El Cinturón de Hierro de Bilbao, la fortaleza vasca de la Guerra Civil

Cuando en septiembre de 1936 las tropas navarras del general Mola se lanzaron contra Euskadi, parecía que ésta iba a caer de forma inevitable. Pero las autoridades vascas tenían un plan secreto, el Cinturón de Hierro. Bilbao sería una fortaleza inexpugnable contra la que se estrellarían las tropas nacionales. La batalla final sería en junio de 1937. Conoce su historia

Tiempo de lectura: 10 minutos

Al estallar la Guerra Civil, las tropas navarras del general Mola se lanzaron contra Euskadi de forma arrolladora. Guipuzcoa cayó casi por completo salvo una parte de su zona oeste, así como Álava, que solo conservó en manos del gobierno su zona noroeste. Vizcaya se mantuvo intacta. Era necesario estabilizar el frente y prepararse para resistir. Y sobre todo levantar la moral del pueblo y del ejército. Pero el Gobierno vasco tenía un plan.

Bilbao ya había resistido dos asedios en su historia y había salido victoriosa y esta vez sería igual. El Departamento de Defensa del Gobierno vasco había creado la Sección de Fortificaciones, y a su mando se colocó al teniente coronel Alberto Montaud. Montaud ejercía como profesor de fortificaciones en la Escuela Superior de Guerra de Madrid en el momento de estallar la guerra y fue enviado por el Gobierno de la República a Euskadi para colaborar con el gobierno vasco, convirtiéndose en estrecho colaborador del Lehendakari Francisco Aguirre.

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El Lehendakari Francisco Aguirre con Juan de Ajuriaguerra. Foto: El Confidencial

La idea de crear una línea estática de defensa no era una invención del Gobierno vasco, sino que era la doctrina hegemónica en la mayoría de los Estados Mayores de las naciones europeas. Sólo necesitamos citar los casos de la Línea Mannerheim en Finlandia, la Línea Sigfrido de la alemania nazi, e incluso la XYZ de la misma Guerra Civil española.

Sin embargo, el frente de Euskadi distaba mucho de ser firme, y presentaba varios problemas cuando Montaud se hizo cargo del plan. Debemos aquí analizar cómo llegaba Euskadi a octubre de 1936. Para empezar, ni siquiera su adhesión al Gobierno republicano fue de primera hora y según afirma Carlos María de Olázaban en su libro “Negociaciones del PNV con Franco durante la Guerra Civil”, Aguirre llegó a apoyar a Mola en su Alzamiento en los primeros momentos. Una vez llegado al acuerdo con la República, su compromiso llegó hasta el final y fue el sucesor de Aguirre el que firmó la rendición. Ya lo veremos. 

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Alberto de Montaud. Foto: Wikipedia

Por otro lado, el Eusko Gudarostea (ejército vasco), estaba lejos de ser un grupo unido. Estaba formado por unidades de diferente adscripción ideológica que le restaba eficacia. Cuando el Gobierno republicano trató de dar coherencia y eficacia a éste creando un Cuerpo de Ejército separado, al mando de un militar profesional leal a la República (el general Mariano Gamir Ulibarri), el Lehendakari tratará de controlarlo sin éxito. Aun así, hay que destacar que los soldados vascos (gudaris), siempre lucharon muy motivados defendiendo su tierra y mientras se mantuvo el Cinturón de Hierro, estuvieron seguros de que Euskadi resistiría.

Sin embargo, cuando Vizcaya cayó y las tropas se replegaron hacia Cantabria, poco antes de su capitulación, las incongruencias saldrían a flote cuando el general Ulibarri escribía al ministro Prieto y le decía que: Perdido Bilbao. ¿En nombre de qué clase de modalidades puede aducir el nacionalismo su prosecución en la lucha, que ya originó cansancio y pérdida de valor al recibir el empujón sin medios adecuados a su amortiguamiento no enviados por el Poder Central en tantos meses? Fuera de la idea de Autonomía, sino de la independencia, sus principios son más afines al enemigo, que a los nuestros: religión, propiedad, etc. y se exterioriza ya por contactos con el enemigo…».

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Imagen coloreada del Ejército Vasco. Foto: https://redarmyscreaming.tumblr.com

Y así las cosas, El teniente Montaud se puso manos a la obra. La fortaleza de Bilbao tendría 80 kilómetros de perímetro. Estaría formada por 2 líneas de defensa separadas unos 200 o 300 metros, formadas por 180 complejos de búnkeres de hormigón reforzado de hasta 70 cm de espesor. Las líneas estarían unidas por trincheras que permitirían el traslado de soldados así como de material. En palabras de Rafael Dávila, hijo de Fidel Dávila, el responsable de las tropas nacionales que atacaron el Cinturón de Hierro tras la “misteriosa” muerte de Mola unos días antes del asalto, el Cinturón de Hierro constituía una «reiteración sucesiva y escalonada de líneas continuas de trincheras, profusión de armas automáticas en nidos blindados, provisto de abrigos, puestos fijantes, flanqueantes y rasantes, combinados entre sí con alambradas repetidas y cruzadas, y con fuego de frente y de flanco, más centros de aislados de resistencia y máxima ocultación. Los nidos de ametralladoras construidos de hormigón, algunos de mampostería y reforzados con rollizos de pinos, proyectados en número de 1.400, que con las alambradas constituían la base de la organización defensiva más con algunas electrificaciones. Trincheras en zanja hasta las contrapendientes con puesto de tirador, cunetas de saneamiento y parapeto. Detrás de estas fortificaciones la artillería tenía fuertes asentamientos y más a retaguardia las piezas de mayor calibre».

Sin embargo, tanto optimismo escondía numerosas deficiencias. Para empezar, las trincheras estaban construidas en línea recta para facilitar el movimiento, pero al no estar hechas en zigzag ni con líneas secundarias de apoyo, no tenían defensa en profundidad, lo que dificultaba su defensa, ya que además eran poco profundas y desde el principio habían estado visibles para la aviación nacional que la martilleó desde su misma construcción, haciendo que en el momento del ataque, apenas el 30% en el mejor de los casos, estaba en condiciones de defensa.

Además los búnkeres estaban construidos en la cima de los montes, lo que les hacía blanco fácil para la aviación y la artillería, además no estaban camuflados y no se apoyaban en los accidentes naturales del terreno, que en la zona de Bilbao eran muy numerosos. Y por otro lado, las fortificaciones estaban pensadas para la defensa de la artillería de un calibre 10,5 cuando la mayoría de la artillería que utilizaban las tropas nacionales eran de calibre superior.

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Bunker del Cinturón de Hierro. Foto: http://ociobilbo.blogspot.com

Por último, el ritmo de construcción no fue el adecuado. Al inicio del ataque, no estaban construidas completamente. De hecho, una zona en particular tenía su construcción muy retrasada, y los nacionales lo sabían. Y el motivo por el que lo sabían es el último punto débil. Lo vemos.

Cuando Montaud se puso manos a la obra, el 6 de octubre de 1936 se nombró al capitán de ingenieros Pablo Murga como jefe de obra. No se entiende el motivo ya que éste mismo había mostrado sus simpatías por el bando nacional desde el principio y su intención de pasarse de bando. Por eso no debió extrañar cuando el día 28 de ese mismo mes se detuvo al cónsul austriaco Wilhelm Wakonigg a punto de embarcar en el buque inglés “Exmouth” portando un minucioso informe realizado por el mismo Murga con datos vitales del Cinturón de Hierro.

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Bunker de Punta Lucero en la actualidad. Foto: La Gaceta

Por supuesto Murga fue arrestado y ejecutado poco después. Pero su sucesor tampoco arreglaría la situación. Para el cargo fue elegido el antiguo capitán Alejandro Goicoechea. Hablemos de él en unas líneas.

Goicoechea había nacido en Elorrio en 1895. Estudió el bachillerato en los Jesuitas y en 1912 ingresó en la Escuela de Ingenieros del Ejército. En 1918 se gradúa y entra al Regimiento de Ferrocarriles, trabajando en la construcción de la vía férrea que va de Cuatro Vientos a Leganés, sirviendo en Marruecos por esas fechas. En 1921 se licenció con grado de capitán y es contratado en la Compañía de Ferrocarriles de la Robla como jefe de materiales y tracción, donde permanece hasta el inicio de la Guerra Civil.

Y así llegamos a noviembre de 1936 con Goicoechea al frente de las obras del Cinturón de Hierro y las tropas nacionales empujando hacia Bilbao. Y poco después, en febrero de 1937, cuando Goicoechea desertó y se pasó al lado nacional con los planos de la obra.

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Alejandro Goicoechea en un sello de Correos con su invento el Talgo. Foto: http://www.mugalari.info

Con todos estos mimbres, la suerte parecía estar echada para Bilbao. Sabedores de las numerosas deficiencias del Cinturón de Hierro, pero sabiendo que aun con ellas era un puesto de defensa difícil de vencer, los mandos nacionales organizaron su ataque concentrando el punto de ruptura en el sector del monte Gaztelumendi, a 12 kilómetros al oeste de Bilbao, sabedores de que éste era el punto más débil.

El 11 de junio, el ataque empezó con un bombardeo de 150 piezas de artillería que martilleó las defensas intensamente. Al anochecer, las brigadas navarras de García Valiño, García Sanchez y Bartomeu, alcanzaron la línea defensiva. El asalto definitivo sería al día siguiente, 12 de junio. Y el día empezó con un ataque combinado de artillería y aviación que hizo mucho daño a las defensas, llenándolas de humo y confusión. Dando la defensa como imposible, las tropas vascas abandonaron la posición y se replegaron. El resto del Cinturón no estaba dañado, pero fue también abandonado. El cerco se estrechó sobre Bilbao.

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Rafael García Valiño, quien mandó el grupo principal que asaltó el Cinturón de Hierro. Foto: https://alchetron.com

Se podía continuar la defensa, aún había tropas. Sin embargo, estaba claro que sería a costa de numerosos daños. Esto lo sabían los dirigentes del PNV. También lo sabía el presidente de la República Azaña cuando escribía en su diario poco antes «Cuando esté vencida la defensa en el campo, la villa no resistirá. Y temo aún otra cosa: caído Bilbao, es verosímil que los nacionalistas arrojen las armas, cuando no se pasen al enemigo». Quizás sabía de la ambigua actitud del PNV. Realmente hubo negociaciones o contactos entre el bando nacional y el vasco a través de la iglesia y el Vaticano. Eso sería motivo de otro artículo.

El caso es que una vez perdido el Cinturón de Hierro, el PNV (no está claro que el Lehendakari Aguirre diera su consentimiento), negoció la rendición de Bilbao en lo que se conoció como Pacto de Santoña, a cambio de que Bilbao y su industria no sufriera daños, lo cual se respetó.

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Museo Memorial del Cinturón de Hierro. Foto: El Diario

Nuevamente acudimos a los diarios de Azaña para conocer este momento el día 20 de junio de 1937: «De esta manera he sabido la pérdida de Bilbao. Anoche alguien de esta casa abrió la radio, contra lo que se usa. Salió una estación hablando en catalán. Creímos un momento que sería Barcelona. Pero no; bien pronto se advirtió que era una estación de los enemigos. Describía la entrada del ejército victorioso en Bilbao. Aún despojando a la narración de los adornos propios del caso, se recibía la impresión de que los vencedores habían entrado más que en orden de ataque, desfilando en columna» .

Hoy en día quedan numerosos restos de los que fue el Cinturón de Hierro que se pueden visitar, así como un Museo Memorial del Cinturón de Hierro.

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Un comentario

  1. A propósito de la «motivación» de las milicias nacionalistas vascas (ANV-PNV) quisiera apuntar que no solo fueron las primeras en rendirse (Santoña) sino también las últimas en formarse.
    Saludos

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