El lunes 26 de julio de 1909 se declaraba en Barcelona una huelga general que rápidamente se convertía en un estallido social con marcados tintes antimilitaristas y anticlericales. En el fondo era la constatación de las disfuncionalidades de una sociedad que intentaba la modernidad y el fracaso de un régimen de la Restauración que no había sabido pilotar al país hacia ella. Te lo contamos
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Cuando en 1874 se restauraba en el trono a los borbones con la figura de Alfonso XII, se abría para España la posibilidad de alcanzar la ansiada estabilidad política y social. El arquitecto de todo, Cánovas del Castillo, construyó un resistente edificio que duraría hasta 1931, pero que carecía de unos cimientos fuertes. Y esto es así porque para hacerlo necesitó construir un régimen caciquil en lo político, y de apoyo a la Iglesia en lo social. Ambas cosas demostrarían ser un problema con los años.

Sin embargo, Cánovas tuvo la suficiente visión para saber que necesitaría una alternancia política organizada en torno a dos grandes partidos para dar cabida a las sensibilidades. Se creaba para ello el turno pacífico. Y encontró a un político a su altura en Práxedes Mateo Sagasta, quien al frente del partido liberal, sería la alternancia a su partido conservador.
Y la cosa funcionó bien hasta que faltaron estos dos grandes políticos. Antonio Cánovas del Castillo fue asesinado en 1897, a tiempo para no ver la debacle de 1898, y Sagasta murió en 1903. A partir de entonces, los partidos ya no podrían mantener su unidad y el edificio construido empezó a evidenciar sus grietas. Lo veremos.

En 1909 desembocará el país en la Semana Trágica que es el objetivo del artículo. Vamos a hablar de los factores que nos ayudan a entender este episodio.
Partidos políticos y sindicatos
Es importante que hablemos de la cuestión política y social para entender porque la población de Barcelona estalló ese verano de 1909. Hemos de ver cuáles eran los núcleos en torno a los cuales se articulaba la población. Y para ello hay que entender que la población de Barcelona se formaba por un lado por los habitantes natales de allí y por una gran masa de población inmigrante, bien de la misma Cataluña o del resto de España.

Esto es importante porque explica el escaso peso del sindicalismo allí. Sólo la población natal de Barcelona podía tener un concepto de clase social obrera, a lo que se uniría un sentimiento nacionalista. El resto de la población inmigrante en muchos casos, habían sido propietarios, aparceros, etc. es decir, no habían sido asalariados urbanos, que es donde más podía pescar ese movimientos sindical.
Esto explica que en esa masa pescara más el Partido Radical de Lerroux, con un mensaje más en la línea del anticlericalismo, del antinacionalisma catalán, y con un vago mensaje de revolución social. De ahí sus masivos mítines y sus meriendas fraternales. Lerroux, “el emperador del Paralelo”, demostró ser un gran propagandista.

El movimiento sindical intentó ganar fuerza en 1907 con la fundación de Solidaridad Obrera, formada por socialistas, anarquistas y republicanos. Sin embargo, su fuerza nunca fue notable pues antes de la Semana Trágica, apenas contaba con 15.000 afiliados en toda Cataluña. Además , tras la represión, apenas quedó con 4.000. Hay que decir, que pese a que no participó en la dirección de la revuelta, el gobierno le acusó de ello y como tal fue clausurada su sede y fue reprimida.
La Iglesia
La Iglesia había sido un elemento central en la historia de España casi desde la misma fundación de España. Sin embargo, la Restauración y la Constitución que la hizo oficial, hizo temer que un estado liberal como era el que nacía, pudiera significar un ataque a sus beneficios. Por ello, al principio se opusieron a todo. Pero rápidamente se dieron cuenta que Cánovas les necesitaba para defender los derechos del joven Alfonso XII frente al carlismo, así que pasaron sin pena por ese fin de siglo.

Y al llegar 1898, no parece que lo pasaran mal. Es cierto que por un lado, se les atacaba por un sector, en gran parte militar, de ser los culpables del desastre (no olvidemos la gran importancia de los misioneros en las colonias), pero por otro lado, había que regenerar el país, y como el gobierno que firmó el Tratado de París que ponía fin al imperio español fue liberal, era evidente que o podía permanecer en el poder. Y claro, el turno político pasó a los conservadores de Silvela, católico, que vió a la Iglesia como factor clave para esa regeneración. Y no es baladí que el marqués de Pidal, muy católico, se ocupara de la educación, pieza clave de la actuación de la Iglesia.

Y así, la Iglesia pudo ocupar amplios sectores de la sociedad, desde las escuelas a la beneficencia. Cierto es que de todo ello ya se ocupaba, pero es que ahora lo hizo con la bendición del gobierno y además en un número que creció mucho en esos años. Recordemos que la pérdida de las colonias repatrió a muchos religiosos a la Península, unidos a las órdenes religiosas que habían empezado a llegar a España con las facilidades dadas desde Cánovas, unas tradicionales de España como los jesuitas, tras nuevas incluso algunas expulsadas de Francia y Portugal a finales de siglo.
Para los habitantes sobre todo de las ciudades, y más Barcelona que nos atañe para el artículo, debió de parecer que la Iglesia les rodeaba en su vida. Más aún cuando las barriadas de obreros pobres convivían pared con pared con los lujosos recintos religiosos. Recintos donde los obreros y sus hijos recibían la educación, las donaciones de alimentos, dinero, ropa. Y sobre todo, las oficinas de colocación, donde los patronos daban preferencia para contratar a obreros si venían de allí. Al final era la omnipresencia y omnipotencia de la Iglesia.

Y en ese caldo, es normal que surgiera el anticlericalismo. Por un lado social, pero también político. Nada que decir del Partido Radical de Lerroux, donde el anticlericalismo fue un elemento central que atrajo a las masas obreras. Pero también desde los partidos del turno ese papel fue abanderado por el Partido Liberal, y sobre todo por una enorme figura como fue José Canalejas. Ya desde la oposición tuvo numerosas intervenciones en el Congreso en ese sentido. Pero cuando llegó al poder, no tardó en desarrollar una serie de medidas destinadas a limitar el poder de la Iglesia. Sin embargo, eso fue en 1910 y excede nuestro estudio.
El Ejército
Este es otro de los elementos clave. El ejército español de principios de siglo adolecía de grandes males. Por un lado, y sobre todo, de un elevadísimo número de oficiales para las cifras totales. Esto hacía que gran parte del presupuesto se fuera en pagar sueldos, pero por otro lado no eran muy altos, lo que hacía que la mayoría de oficiales intentara ir a probar suerte a América y tras 1898 a África para hacer una carreras militar y subir en el escalafón y así mejorar su sueldo, bien por el grado o por ganar alguna condecoración pensionada. Esto sería una fuente de problemas.

Por otro lado, tenemos el Desastre del 98. En apenas unos días, la Armada española desapareció en Cuba y Filipinas. Además las tropas debieron capitular. Y volvieron a casa como el recuerdo de un fracaso, por no entrar en más detalles como el abandono gubernamental.
Y con estos mimbres, debió España mirar hacia África y destinar allí sus esfuerzos militares, de mayor menor gana.
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