El 24 de febrero de 2022 comienza en las fronteras rusas una “operación militar especial”, que es el nombre con el que Moscú ha designado la invasión de Ucrania, un conflicto imprevisible cuyo alcance histórico y desenlace desconocemos, pero que, sin embargo, promete ser el definitivo evento histórico que marque el comienzo de una nueva era que venía anunciándose desde 2008. Entre miles de victimas inocentes y terrible devastación, sorprende la destrucción del avión más grande de la historia, un avión de uso civil, el orgullo de la URSS, el Antonov, que fue destruido en la soledad de su hangar. Acompáñanos a conocer la historia del Antonov, del mayor prodigio de la aviación soviética hasta su triste final.
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La invasión ha sido vista por muchos como un retorno de la guerra fría, calificando a Putin como un loco restaurador del viejo orden soviético. Pero lo cierto es que el resultado de esta intervención se aleja completamente del viejo espíritu de la Unión Soviética. Lejos de suponer una vuelta al pasado, es más bien la definitiva disolución de ese pasado común que agrupaba de una manera invisible al espacio post-soviético. Esta guerra ha enterrado vínculos sólo para sembrar odio, ya se ha cobrado muchas víctimas, algunas de ellas poderosos símbolos como el Antonov, el mayor avión que jamás surcó los cielos, único en su especie, sin igual y del que solo se fabricó una unidad. La invasión rusa entierra definitivamente el legado material y espiritual de la URSS.
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Aunque la propaganda se ha encargado de simplificar su imagen, la Unión Soviética era mucho más que un estado imperialista surgido del avance del Ejército Rojo por la Europa devastada por los nazis. Muchos y muy fructíferos esfuerzos crearon una identidad soviética común, especialmente en países eslavos como Bielorrusia, Ucrania y Rusia. El mantra soviético repetía a sus ciudadanos que formaban parte de una hermandad de trabajadores, una comunidad que desafiaba a un enemigo común, el occidente capitalista, y que tenía como destino traer el socialismo real al mundo. El campo socialista fue espléndido en solidaridad, proyectos comunes y alianzas, eso sí, siempre tuteladas por el ejército rojo. Alianzas que buscaban proyectar al mundo soviético y sus ciudadanos ese destino común y que servían para generar la propaganda internacionalista que usaba el Komintern.
El proyecto espacial soviético y el Antonov
Uno de esos proyectos que aunaron a todos los soviéticos, y que convirtieron a personas como el camarada Gagarin en ídolos al otro lado del telón de acero, fueron los proyectos espaciales. A través de ellos la URSS demostraba su superioridad y además lo hacía de forma pacífica, alentando un positivismo científico que nos llevaba a soñar con un futuro tecnológico que hiciera de las guerras un arcaico remanente del pasado próximo a desaparecer. A lo largo de las últimas décadas de su existencia el proyecto aeroespacial soviético fue perdiendo fuelle conforme la URSS atravesaba un debilitamiento, sin embargo, al final de los 80 vio la luz el programa Burán —«tormenta de nieve» en ruso— incluía la construcción de hasta cinco lanzaderas que no solo competirán con las de NASA si no que las superarían, era el proyecto más ambicioso y complicado hasta la fecha.
Supuso un esfuerzo titánico, era necesario desarrollar motores nuevos, más potentes que todos los precedentes, y un escudo térmico que permitiera afrontar las altas temperaturas a la entrada y salida de la atmósfera. Desde Baikonur, el Burán usaría las instalaciones más grandes de la historia de la cosmonáutica hasta esa fecha. Pero para poder transportar el Buran era necesario un coloso capaz de transportarlo por los cielos.
Este monstruo se llamaba Antonov An-225 Mriya (Мрія), que en ucraniano significa “sueño”. Este mastodóntico avión de 640 toneladas de peso exhibía la capacidad Soviética de poner sobre los cielos sus sueños a volar, sobre su espalda se anclaría el Buran para su transporte y serviría también para transportar los diferentes componentes necesarios para el desarrollo aeroespacial.
Buran fue un éxito sin paliativos, el 15 de noviembre de 1988 despegó sin problemas, realizó una órbita alrededor de la tierra y aterrizó automáticamente en el aeropuerto al norte de Baikonur, construido expresamente para el proyecto. Occidente observaba estupefacto como los soviéticos seguían siendo decisivos en el espacio, no podían imaginar que esa vieja potencia oriental a la que consideraban fuera de la carrera espacial que una vez lideraron pudiera volver a presentar batalla. El primer, y último vuelo, del Buran fue literalmente un “shock” que hizo que muchos se plantearon si la URSS estaba de verdad agonizando.
Lo cierto es que a pesar del Buran conquistando los cielos, no se equivocaban, este programa fue el canto del cisne de la cosmonáutica soviética. Gorvachov, consciente de las debilidades económicas del país congeló el programa, jamás escaparía de nuevo de nuestro planeta hacia un infinito de estrellas. Solo un año después de su vuelo, caía el 9 de noviembre de 1989 el muro de Berlín, desde entonces todo es historia ampliamente conocida.
El Buran quedó en Baikonur relegado al olvido, con la disolución de la URSS tanto el uno como el otro estaban en manos de Kazajistán, oxidándose irremisiblemente sin que nadie salvará, o tuviera el interés de salvar, al símbolo soviético. Finalmente, en 2002 a causa de unas intensas lluvias colapsó el hangar donde descansaba el sueño de los justos y acabó irremediablemente destruido.
El Antonov corrió mucha mejor suerte, tanto él como la compañía que lo fabricó estaban en lo que se convirtió en Ucrania y siguió siendo incluso después de la caída de la URSS un ejemplo de la amistad Ruso-ucraniana, fue utilizado en múltiples tareas de transporte y era un vínculo viviente entre ambos países.l paulatino distanciamiento entre ambos países tiene su reflejo en los encargos del Antonov, proyectos de Ucrania con el resto del mundo, especialmente Europa y China y no con Rusia. En los últimos años transporto vagones enteros de trenes de alta tecnología construidos en Europa que engullía como la ballena bíblica para descargar en China.
También sirvió para transportar generadores de electricidad, alabes para molinos eólicos, elementos de alta tecnología y en muchas ocasiones su enorme capacidad de transporte se utilizó para transportar alimentos a zonas devastadas durante operaciones de ayuda en desastres humanitarios, alcanzando el 3 de enero de 2002 su mayor record de tonelaje cuando transportó 187,5 toneladas de comidas preparadas. Incluso se planteaba su uso para facilitar, adaptando el avión, al lanzamiento de satélites.
Sin embargo, la guerra de Ucrania ha terminado definitivamente con el Antonov. El avión más grande de la historia jamás construido cayó fulminado por misiles durante la toma del aeropuerto de Hostómel. El que era el avión operativo más grande jamás construido fue destruido durante un ataque aéreo ruso en un hangar donde se encontraba recibiendo mantenimiento rutinario, según confirmó el primer ministro ucraniano.
La guerra de Ucrania ha terminado definitivamente con un ejemplo de lo que la amistad ruso-ucraniana podría llevar a cabo, de las posibilidades que esta tenía, una muestra más de que independientemente de si la operación en Ucrania es un éxito o un fracaso para Rusia la aleja completamente de aquel hermanamiento de las repúblicas soviéticas. Putin ha enterrado con una Rusia más pequeña que nunca los últimos restos de una URSS que soñaba a lo grande.
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Un comentario
Fantástico artículo. Interesantísimo!!!
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