El derecho al voto femenino se aprobó en España mucho mas tarde que en Estados Unidos y en otros países. Además, los debates en torno a su aceptación, estuvieron en el centro de la vida política, involucrando a personajes de la importancia de Victoria Kent o Clara Campoamor. Conoce su historia
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El sufragismo es una corriente política que nació en Estados Unidos a finales de la década de 1840, donde se creó la Declaración de Séneca Falls (que podéis encontrar aquí) , en el que se apoyaría el movimiento sufragista.

En España, sin embargo, varios historiadores apuntan a que hubo poco arraigo del sufragismo, desarrollándose más tarde que en otros países de Europa. Se puede atribuir esta especie de desinterés por el sufragismo a la inexistencia de una clase media fuerte, junto a la desconfianza que existía hacia el sistema político de la Restauración.
A pesar del poco arraigo del sufragismo, en la década de 1880 se discute el sufragio femenino en proyectos de constitución federal elaborados por republicanos, ajenos al sistema político. Los republicanos liberales defendían el voto femenino para las mujeres que estuviesen instruidas, temiendo que la Iglesia pudiese ejercer una influencia sobre ellas. Esta idea fue bastante relevante en España, teniendo mucha presencia en los debates parlamentarios de las Cortes Constituyentes de 1931 sobre el sufragio femenino entre Clara Campoamor y Victoria Kent.

Estos planteamientos no estaban asociados al movimiento sufragista, que se desarrollaría posteriormente en el seno del feminismo católico y el feminismo laicista.
El apoliticismo anarquista impidió que se desarrollase el sufragismo en su seno. En el caso de los republicanos, a pesar de que existiesen las discusiones, previamente mencionadas, respecto al sufragio femenino, no se articularía un movimiento sufragista republicano, a pesar de que sí que existiesen sufragistas republicanas, como Clara Campoamor. Por tanto, el sufragismo laicista se desarrollaría, principalmente, de la mano del socialista.

El sufragismo español se legitimó a partir de un presupuesto de la diferencia de género y el reconocimiento de los distintos roles sociales de la mujer y el hombre, donde cobra importancia la figura de Concepción Arenal, una mujer católica, que consideraba que las mujeres y los hombres tenían naturalezas y responsabilidades diferentes.
Concretamente, en caso del feminismo católico, fue Concepción Arenal la que sentó las bases teóricas de este, aunque no estaba a favor del voto femenino. En ese sentido, el sufragismo católico se basó en las ideas de Concepción Gimeno de Flaquer, que reivindicó el lugar de la mujer en la escena política.

Pero ¿por qué se desarrolló el sufragismo católico? Es cierto que puede resultar sorprendente, especialmente teniendo en cuenta que, a principios del siglo XX, las feministas católicas se negaron a la revindicar los derechos políticos de la mujer, de acuerdo con las ideas de Concepción Arenal. Sin embargo, el desarrollo del sufragismo católico procede de la idea de que los hombres católicos habían descuidado su trabajo de defender el catolicismo en el ámbito político, dejando un vacío que se consideró que las mujeres debían llenar.
El punto de inflexión para el feminismo español, que propiciaría el desarrollo del movimiento sufragista en España, fue la Primera Guerra Mundial. Esto se debe a que, después de dicha guerra, las demandas sufragistas se ven legitimadas en Estados Unidos (véase la XIX Enmienda de la Constitución), en Inglaterra y en otros países de Europa.
La noticia no tardó en llegar a España, habiendo una propuesta de concesión del sufragio femenino limitado en 1919 por parte del Ministro de la Gobernación, Manuel Burgos y Mazo, alegando que se había hecho en el resto de países del “mundo civilizado”.

Aunque es cierto que ya existían organizaciones en España que discutían y defendían el sufragio, como la Agrupación Feminista Socialista -cuyo objetivo principal realmente era acercar el socialismo a las mujeres- el sufragismo se comenzó a organizar, naciendo, en 1918, la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), cuya integrante más destacada era Clara Campoamor, que tenía el objetivo de unir a las mujeres de distinta ideología en pro del sufragio femenino.
También, en el seno del sufragismo católico, en 1919 se crea la Acción Católica de la Mujer (ACM), que trató de coordinar el feminismo católico, pidiendo el voto activo y pasivo. Fue apoyada por la derecha política y las clases medias. Tenía una concepción de la ciudadanía femenina cimentada en el patriotismo y defendió que la participación de las mujeres en política formaba parte de sus funciones maternales en la sociedad.

En cuanto al sufragismo laicista, además de la creación de la ANME, se debe destacar la inclusión de la petición del sufragio femenino en el programa del Partido Socialista Obrero Español de 1918, haciendo que el sufragio femenino abandonase el papel secundario que había tenido hasta entonces, ya que, en la cultura socialista, se reconocía la lucha por el voto femenino, pero en el caso de España tomó un lugar secundario frente a otros problemas que afectaban a las mujeres de la época como los relacionados con el trabajo o la educación.
A pesar de este avance en lo que respecta al sufragismo español, en los años veinte, el sufragismo no consiguió organizarse como un movimiento unido, a pesar de los intentos de la ANME. Esto se debe, en parte, a la oposición por parte de la ACM a cualquier manifestación de feminismo laicista.

Sin embargo, esta falta de unidad por parte del sufragismo español no impidió que en el Estatuto Municipal del 8 de marzo de 1924 (que podéis encontrar aquí), se concediese el sufragio femenino a las todas las mujeres, a excepción de las casadas, y se permitiese que las mujeres pudiesen ser elegibles a alcaldesas y concejalas.
Es en este momento en el que se observa la importancia del sufragismo católico ya que, de acuerdo con algunos historiadores, el régimen primorriverista se apoyó en la concepción de ciudadanía femenina de la ACM. Además, el Estatuto Municipal legitimó el movimiento sufragista español, totalmente en el caso del católico, ya que, de acuerdo con la tesis de algunos historiadores, existió un mimetismo entre las medidas del régimen de Primo de Rivera en relación al voto femenino y el programa de la ACM.

También, el sufragismo católico cobra importancia durante la dictadura, ya que no se suspendieron las organizaciones católicas. Esto permitió que la ACM pudiese preparar un programa para convencer a las mujeres de que se inscribiesen en el censo electoral y, a su vez, orientar sus reivindicaciones hacia el sufragio universal.
No obstante, el Estatuto Municipal dejó un vacío de contenido en la ACM, que, junto a su apoyo al régimen primorriverista, acabó provocando una crisis ideológica que pudo ser uno de los motivos por los que el feminismo y el sufragismo católico prácticamente desapareciesen para 1930, volviendo, en el seno del catolicismo, la idea de alejar a la mujer del espacio público.

La pérdida de fuerza del sufragismo católico supuso que volviese a ganar importancia el sufragismo laicista, de la mano del socialismo, que durante la dictadura había lamentado la exclusión de las mujeres casadas en la concesión del voto: “Saludemos con respeto lo hecho y lamentemos que no sea más”, se puede leer en un artículo de El Socialista de 1924, y habiéndose organizado la acción de la Agrupación Femenina Socialista en torno a una campaña pro-sufragio.
Quizás resulta sorprendente el rol del sufragismo católico en el siglo XX, ya que en 1931 el debate que tuvo lugar en las Cortes Constituyentes sobre el sufragio universal femenino fue protagonizado por una diputada del Partido Republicano Radical y una diputada del Partido Radical Socialista, además de que el Partido Socialista Obrero Español fue la primera fuerza que votó a favor del sufragio universal. Por ello, es importante recordar el papel del sufragismo católico, que contribuyó, junto al laicista, a que las mujeres españolas pudiesen tener derecho a votar.
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