“Nota oficial del Ministerio de la Gobernación para todos los españoles: Estando cazando…”. Con dos gerundios comenzaba la nota de prensa con la que se hizo público el accidente de caza que Franco tuvo la víspera de Navidad de 1961. Es el paradigmático ejemplo de la desmedida afición que tuvo el dictador por este “deporte”, siéndolo también el tiempo que dedicó a ellas y la gran cantidad de aduladores que organizaron cacerías en sus fincas para agasajarlo. En ellas se congregaban los aristócratas, nobles, potentados, empresarios, terratenientes, ministros y beneficiados por el régimen franquista, practicando durante esos días los intercambios de influencias, permisos de importación, concesiones, exclusivas, etc, cualquier privilegio que pudiera significar un enriquecimiento, tanto económico como de poder, ostentación, soberbia y vanidad. La película de Berlanga “La escopeta nacional”, en 1978, caricaturizó estas cacerías espléndidamente.
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El tema de la relación entre la caza y la pesca, y Franco, es especialmente singular. Más que afición, fue una adicción que le acompañó en todo momento mientras estuvo con capacidad para realizarla. A la larga, fue dedicándole más tiempo en relación inversamente proporcional al que dedicaba a sus deberes de jefe del Estado, tirando por tierra la “leyenda de la lucecita del Pardo”, según la cual, Franco, que había tomado la función de Jefe del Estado como una pesada carga, obligado a aceptarla, y que incansable, estaba siempre en su puesto velando en beneficio de España, siendo la prueba la luz permanentemente encendida de su despacho en el Pardo, que resaltaba cuando todas las demás se apagaban.

El 24 de diciembre de 1961, por la tarde, en los terrenos de El Pardo, su residencia, “estando cazando” el Caudillo, sufrió un accidente de caza que no tuvo mayores consecuencias que las heridas en la mano izquierda, al producirse la explosión del cañón izquierdo de su escopeta, no corriendo especial riesgo su vida, aunque puso sobre la mesa la espinosa y no resuelta cuestión de la sucesión, no faltando las opiniones de un posible sabotaje del arma. El hecho no pasó inadvertido por la diplomacia estadounidense, que incluso hizo sus pronósticos, en este caso inciertos, de que el sucesor sería Don Juan, y no Don Juan Carlos.
El doctor Vicente Gil, médico de Franco filtró en su momento informes médicos a la embajada americana, en los que decía sobre el estado de salud y en especial de la mano y su posible operación que “Si Franco fuera un violinista profesional, tendríamos que hacerlo”,(…) “pero como puede mantener una caña de pescar y una escopeta perfectamente bien, eso es todo lo que importa”. No es intrascendente la opinión del doctor, de que “eso es todo lo que importa” viniendo de alguien tan cercano al Caudillo, con una confianza que le permitía tener encontronazos con altos cargos (hasta que el choque con el yerno de Franco le supuso ser apartado del dictador) y en los que su opinión era más que tenida en cuenta. No fue el único de sus más cercanos colaboradores que opinaban de forma similar.
Francisco Franco Salgado-Araujo, su primo, anotó en su dietario del 23 de octubre de 1954 unas referencias a la desmesurada afición del Generalísimo a la caza: “…Hoy el Caudillo ha ido de cacería, y así lo hará mientras dure la temporada todos los sábados, domingos y lunes. Con S. E. van a las cacerías varios ministros y subsecretarios. Discrepo de estas salidas o vacaciones semanales, que bien estarían si sólo fuesen el domingo. Pero esto me parece demasiado. Los martes y miércoles audiencias, los jueves credenciales, el viernes consejo de ministros y el sábado se va. Resulta que no le queda ni un día para el estudio de problemas (hay muchos por resolver) y para el despacho con ministros y secretarios. Lo que haga tendrá que ser a costa del descanso nocturno, lo cual no es bueno para su salud. Además, las cacerías son pretexto para ir todos los amigos de los dueños que cotizan esto y además de aprovechar para hacer amistades, piden favores, exenciones de tributos, permisos de importación. A ellas acuden todos aquellos funcionarios de la fronda de la administración que convienen a los terratenientes dueños de los cotos de caza, con los cuales les conviene estar bien y demostrar su influencia en las alturas.”

Días después, el 17 de noviembre de 1954, vuelve a manifestar su opinión y escribe “Me parece bien que lo haga los días festivos, incluso que haga semana inglesa”, pero no “este abuso que está ocurriendo, una semana entera y tres días de la otra” porque “da impresión de frivolidad”.
El vivir en su residencia de El Pardo, con una enorme fauna cinegética, le facilitaba enormemente el poder practicar esta afición. El Pardo desde tiempos de Enrique III era ya una finca de caza real, realizando intervenciones Carlos V, Carlos III, quien pasaba largos meses, y residencia en la que falleció Alfonso XII.
La personalidad, las palabras y las anecdotas de Franco I
“ EN REALIDAD, NUNCA APARENTABA NADA”. Así fue como definió a Franco su capellán. La peculiar personalidad del dictador, marcada desde su infancia por una figura paterna liberal, ausente y adúltera, contrastó con la materna, religiosa y conservadora. Sus vivencias y anécdotas han quedado reflejadas en la gran cantidad de personas con las que tuvo…
Leer másSus 15000 ha. cuentan con una gran variedad de especies cinegéticas con miles de jabalíes, ciervos, gamos, conejos, perdices, patos, garzas, zorros, tejones, ginetas, etc. De esta manera, el Caudillo podía salir a cazar cuando deseara. Que la afición le duró muchos años da fe el que se adaptara un sillón de barbería en la parte trasera de un vehículo descapotable, y así montado en él podía desplazarse y disparar a todas direcciones.
Pero estas cacerías de Franco en el Pardo eran nada más las que realizaba solo o acompañado de unos pocos conocidos. Otra cuestión, como vemos, eran las cacerías organizadas por aquellos que aprovechando esta afición se servían de ella para sacar tajada. El sistema era simple, quien tenía algún interés en codearse con las alturas, organizaba una partida de caza en una finca de su propiedad, prestada, o alquilada, en la que se invitaba a Franco. Así el organizador podía quedar bien con el Caudillo y los altos cargos que participaban, y por otra relacionar con ellos a sus amigos y allegados, de los que interesaba conseguir favores o influencias y mostrar los contactos con las alturas, en una simbiosis de intereses.
Muchas de estas cacerías eran enaltecidas de forma épica por los medios de difusión del régimen, que exhibían las cualidades y la magnífica forma física del Caudillo y las espléndidas piezas que cobraba. Las jornadas de caza y pesca del dictador eran mostradas en el NODO antes de las películas en los cines, para que los espectadores se pudiesen deleitar de la habilidad que en el disparo y el anzuelo mostraba el dignatario. Por supuesto, anécdotas las hubo muchísimas, tanto en la pesca como en la caza. Franco cazaba hasta 17 días al mes, y Vicente Gil dijo que podía disparar 6000 cartuchos en un solo día, manifestando que “Eso es terrible para un hombre de su edad. El día menos pensado le revienta la aorta.”
Una de las cacerías con más piezas abatidas, y acorde con lo dicho por Vicente Gil, sin duda fue la que se practicó el 18 de octubre de 1959 en la Encomienda Mudela en Santa Cruz de Mudela, Ciudad Real, cuando era Gobernador Civil José Utrera Molina, que sería en su momento ministro y suegro de Alberto Ruiz Gallardón. Las fotografías, efectuadas por el fotógrafo local Eduardo Matos Cuesta, de los intervinientes junto con las piezas cobradas no se mostraron hasta 1983. Y es que 4601 perdices (o 4608, según otros) quizás no sean motivo de excesivo orgullo para los 20 participantes en ella. Más si cabe, por habérseles cortado a las aves las alas timoneras para dificultar el vuelo y facilitar su fusilamiento. Cuando llegó Eduardo Matos, al ver la gran extensión de perdices expuestas, solicitó una escalera para tener mejor perspectiva, y al subir a ella, Franco bromeó “como se caiga el fotógrafo y se mate, lo tendremos que poner entre las perdices”, palabras que fueron recibidas con risas entre los presentes.
Otra de las anécdotas, que hubiese podido tener consecuencias más graves para la familia Franco, fue la protagonizada por la hija del dictador Carmen, y el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, que como buen novato de las cacerías se vistió de forma especialmente elegante, hasta con sombrero de tirolés con pluma. En la línea se situó entre padre e hija el ministro. Fraga no era muy especialista en esto de pegar tiros por lo visto, pero si el Caudillo iba de caza, había que considerarlo un acto de servicio incluido en el cargo de ministro. Así, les aves iban pasando frente a las armas de los cazadores cuando Fraga apuntó a una perdiz que se dirigió hacia la zona en la que se hallaba Carmencita, y disparó, no acertando a la perdiz, pero sí a las posaderas de la insigne hija, que quedaron como un colador, y por supuesto necesitaron de atención médica. Fraga en su diario escribió el 1 de febrero 1964 «Debo decir que la actitud de ambos (Franco y su hija) ante mi lamentable gafe fue ejemplar, de generosidad y buen estilo». El Caudillo, manifestó su opinión por lo sucedido con un “quien no sepa cazar que no venga”. Que la caza entraña riesgos da fe que la reliquia de la mano de santa Teresa, que obró en poder de Franco desde la guerra civil, siendo su compañera inseparable también estaba cerca de él en las cacerías. De esta manera si debía pernoctar fuera de el Pardo, también viajaba con él.

Una de las anécdotas que describe su carácter, que ya hemos desarrollado en un anterior artículo, y del temor y desconcierto que inspiraba a los que trataban con él, sea la que protagonizó en una cacería en la que se había de trasladar en un vehículo, y el encargado de ello en la finca en la que se encontraba, le preguntó en qué puerta prefería que le esperase el Land Rover, si en la principal o en la de atrás. El generalísimo contestó con un escueto “Sí”. Como nadie se atrevió a demandar una concreción, se optó por la solución de colocar un vehículo a cada puerta.

En fin, como es de suponer, se debieron suceder muchas más anécdotas en la dilatada experiencia cinegética del Caudillo. También en sus jornadas de pesca, que a diferencia de las de caza, eran más tranquilas y sosegadas, y en las que se encontraba con menos participantes o solo. La pesca en el mar la practicaba en el “Azor”, yate privado de Franco y su familia, con el que pescaba atunes, y que incorporaba un cañón para arponear cetáceos, pescando incluso un pequeño cachalote de tres metros. El “Azor” tuvo un trágico accidente el 19 de agosto 1957 en San Sebastián, cuando al atardecer y después de desembarcar a Franco en el puerto, se dirigía a buscar cebo para la nueva jornada de pesca del día siguiente, y embistió y partió a una motora que enlazaba la isla de Santa Clara con el puerto, falleciendo 5 personas entre 9 y 39 años.

Supervivientes y cadáveres fueron recogidos por el yate. Por supuesto, fue un accidente silenciado por la prensa generalista. No fue noticia de portada en ningún momento ni en la prensa local, y las noticias y notas, pocas, que daban cuenta de ello ensalzaban la premura y diligencia de la tripulación del yate, resaltando que la chalupa envestida no llevaba luces, cuestión desmentida por supervivientes. Paradójicamente el ayuntamiento insertó en la prensa local una esquela y tres ministros de Franco asistieron a los funerales, no así Franco ni Dª Carmen. La familia de uno de los fallecidos, policía municipal, recibió una indemnización de 5000 pesetas, y una de las supervivientes explicó que al cabo de unos días se presentaron en su casa unos hombres a recoger el albornoz que le había sido prestado en el “Azor” al ser rescatada.
Era su Galicia natal uno de los lugares más habituales de la práctica de la pesca, donde la Armada prestaba el servicio de escolta. En el interior, escogía los ríos gallegos de Ulla, Eo, Eume y Mandeo, y cuando se conocía la fecha que el dictador había escogido, no se permitía la pesca durante un tiempo, semanas, para que cuando fuera el insigne pescador y sus acompañantes en su caso, encontrara abundantes peces. Al término de la jornada, al igual que con la caza, era habitual que el Caudillo posase con los ejemplares pescados y se exagerase por la prensa tanto las cantidades como las dimensiones de los ejemplares. Una de las habilidades de pesca de Franco era con mosca. Cuando le fueron regaladas unas “moscas” americanas, el Caudillo bromeó diciendo muy patrióticamente “Estas moscas hablan inglés y no las entienden las truchas españolas”. En 1969, llegó una carta a el Pardo de un amante de la pesca inglés, en la que se incluía una moneda en circulación de Franco. En la carta se especificaba con un “al César lo que es del César” que la moneda se halló en un salmón pescado en Escocia.
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