes como cruces y tatuajes, así como la presencia de algunos animales, como los gatos, con la función de cazador de roedores, apreciada por los marinos desde siempre. El trabajo de los felinos, contribuía a la higiene y también al mantenimiento de cordajes y otros objetos necesarios para la navegación.
Veremos dos casos de mala o buena suerte, como se mire y para quien se mire, de una mascota, un gato, y de un barco, un destructor, ambos durante la Segunda Guerra Mundial. El cómo se valoren los hechos relatados queda al albur de cada cual.
Nuestro primer relato tiene como protagonista un gato, de nombre Oscar, o Sam, de pelo negro y blanco. En mayo de 1941 se encontraba a bordo del acorazado alemán Bismarck, como mascota de un marinero que lo había adoptado al ser encontrado vagando por el puerto, por aguas atlánticas con el objetivo de participar en el bloqueo que la Kriegsmarine efectuaba a las islas Británicas. El Bismarck se convirtió en objetivo prioritario para Royal Navy, que lo acosó desde su salida a alta mar, y si bien se defendió de forma enconada (hundió al Hood)
Su destino estaba sellado por la implacable persecución de la flota inglesa, y finalmente fue hundido. Entre los escasos supervivientes (159 de una tripulación de 2200) se encontraba un gato, que fue salvado, adoptado y bautizado como Oscar (según las fuentes el gato se llamaba Klaus por sus propietarios alemanes) por sus rescatadores ingleses del destructor HMS Cossak, formando parte de la tripulación de este buque durante 5 meses, puesto que el 23 de octubre de 1941, fue hundido en las cercanías de Gibraltar por un torpedo lanzado desde el U-563. A pesar de las numerosas bajas (160 muertos) el gato Oscar sobrevivió, se le trasladó al portaaviones HMS Ark Royal, que irónicamente era el buque desde el que partieron los aviones que dieron el golpe de gracia al Bismarck. En esta ocasión fue rebautizado como Sam. También en las cercanías de Gibraltar, el portaaviones fue hundido el Ark Royal, salvándose la práctica totalidad de la tripulación y Sam, que se mantenía a flote en una tabla. El apodado como Sam el Insumergible tuvo como destino dos navíos más, que también serían hundidos durante la guerra, aunque ya sin su presencia. El último tramo de su vida, hasta 1955, lo pasó en Gibraltar y en Belfast, donde fallece en una residencia de marino. Si bien nos congratulamos de la suerte gatuna, sin duda, buque en el que entraba Sam, tenía su destino asegurado en el fondo marino.

El caso del USS Porter es diferente por parecer que su presencia incomodaba a Poseidón, y fuera el navío, fuera la tripulación, o su capitán, o todo un conjunto de incompetencias, tiene el lamentable honor de ser el barco maldito por excelencia de la Segunda Guerra Mundial. Y es que desde el primer momento de su primera misión, empezaron los problemas. El destructor DD-579, de la clase Fletcher se le bautizó como USS William D. Porter, en recuerdo del comodoro del mismo nombre participante en la Guerra Civil, que era, a la sazón, hijo del conocido marino David Porter. Conocido por la marinería como Willie Dee, el buque recibió, después de la puesta en servicio y las prácticas de combate, la orden de acudir a la desembocadura del río Potomac, desde su base de Norfolk, donde debería encontrarse con otros navíos (en total 6: un acorazado, dos portaaviones ligeros y tres destructores). Su primera misión, al mando del capitán Wilfrerd Walter, consistía en formar parte de la escolta al presidente Roosevelt, embarcado en el majestuoso acorazado Iowa, en su viaje a través del Atlántico en noviembre de 1943, para reunirse con Stalin y Churchill, rumbo a la Conferencia de Teherán. Era, por tanto, una misión secreta y de alta responsabilidad.
Desde el primer momento, las cosas empezaron a salir mal. Anclado en puerto, cuando desatracaba, el marinero responsable (o irresponsable), no levó completamente el ancla, y ésta quedó enganchada en el destructor amarrado junto a él, que sufrió desperfectos. Primera maniobra fallida y mal presagio para los marineros supersticiosos. Cuando el convoy del que forma parte el Porter se hace a la mar, dado el secretismo de la misión, se ordena silencio total de radios, y las comunicaciones entre navíos se realizan mediante señales.
La travesía, apacible en un principio, se truncó de repente al haber una fuerte explosión submarina, que levantó el agua, y puso a todos en guardia, al no saberse su procedencia y creyendo estar ante la presencia de un submarino no detectado. Todo el convoy se dispuso en zafarrancho de combate y se realizaron maniobras evasivas. La realidad era más sencilla: una carga de profundidad del Porter, mal sujeta y cargada, cayó al agua y explotó. Suponemos que a estas alturas el capitán debió de tener un ataque de nervios ante las explicaciones que debía dar al Iowa por los sucesos que ya se habían producido. Pero lo más grave estaba por llegar. Durante una tormenta, un fuerte golpe de mar lanzó a un marinero al agua, y la sala de máquinas sufrió una inundación que momentáneamente provocaron un retraso de nuestro buque. Como fuere, el Porter rompe el silencio de radio y comunica su situación al Iowa, que le amonesta por ello. Dos días después, el Iowa realizó un ejercicio de defensa antiaérea para mostrar sus defensas al presidente Roosevelt. Se lanzaron globos como objetivo que fueron derribados, y algunos se acercaron al Porter, quien a su vez los derribó. Pero aquí aconteció el suceso que podía tener consecuencias catastróficas. El Porter realizó entonces maniobras de simulacro de combate, y de lanzamiento de torpedos. Así, y apuntando al Iowa en el que el presidente era pasajero, tomado como objetivo, se efectuaron los correspondientes simulacros en los que los tubos no eran, por supuesto, disparados,… el uno y el dos no salieron, pero el tres , sí, en dirección al Iowa.
En el Porter, cuando se advirtió el percance, se intentó comunicar con el Iowa con señales, dado que el capitán, que había recibido una reprimenda por romper el silencio radiofónico, pero el nervioso responsable de las señales envió un mensaje equivocado, con lo que el capitán Walter, presa del pánico, rompe nuevamente el silencio por radio para comunicar al Iowa que un torpedo está dirigiéndose a él, que ya había sido detectado por los vigías del acorazado. En este momento y para esquivar el torpedo, el Iowa hace una brusca maniobra en la que el presidente en su silla de ruedas está a punto de ser lanzado al mar. El torpedo explotó a pocos centenares de metros de la popa del acorazado, siendo el propio presidente testigo desde la cubierta. Ante este suceso, el almirante King, al mando de la misión, ordenó a su acorazado y al resto del convoy apuntar sus armas al Porter al considerar la posibilidad de estar ante un intento de asesinato del presidente. Tras estos lamentables despropósitos y las tristes explicaciones del capitán Walter, el Porter recibió la humillante orden de retirarse de la escolta del presidente, y dirigirse a las Bermudas, donde toda la tripulación fue arrestada, y sometida a investigación y consejo de guerra, saliendo a la luz las inexperiencias de la marinería. El marinero Lawson, responsable de la salida del torpedo fue condenado a 14 años de trabajos forzados, siendo indultado por el presidente. A partir de este momento las bromas y sarcasmos de toda la Marina fue crueles con el Porter, al que se consideró gafe por los supersticiosos marinos, y al que todos evitaban.
Retirado el Porter de los frentes principales, se le “desterró” y asignaron misiones en las islas Aleutianas y Alaska, donde transcurrieron meses sin incidentes dignos de mención, hasta que nuevamente ocurrió un nuevo desastre. En la base de la Aleutianas, amarrado el buque, un marinero regresó de un permiso algo perjudicado por el alcohol, y tiró por tierra en un momento todos los esfuerzos que la tripulación había hecho para mejorar su imagen. El marinero en cuestión tuvo la ocurrencia de disparar un cañón, y apuntase o no, el proyectil impactó en el jardín del comandante de la base en tierra, en la que en ese momento se estaba celebrando una fiesta con asistencia de los oficiales y sus esposas. La buena suerte fue que no hirió a nadie.
Nadie quería prestar servicio en nuestro desafortunado buque, y a él se destinaban marineros como castigo. El desafortunado comandante Walter fue destituido y relevado en mayo de 1944, por el comandante Keyes, que sometió a la tripulación a duros entrenamientos. Acercándose el final de la guerra, el Porter fue destinado a participar, en 1944, en Filipinas, y en 1945, en Okinawa, derribando al menos una decena de aviones enemigos y participando como escolta antisubmarina, y por supuesto, un nuevo incidente patético ocurrió cuando involuntariamente disparó sus armas contra el destructor USS Luce durante un ataque aéreo. El epílogo de su existencia fue una serie de actuaciones a la altura de su inefable existencia. Durante la batalla de Okinawa derribó, además de algunos aviones enemigos, tres americanos…Y el hundimiento que sufrió parece sacado de una película cómica. El 10 de junio de 1945, un kamikace enfiló al Porter, y sus defensas aéreas respondieron a la perfección, derribaron al avión enemigo y este se sumergió en el mar continuando su trayecto hasta situarse justo debajo del buque, y explotó en ese momento, levantando al Porter del agua y provocando su hundimiento en cuestión de pocas horas pese a los esfuerzos de los tripulantes. Fue un final a la altura de su no muy dilatada existencia, de la que podemos extraer como hecho positivo, que la única víctima mortal fue el marinero que el mar le arrebató en su fracasada misión de escolta al presidente.
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