Tras la muerte de Hitler y la caída de Berlín, hasta la firma de la rendición incondicional de Alemania, pasaron unos días en los que se sucedieron situaciones caóticas y confusas por toda Europa, al estar muchas unidades alemanas sin órdenes, dispersas y desconcertadas ante la falta de noticias fiables, debiendo tomar decisiones motu proprio. Uno de estos casos se produjo entre el 4 y el 5 de mayo de 1945, en Itter, Austria , siendo uno de los últimos combates, en el que tal como dijo uno de sus protagonistas, “todo fue muy raro”.
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En los primeros días de mayo de 1945 en Europa se produjeron los últimos combates de la 2ª Guerra Mundial. Muerto Hitler el día 30 de abril, en el búnker de la Cancillería, con los soviéticos a muy poca distancia, se libraban aun algunos enfrentamientos en zonas aisladas de los frentes o en las que las noticias no habían llegado. Y así se produjeron situaciones extrañas, que muy poco antes nadie se hubiese atrevido a imaginar. Una de ellas fue la muy curiosa alianza entre un grupo de prisioneros, soldados alemanes y americanos, frente a las SS. Si curioso fueron los protagonistas, también lo fue el lugar, un castillo medieval. En los últimos años habían pasado muchas cosas sorprendentes, y estaba claro que sucederían hasta el final.
En el Tirol austríaco se encuentra la localidad de Iterr, y su magnífico castillo del siglo XIII. Con la anexión de Austria al Reich, el castillo fue primero arrendado por el gobierno alemán y durante la guerra, simplemente expropiado, para ser reconvertido en, en febrero de 1943, cárcel de ilustres personalidades prisioneras, básicamente francesas después de su debacle de 1940, entre las que se encontrarían la hermana de De Gaulle, los generales Gamelin y Weygand, primeros ministros como Daladier y Reynaud, y otros conocidos miembros de diversos ámbitos, destinados un grupo de prisioneros de guerra, del este europeo. Nos hemos de introducir en la confusión que reinaba en Europa en aquellos momentos, en los que las noticias del suicidio de Hitler, o no habían llegado, o no eran creíbles, había falta de comunicaciones y órdenes, huidas ante la llegada de los soviéticos, y no tanto de los aliados, etc. Las unidades la SS, estaban sembrando el terror en la retaguardia alemana, aplicando con el máximo celo las órdenes de ejecución de desertores, soldados extraviados de sus unidades o sin documentación, y también prisioneros si los había.
Como en tantos otros, los responsables de lugares y con cargo comprometido, optaron por la solución más fácil, la huida cuanto más rápida mejor. Al mando de la prisión del castillo se encontraba el comandante Wimmer, que huyó el 3 de mayo. El castillo contaba con un número aproximado de 30 guardias de las SS, siendo estos de edad más avanzada y sin haber intervenido en combates. Wimmer se despidió de los prisioneros, no sin antes asegurar su intercesión con las SS de la zona para que no interviniesen. Un oficial SS, que se encontraba en los alrededores se acercó al castillo y tras, hablar con la tropa, estos huyeron también. Los ilustres prisioneros, al darse cuenta de la situación, tomaron el control tras apoderarse del armamento abandonado por sus guardianes. En cualquier caso, los generales, como no podía ser de otra manera, tomaron el mando, y conocedores de la cercanía de los aliados, optaron por ir enviar a alguien a su encuentro, antes de que se pudiese producir la llegada de otras unidades de SS que merodeaban por el lugar. Uno de los prisioneros de mantenimiento, Z. Cuckovic, trasladado desde Dachau, de donde dependía la cárcel del castillo, se ofreció voluntario para partir en busca de los aliados, y a poca distancia, se topó con la unidad de la Wermacht al mando del Mayor Gangl, de 35 años, en posesión de la Cruz de Hierro y con 17 años en el ejército.
Estando cansado de la guerra inacabable y convencido del derrumbamiento final, los hombres a sus órdenes hacía algún tiempo que colaboraban con resistentes. Cuckovic informó a Gangl de la situación en el castillo, y este le dirigió en donde creía se encontraban los americanos, a Innsbruck, y efectivamente encontró a soldados de la 103 División de Infantería, y después de informar al Mayor Kramer, envió un pelotón en diversos vehículos hacia el castillo, que se vieron detenidos por fuego de artillería alemana. Gangl, mientras, contacta con tropas acorazadas americanas del 23 Batallón Acorazado. Aquí se produjo la rendición y después alianza de los alemanes y americanos, puesto que Gangl, después de alertar de las circunstancias y los prisioneros del castillo, se ofrece a colaborar en su liberación.Ya el día 4, dos carros y algunos soldados, junto con los alemanes de Gangl, se dirigieron a Itter. La sorpresa, a su llegada a la fortaleza medieval, sin duda fue enorme por parte de los prisioneros franceses, puesto que se encontraron con un blindado Sherman, y algunos soldados americanos y alemanes, en total una veintena. Los americanos estaban a las órdenes del Tte. Lee, quien tomó el mando y colocando el Sherman en la puerta del castillo, situó a los defensores en las posiciones a la espera del probable ataque de la SS, aguardando los refuerzos solicitados. Prisioneros VIP franceses, americanos y alemanes, compartieron la defensa de un castillo medieval.

Antes de la medianoche, unos 150 miembros de las SS, de la División 17 de Granaderos Panzer Götz von Berlichingen que hallándose por la zona, habían recibido la orden de llegar a la prisión y ejecutar a los prisioneros, abrieron fuego, manteniéndose un tiroteo, en los que el teniente Lee intentó que no participaran los prisioneros, sin mucho éxito, pues le hicieron caso omiso como es de suponer. Después de una noche de disparos, amaneciendo el día 5 de mayo, los SS atacaron la puerta y otros objetivos del castillo, con un cañón de 88mm, la sin duda, mejor pieza de artillería de la guerra. El blindado americano en la puerta, bautizado por sus ocupante como “Besotten Jenny” , fue destruido, y al tiempo se recrudeció el ataque. La defensa sufrió bajas bajo el fuego del 88mm, especialmente soldados alemanes aliados. En estos momentos, los dos oficiales, Gangl y Lee, se encontraban oteando el lugar de emplazamiento del cañon, cuando el primero fue alcanzado por un disparo, falleciendo. Kramer, mientras tanto, pudo ponerse en marcha finalmente, después de verse detenido durante horas, tomó contacto con otro Sherman de Lee, que se había mantenido toda la noche en defensa de un puente. Desde el ayuntamiento de la localidad de Worgl, Kramer telefoneó a Lee para decirle que resistiera dada la proximidad de su unidad, cosa que era más fácil de decir que de hacer, puesto que la defensa se estaba viniendo abajo, al escasear ya la munición. Así las cosas, el veterano y reconocido tenista francés Jean Borotra, también prisionero, se ofrece voluntario para contactar a la columna de refuerzos y guiarlos hasta la fortaleza.

A pesar de las pocas posibilidades, consiguió romper el bloqueo de las SS y llegar hasta los americanos. A la espera de acontecimientos, y para resistir el máximo, Lee optó por la lógica y como en un asedio medieval, se atrincheraron todos los defensores en la torre del homenaje, consiguiendo resistir hasta la llegada de los refuerzos, encabezados por el Sherman, que divisado por un alemán defensor, gritó Amerikanische Panzer, produciéndose al poco la retirada de los atacantes, finalizando, al fin, uno de los combates más extraños de la guerra. Después de las celebraciones y despedidas, los prisioneros franceses fueron evacuados a retaguardia, los alemanes aliados, hechos prisioneros provisionalmente y liberados, el teniente Lee ascendió a capitán y fue condecorado, y, finalmente, Gangl considerado héroe austríaco al que le dedicaron en la localidad de Wörgl una calle. Años después, en una entrevista a Tte. Lee, cuando le preguntaron por los hechos, comenzó con un descriptivo “todo fue muy raro”.
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