La llegada de la guerra en el verano de 1914 fue saludada con entusiasmo, fervor por la población. La moral estaba más alta que nunca y las movilizaciones eran practicados en medio de concentraciones de civiles que los saludaban, seguros de una rápida victoria. Poco tiempo después todo cambió. Un tipo de guerra no conocido, unas armas mucho más letales, unas tácticas desfasadas, unos generales sin ideas y unos soldados sobrepasados por los combates hicieron que en poco tiempo el entusiasmo decreciera y los titubeos de las tropas a obedecer órdenes suicidas, fueron respondidas con una justicia militar extremadamente dura que ejecutó a soldados no por lo que habían hecho, sino para que sirvieran de ejemplo al resto. Finalizada la guerra, se comenzó a restaurar la memoria de estos soldados, víctimas de las circunstancias.
Tiempo de lectura: 10 minutos
Tema controvertido y nada pacífico en Francia, ha ocupado mucho espacio en los actos del centenario de la Gran Guerra celebrados entre 2014 y 2018. Ha habido que esperar a enero de 2022 para que 639 soldados ejecutados para dar ejemplo hayan sido rehabilitados por parte de la Asamblea Nacional Francesa de sus injustas muertes. El diputado Philippe Gosselin, nieto de un oficial que formó parte de la defensa de algunos de los soldados fusilados, consiguió que se produjera finalmente este reconocimiento restableciendo la memoria de los ejecutados. A la ejecución de una pena de muerte humillante manchando no solo el honor del ejecutado, sino también el de la familia, socialmente estigmatizados, había que añadir que sus viudas no podrían percibir las pensiones al no ser considerados Morts pour la France.
Situémonos en el frente occidental en el verano de 1914, inicio de una guerra que fue celebrada con alegría por todos y que pronto se tornó una pesadilla. El frente es móvil, aún no se han desarrollado las trincheras características de la Gran Guerra en el sector. Los alemanes ejecutan su plan de invasión en el oeste, el Plan Schlieffen, que se basa en la celeridad de sus avances para envolver y derrotar rápidamente a Francia y poder trasladar las tropas al frente del este y vencer a su vez a los rusos que previamente habrían sido simplemente contenidos por los austríacos y escasas y tropas alemanas confiando en su lentitud en la movilización. Por tanto, no hay lugar para los descansos, poniendo a prueba la resistencia física, la moral de combate, las líneas de comunicación, y toda la logística necesaria para que el enorme ejército alemán cumpla los plazos prefijados.

Al mismo tiempo, los franceses al mando del General Joffre tienen sus propias ideas sobre como desarrollar la batalla, el Plan XVII, el cual se basa en el ataque, la ofensiva a ultranza, las cargas a la bayoneta, puesto que el soldado francés estaba imbuido de élan, un espíritu innato, al parecer, en los soldados de proceder al ataque. Este concepto ofensivo era compartido por ambos estados mayores, en el que ambos buscan que se produzca la batalla decisiva, y ya en 1914 dio lugar al inicio de las grandes matanzas, tan distintivas de la Gran Guerra. Cuando dos ejércitos pretenden llevar la iniciativa ofensiva, se produce un choque de trenes. Después un largo letargo de paz en Europa, en el que las experiencias militares habían sido coloniales, contra enemigos con poca capacidad de fuego, se comprobó la incompetencia de los estados mayores para poder dirigir ejércitos modernos como nunca se habían visto.

Durante la segunda mitad del siglo XIX la población y la industria habían crecido enormemente al tiempo que la tecnología militar produjo armas mucho más letales. Se pudo entonces reclutar enormes ejércitos, en los que el esquema clasista de la sociedad se representaba perfectamente, que se enfrentaron con una capacidad de fuego muy superior, comandados por generales que en gran parte tenían más de 60 o 65 años. Así no es de extrañar que solo en el primer mes y medio Francia tuviera 600000 muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos, producto de ataques a la bayoneta que cubrían los campos de cadáveres y heridos, y destrozaban los nervios de los combatientes al estar largos períodos bajo el fuego después de agotadoras marchas y contramarchas a ritmos forzados. Porcentualmente, el 16% de las bajas francesas de toda la guerra, 51 meses, se produjo en los dos primeros meses.

Consecuentemente los actos de insubordinación no fueron una excepción entre los que recibían órdenes de ataque absurdas dadas por estados mayores que estaban a mucha distancia del frente y a los que llegaban las comunicaciones sobre la realidad del frente tarde, poco y mal. En este sentido los oficiales franceses estaban menos autorizados que los alemanes a poder actuar con el propio criterio según las circunstancias que se dieran en el momento. Las prisas alemanas y los combates en Francia, que condicionaban enormemente a los generales franceses para su rápida reconquista, provocaron unos combates inusitadamente encarnizados, todavía fuera de las trincheras.

El Marne fue la culminación de este poco más de un mes de violencia desconocida, y resultado final de lo que fue conocido por los franceses como la Gran Retirada. A pesar que, para Joffre, “París es una expresión geográfica”, su caída hubiera sido prácticamente considerada la derrota de Francia. Ya antes de la guerra, en 1911, el coronel Grandmaison consideraba que “En la ofensiva, la temeridad es la política más segura… Las intenciones del enemigo son de importancia menor porque nosotros queremos imponer nuestra voluntad”, y Joffre, en las Ordenanzas de 1913: “El ejército francés retomando sus tradiciones en lo sucesivo sólo reconocerá la ley de la ofensiva… Las batallas son por encima de todo un combate moral… La derrota es inevitable cuando desaparece la esperanza en la victoria “. Las batallas se tornaron un choque de carneros.
Se concentraron todos los ingredientes para conformar unas batallas sangrientas con armamento y número de soldados del siglo XX libradas con tácticas del XIX (mención especial merece el uniforme francés y su pantalón rojo en particular visible a mucha distancia, como ejemplo de anclaje en el siglo XIX y objetos de debates al considerar que era la representación de Francia). El armamento y tecnología habían evolucionado, pero no la mentalidad de los estados mayores tanto en lo que concierne a las prácticas sobre el terreno, como al trato y consideración a sus subordinados. Durante los siguientes cuatro años continuaron con sus ideas de ofensiva frontal, sin conseguir ningún avance, hasta el punto que la gran batalla que marcó el inicio de la guerra y una de las últimas en producirse se desarrollaron en el mismo lugar, el Marne, en los veranos de 1914 y 1918, evidencia que el frente fue estático. Llegados a este punto, es preciso considerar que se ha interpretado como un todo lo que en realidad fue una parte; es decir, el frente occidental fue el principal, el más intenso y el que consumió más recursos, y se enquistó, pero el resto de frentes sí tuvieron movilidad, o al menos en términos de la Gran Guerra, muy superiores al occidental.
La mentalidad de los estados mayores, y especialmente el francés, que es el que en particular más desarrollaremos, en lo que concierne a sus subordinados, alcanzó su mayor desprecio, si cabe, con las tropas coloniales. El 21 de agosto en el Sambre, dos regimientos fueron prácticamente aniquilados. El parte del día recoge como durante la jornada el portaestandarte de un regimiento colonial “…murió cinco veces”. Sin embargo, la jornada más negra de la historia militar francesa fue al día siguiente, 22 de agosto, con 27000 muertos. Joffre no tenía intención de perder nuevamente una guerra contra Alemania (como en la franco-prusiana de 1870-71 en la que él mismo participó) y asumir la humillación que comportaría, y no dudó de firmar directrices implacables de mantenimiento de la disciplina que fueron sin duda acordes a la dureza de los combates durante las primeras semanas.

El desconsiderado trato a los soldados por todos los estados mayores es característica general en toda la guerra, y además de este período inicial que tratamos aquí, lo muestran algunos ejemplos: en 1916 Falkenhayn programa la batalla de Verdún con el objetivo de desangrar a Francia; también en 1916, el primer día del Somme, se hizo el avance con los soldados caminando sobrecargados de peso en filas, sin protegerse, siendo barridos, con el resultado de ser el día más negro del ejército británico; cualquiera de las batallas del frente alpino mandado por Cadorna; la ofensiva en Chemin des Dames de Nivelle, que motivó los motines de 1917, etc, en realidad todas y cada una de los ofensivas, pero estas nombradas son las más emblemáticas. Y no podemos olvidar el último día de la guerra, el 11 de noviembre de 1918, cuando hasta el última minuto se ordenaron ataques a posiciones que minutos después, a las 11 de la mañana, hora fijada para el armisticio, serían tomadas pacíficamente.

Que las cosas no funcionaban en absoluto en el caótico inicio de la guerra, lo evidencian la destitución de 37 generales franceses en las 4 primeras semanas. El ejército francés, vestido en 1914 como sus abuelos de 1870, con un comandante que ya había participado en esa guerra, se vio obligado a practicar una defensa al límite, no ya de una doctrinal ofensiva a ultranza, sino de una improvisada defensa a ultranza. Y que los franceses resistían, y no mal precisamente, fueron las palabras del ministro de la Guerra Falkenhayn ante los informes optimistas de Moltke, Jefe del Estado Mayor alemán justo antes de la Batalla del Marne, sobre la descomposición de los franceses, que les espetó sus dudas acerca del desarrollo de la guerra al preguntar “…dónde están los prisioneros de guerra?”. Al inicio de la batalla del Marne, el 6 de septiembre de 1914, la orden escrita que dictó Joffre no dejaba lugar a dudas, y había que “dejarse matar antes que retroceder un palmo de terreno”.

Esta directriz es un cheque en blanco para el mantenimiento de la disciplina por parte de los oficiales y los métodos usados para ello. El Coronel Lamey comunicó el día antes de morir: “No puede ocultarse el cansancio extremo, físico y mental, de mis hombres después de un día de fuego continuo sin poder responder. Los del 137º regimiento llevan 48 horas sin agua. Puedo aguantar esta noche porque no dudo que esta noche volverán a atacar… Pero un tercer día así será imposible sin graves repercusiones. Por ahora hemos evitado la desbandada de mis hombres.” No indica como se había evitado la desbandada de sus hombres, pero no es difícil de imaginar métodos muy expeditivos in situ. Las desbandadas y los abandonos de puestos de combate ante el enemigo no fueron nada singular en el verano de 1914, y los castigos máximos tenían una ejecución implacable de carácter inmediato.
El documentalista Patrick Cobouat, autor de investigaciones sobre los ejecutados pour l’exemple, nos indica claramente el origen del opresivo régimen militar que se vivió en los primeros meses con estas palabras: “En todos los ejércitos aliados, se observa una coherencia sistemática entre los fracasos de las estructuras de mando y el mayor número de ejecutados para dar ejemplo”. No cabe duda que los ejércitos francés e italiano están a la cabeza de fracasos en la guerra. Si debate fue muy intenso en Francia nada más finalizar la guerra, por diversas asociaciones y la Liga de Derechos Humanos, en cambio, en Italia, el auge del fascismo imposibilitó que se pudiera desarrollar. El ejército italiano lidera el triste ranking fue el italiano, comandado por el general Cadorna, que no solo fue incapaz de lograr ningún avance, sino que lo hizo pagar a sus hombres con una severa disciplina. Al menos 1100 ejecutados, algunos de unidades diezmadas (uno de cada diez al azar, como las legiones romanas). Sobre lo acontecido en el frente alpino a partir de 1915 , el escritor Giuseppe Prezzolini, capitán en el ejército Italiano, plasmó sus opiniones en lo que debió ser un calco del frente francés:

(…)“Los superiores, que estaban en tercera línea, no se rindieron nunca a la realidad y mandaban al matadero, contra los cercados intactos, a masas de hombres. La muerte era segura e inútil. El heroísmo de los inferiores se mezclaba con la imbecilidad de los superiores y deben datarse en aquella época esas tarjetas austriacas lanzadas entre nuestras tropas en las que se veían a nuestros soldados con cabeza de león guiados por generales con cabeza se burro.”(…)
(…)“En su gran mayoría, parecía que casi todos ignoraban lo que había sucedido en agosto del 14. (los oficiales)” (…)
(…)“Por lo demás, las breves ofensivas eran queridas por los jefes, quienes esperaban promocionar y no buscaban en la guerra otra cosa que hacer su propia carrera.”(…)
(…)“Para que un soldado italiano se rebele tienen que haberse sobrepasado todos los límites humanos.”(…)
(…)“La psicología del oficial de carrera, como también siempre la del oficial superior, es esta: que todo está en la carrera. Fuera de esto, no se ve nada más. No se es un hombre, se es un militar de carrera.”(…)
Por supuesto, los demás contendientes también fusilaron. No se dispone de datos de Austria-Hungría y Rusia, que sin duda fueron elevados. Tampoco suficientes datos de Alemania, (solo constan menos de medio centenar) donde los archivos fueron destruidos en la siguiente guerra. Sí de otros ejércitos, como el británico con 306 fusilados (rehabilitados), estadounidense con 35 fusilados, búlgaro con 600 (solo en el período de septiembre de 1914 a octubre de 1915).
Para que no quedara ninguna puerta abierta a poder abandonar el combate, por parte de los soldados, en noviembre de 1914 el ministerio de la Guerra dicto, a instancias de Joffre, la orden por la que todos los soldados que hubieran sido hechos prisioneros no estando heridos, a su liberación serían objeto de investigación a fin de comprobar si fuera necesario practicarles un Consejo de Guerra y dilucidar si su cautiverio era motivado por deserción, abandono de puesto, etc.
No es difícil ver entre el caos de los primeros días de la guerra, que los soldados muertos por sus oficiales al retroceder en el combate, debieron ser abundantes. En este sentido, el general Blanc constata como él mismo disparó al menos a una docena de fugitivos a los que mató, y el general Bazelaire ejecutó a seis soldados al azar de una compañía que se negó a cumplir órdenes de ataque. También son conocidos el 23 de septiembre de 1914, como los mandos del 6º Regimiento en Quennevières se opusieron a la fuga de sus tropas pistola en mano. Así es posible creer que se practicaron in situ ejecuciones que no tuvieron un juicio previo y no fueron registradas como tales.
La justicia militar francesa se basaba en el código de 1857, reformado en 1875, en el que en tiempo de paz se conforman los tribunales con 7 miembros, y en tiempo de guerra con 5, nombrados por el general al mando de la región militar o de la unidad. En agosto de 1914 el gobierno francés autoriza la constitución de tribunales sin instrucción previa, en 24 horas, que no exista posibilidad de apelación a la sentencia, y la inmediata aplicación de la pena, siendo el oficial que había ordenado el inicio del proceso el único habilitado para solicitar gracia o conmutación al jefe del Estado; al mismo tiempo se redujo el número de jueces a tres con el inicio de la batalla del Marne, cuando se constituyeron los consejos especiales.

El modelo de guerra que se desarrolló, desconocido por su crueldad, encontró en la represión de sus propias tropas una manera de mantener el orden y la disciplina y desahogar la frustración de los fracasos . El propio miedo al castigo sin piedad y su rapidez en la ejecución se intentó sirviera de revulsivo. No es hasta finales de 1915 que se suprimen los consejos de guerra especiales, a principios de 1916 se atenúan las severas normativas militares, y desde junio la inmediatez de la ejecución se torna excepcional (si bien en los motines de 1917 no se concedió el derecho a apelación de los condenados, por iniciativa de Petain). La absoluta falta de garantías procesales denunciada por algunos políticos y letrados, y algunos casos especialmente relevantes, condujeron con su difusión a esta reducción de la severidad en la justicia militar.
La mala imagen que tenían los reservistas ( a los que no consideraban suficientemente comprometidos) por parte de los generales franceses se ve reflejada también por las impresiones del general Ebener, del 35º Cuerpo de Ejército, que lamenta la importancia de los oficiales de reserva en los tribunales por su actitud benévola, en consonancia con lo dictado por el general Maunoury, al mando del 6º Ejército, que ordena la composición de los tribunales con oficiales en activo, más cercanos a la disciplina, dado que observa que los consejos de guerra habían tenido “una indulgencia excesiva” opinando que existe “falta de carácter por parte de los jueces” y que es necesaria la reorganización de los tribunales y “eliminar a los jueces que no harían mostrar firmeza”.

La presión que recibían los tribunales no era poca, y no formaban más que parte del engranaje del sistema, convirtiendo los consejos de guerra en puro trámite con las condenas acordadas desde la superioridad, tribunales que cuanto más se alejaban del estado mayor, menos garantías procesales tenían. No fueron pocos los delitos agravados al considerar el concepto “frente al enemigo” de forma muy amplia, pudiendo estar a mucha distancia del mismo y no bajo su fuego, con lo que numerosos delitos menos graves pasaban a castigarse directamente con la pena de muerte. El general Maunoury ordenó considerar que el abandono de puesto frente al enemigo se ampliase también al territorio en estado de guerra. Y dada la rapidez en la que todo se desarrollaba desde la presunta comisión de la falta hasta la ejecución, cualquier tipo de garantía procesal era nula. En el caso de las supuestas mutilaciones voluntarias, las mismas en ocasiones eran cuestionadas por los médicos, dudando del motivo que las causó, problema que era resuelto por la rápida instrucción y ejecución de la pena.
Si te ha gustado, seguro que este artículo también te va a gustar
La justicia militar francesa en la Primera Guerra Mundial. El ejemplo de los muertos (II)
Los acontecimientos que se produjeron al inicio de la guerra no eran satisfactorios para el Estado Mayor francés. Los soldados fueron sometidos al límite de sus fuerzas no solo por el desarrollo objetivo de la guerra, con todas sus carencias, mal alimentados, bajo fuego enemigo y a merced de los elementos climáticos, obedeciendo órdenes disparatadas,…
Seguir leyendoDéjanos tu opinión !!!!!. Es muy importante para nosotros