Los acontecimientos que se produjeron al inicio de la guerra no eran satisfactorios para el Estado Mayor francés. Los soldados fueron sometidos al límite de sus fuerzas no solo por el desarrollo objetivo de la guerra, con todas sus carencias, mal alimentados, bajo fuego enemigo y a merced de los elementos climáticos, obedeciendo órdenes disparatadas, sino también por los castigos inclementes que alcanzaron su cima con los ejecutados pour l’exemple, ejemplo máximo de la insensibilidad que manifestaban con sus subordinados a los que consideraron meros instrumentos para sus méritos y ascensos. El resultado fue que los generales descargaron su ira sobre los soldados a los que responsabilizaron de los fracasos, y para ejemplarizar, fusilaron a cientos de ellos.
Tiempo de lectura: 10 minutos
Algunos relatos de hechos ocurridos en este principio de la guerra nos podrán ilustrar del régimen de terror que se instauró en las filas francesas, como el del general Réveilhac, que en 1915, en una jornada rutinaria de ataques ordenó uno nuevo porque hasta el momento no se habían alcanzado un número respetable de bajas. Este hecho ha de interpretarse en dos sentidos, primero que se ordenaban ataques que no formaban parte de ningún plan trazado, sino puramente el combate en sí mismo, que podía llevar como máximo a la toma de la primera trinchera del enemigo, sabiendo que desde la segunda trinchera enemiga se lanzaría un contraataque que la reconquistaría inmediatamente; y segundo, que los estados mayores calificaban la labor de las unidades por su número de bajas, mostrando así su actividad.

El propio general Réveilhac en otra ocasión ordenó bombardear a sus propias tropas cuando después de un fracasado ataque retrocedían, al no parecerle que hubiesen hecho todo lo posible para tomar la trinchera alemana. Por ello no debe extrañar que se fomentara el temor a los tribunales militares, tal y como hizo constar en 1915 el futuro Mariscal Petain: ”Para mantener el espíritu de obediencia y la disciplina entre las tropas, una primera impresión de terror es indispensable”. El General Maud’huy fue protagonista de un suceso en una ocasión cerca del frente, cuando viendo como un pelotón escoltaba un soldado desarmado en una estampa que no ofrecía duda, los paró levantando la mano, y preguntando al condenado el motivo, le explicó que abandonó el puesto ante el enemigo. El general, paternalmente, le hizo comprender el valor de la disciplina y el merecimiento de castigo si no se cumplía. Asintiendo el condenado lo que decía, el general le dio la mano, y le indicó que “La suya también es una forma de morir por Francia”, ordenando al pelotón que continuara con la ejecución.

En agosto de 1915 los soldados del 37 Regimiento de Infantería Camille Chemin y Éduard Pillet, fueron encomendados por el capitán de la compañía para que vigilaran los pertrechos de sus compañeros en la retaguardia, dado que en anteriores ocasiones se había producido robos. Fueron elegidos para quedar en retaguardia por su particular posición de sostén familiar. Se produjo un cambio de capitán y, no se mencionó o no interpretó correctamente el nuevo capitán la situación de estos dos soldados, con lo que al no estar en el frente, el nuevo oficial los consideró desaparecidos, y al reaparecer en el regimiento, dedujo que eran desertores. Una cadena de errores y malentendidos ocasionó que el 4 de agosto fueran juzgados y fusilados al día siguiente. Este caso fue revisado y en 1934, y rehabilitados.

El 24 de agosto de 1914, en la zona de Charleroi, los franceses a las órdenes del general Mangin, habían recibido un duro castigo, cuando este pudo observar a unos soldados que escoltaban a otro, en una escena parecida a la del general Maud’huy. Preguntando a qué se debía ello, uno de los soldados respondió que lo habían encontrado sin arma y tras un árbol. Sin más, y sin escuchar la versión del detenido, ordenó su inmediato fusilamiento cuando no había sido juzgado. No solo los soldados sufrían esta justicia sino también los civiles. El mismo día, en el mismo sector, un campesino ante la retirada de los franceses, le recriminó a un oficial que retrocedieran y si tenían miedo de los alemanes. Fue fusilado al momento.
Mención importante es qué ocurría con las familias de los ejecutados. El soldado Pierre Mestre fue fusilado para dar ejemplo y su caso ilustra lo sucedido. Una noche bajo el fuego alemán, en febrero de 1915, se extravió del grupo con el que iba a situar alambradas, y al regresar solo fue interceptado por dos oficiales que preguntándole por qué estaba allí solo y explicarlo le indicaron que sería castigado. Días después sería arrestado y fusilado. A su viuda le fue comunicada la muerte de su marido sin especificar las causas, recibiendo la ayuda inmediata para las familias de 150 francos.

A principios de 1915 se acordó otorgar una pensión a las familias de los morts pour la France, y transcurrido el tiempo y no recibirla, su viuda se interesó por ello, solicitando las circunstancias de la muerte, a lo que la administración responde cargando la búsqueda a la viuda. Después de diversas gestiones, en enero de 1916 la administración contesta informando del fusilamiento, no siendo hasta mayo del mismo año en el que se le deniega la pensión cuando oficializa la causa de la muerte. Este ejemplo evidencia que si bien los fusilamientos se realizaban para dar ejemplo en el frente, en la retaguardia no era así, y no se mostraban públicamente como tales a menos, como en este caso, que fuera la causa de denegación de la pensión por no ser considerado mort pour la France. A la muerte, al estigma del modo, había que sumar la denegación de la pensión.

El caso del soldado Lucien Bersot de 33 años, es, si cabe, más sobrecogedor, tanto por el absurdo motivo de la condena como por la manipulación que se hizo por parte de sus superiores para que fuera ejecutado. Su historia ha sido relatada en varios libros y en una película, Le pantalon. Bersot era un reservista que al ser alistado no recibió el pantalón rojo reglamentario por no haberlo en ese momento. Con el frío del invierno solicitó un pantalón rojo de lana al furriel de la compañía. Este le entregó uno perteneciente a un soldado fallecido, que se encontraba sucio de sangre y excrementos. Bersot se negó, y por ello castigado con ocho días de arresto por el teniente André, al mando de la compañía.

Enterado el teniente coronel Auroux quiso mostrar más dureza ante la llegada de nuevos reclutas, resolvió que debía ser juzgado por desobediencia a un superior ante el enemigo, sirviendo de ejemplo. La desobediencia se había producido en la retaguardia, y por supuesto no ante el enemigo ni bajo su fuego. Esta circunstancia agravaba la pena y significaba el fusilamiento. Bersot tuvo la solidaridad de sus compañeros, que intercedieron por él ante el teniente coronel, siendo dos de ellos condenados a trabajos forzados en Argelia. Todos ellos fueron juzgados por un tribunal especial, que no admitía apelación, y la sentencia se ejecutó al día siguiente, 13 de febrero de 1915 en Fontenoy. Bersot fue rehabilitado en 1922.

La severidad con la que se castigaban actos que no alcanzaban la pena capital, pero sí el castigo en campo de trabajo, llevó a la constitución de unidades de trabajos en primera línea (que no era más que una condena a muerte) dado que había un número considerable de reclusos que gozaban del privilegio de no estar en el frente.
Los fusilamientos, se producían en una ceremonia ritual muy bien teatralizada. Ante la unidad formada como espectadores del sacrificio, los compañeros del condenado debían fusilarle, en un acto de una cruel y ejemplarizante sumisión, y posteriormente desfilar ante el cadáver del soldado ejecutado, todo ello con solemne frialdad. Los espectadores debían ser consciente que podían formar parte del reparto de actores de una pieza que tenía como final la muerte real de sus protagonistas. No obstante, no fue siempre una acción pacífica por parte de los compañeros de los ejecutados esta posición de espectadores, y en alguna ocasión se negaron a disparar o mostraron su disconformidad y malestar con lo sucedido.

El caso de los soldados ejecutados en Flirey, nos muestra como después de la ejecución se ordenó romper filas y no desfilar ante los cadáveres por las muestras de repulsa de los soldados. En este episodio, 6 soldados fueron escogidos para ser ejecutados, al negarse su unidad a cumplir la orden de ataque. El 19 de abril de 1915 en Mont Mare, una de las unidades muy diezmada por los combates de días anteriores fue designada para realizar un ataque. Se negaron la mayoría de soldados, puesto que interpretaban que, según una norma no escrita, no les correspondía a ellos atacar, máxime con la inutilidad de estos ataques. Un hecho comprobado en general es que las unidades más castigadas por el enemigo, también fueron las que más represión sufrieron por sus mandos.
Cuando se dio la orden de saltar la trinchera, tan solo 15 soldados la cumplieron siendo abatidos rápidamente doce de ellos. El general Deletóille ordenó que los 250 soldados de la unidad fueran juzgados por cobardía. Tras la intervención de diversos oficiales, se acuerda se nombren 5 soldados, algunos escogidos por ser sindicalistas. Juzgados, uno fue absuelto y el resto condenados, y no obtuvieron la conmutación de la pena por el general Joffre que se encontraba en las cercanías y conoció de la condena. Este caso fue revisado en 1934 y rehabilitados los soldados fusilados.

Otros fusilados pour l´exemple, son los conocidos como mártires de Vingré, un cabo y cinco soldados. A finales de noviembre de 1914, los integrantes del 298 Regimiento de Infantería fueron bombardeados en sus trincheras, y posteriormente atacados por los alemanes, haciendo retroceder a parte de la unidad, cayendo algunos prisioneros. Posteriormente, contraatacaron y recuperaron la posición perdida. Los soldados que se habían retirado momentáneamente fueron acusados de abandono de puesto ante el enemigo, entablándose entre un subteniente y los soldados una discusión sobre si se había ordenado la retirada. Se escogió por sorteo a seis hombres que el 4 de diciembre serían fusilados ante 3 compañías del regimiento, haciendo constar en el diario del mismo que “Después de la ejecución, que transcurrió sin incidentes, las tropas desfilaron junto a los cadáveres”. Es de remarcar aquí que se haga constar que no hubo incidentes.

El posiblemente único oficial fusilado pour l’exemple es el del subteniente Chapelant, de 23 años, ejecutado el 11 de octubre de 1914, en el sector del Somme. Chapelant estaba al mando de una sección de ametralladoras el 7 de octubre, cuando en duros combates fue capturado junto con algunos de sus hombres. Dos días después y herido de bala en una pierna logra escapar y regresar a sus líneas. Es acusado de haberse rendido, por el teniente coronel Didier, y ante un Consejo de Guerra especial, condenado a muerte. Dado su estado, con la pierna herida y que no se podía sostener, se le fusiló en una camilla apoyada en un árbol. Fue rehabilitado en 2012.

Ayudará a contextualizar el ambiente que se respiraba en el este período inicial de la guerra lo sucedido en la conocida como Tregua de Navidad de 1914. A la confraternización y difusión por parte de algún periódico británico de aquellos hechos siguieron las duras medidas tomadas por los estados mayores enfurecidos para que no sucedieran de nuevo. Se trasladó las tropas que tuvieron participación a lugares más activos; se redujo los tiempos de permanencia de las unidades en un mismo sector para que no hubiera posible confraternización con el enemigo; en futuras navidades se incrementaron los combates y bombardeos, a fin de evitar contactos, etc. Pero si una opinión hace reflexionar, es la del obispo de Soissons sobre la tregua: ” Ocurre que en algunos de nuestros regimientos de reserva, en la víspera de Navidad, gente de carácter no patriótico fraterniza con el enemigo. Bebe, juega con los soldados de las trincheras vecinas. No es ningún secreto, todo el mundo lo sabe en la ciudad”.

Es un tema que ha sido tratado por una larga lista de artículos, revistas, libros, documentales, telefilms y películas. Baste recordar la magnífica obra maestra de 1957, Senderos de Gloria, dirigida por S. Kubrick y protagonizada por K. Douglas, basada en la novela de Humphrey Cobb, quien participó en la guerra. Aunque basada en hechos verídicos, los relatados en la película conforman un relato no sucedido, y ni el Regimiento 701 en el que se desarrolla la acción existió en la realidad. Varios son los diálogos y escenas memorables, y su mensaje provocó que no se estrenase en Francia hasta 1972, en España en 1986, y tuvo serias dificultades en Bélgica y otros países.
De una manera cruda y directa se nos muestran unos generales impasibles ante sus subordinados, a los que solo consideran como herramientas para conseguir unos fines. Y la película está nutrida de ejemplos, tanto en sus diálogos como en sus imágenes. La secuencia del fusilamiento es un macabro acto en el que los condenados son pasados por las armas por sus propios compañeros ante todos los soldados del regimiento formado, espectadores de una representación en la que podrían ser actores si nuevamente se requiere un castigo ejemplar.

Así es de resaltar las palabras que el General Mireau, después de la ejecución, mientras está comiendo en un lujoso chateau le menciona al Coronel Dax,: “sus hombres han muerto muy bien”, en referencia a que no se había producido ninguna escena de patetismo por parte de los condenados. La película condensa los numerosos episodios que hemos ido relatando: ataque absurdo y frontal frustrado contra una posición imposible, soldados que no salen de la trinchera, intento de bombardeo de las propias tropas, parodia de juicio, condenados al azar o escogidos por los oficiales, un fusilado en camilla, el escénico acto de la ejecución, etc.
En conclusión, la justicia militar francesa en el período 1914-1915 se cebó con unos soldados a los que se había pedido mucho más de lo que podían soportar, sacrificados como elementos culpabilizados de la impotencia de unos generales a los que todo iba grande, tanto de la extensión de los frentes como del tamaño de los ejércitos, con unas comunicaciones más que deficientes que les impedían saber del desarrollo de los combates convenientemente. El sistema jerárquico del ejército francés, al que se le concedía poca iniciativa a los oficiales sobre el terreno, impedía que las órdenes y el desarrollo de los combates fueran acordes, con lo que el caos en los combates podía, era, la norma.
Si bien nunca se apagaron las gestiones para la rehabilitación de los fusilados, fue en 1998 cuando se reabrieron por parte de asociaciones y la Liga de los Derechos Humanos los trámites judiciales para conseguirlo. En la posguerra, al menos 40 fusilados fueron ya rehabilitados, hubo leyes de amnistía en 1919 y 1921 para los condenados en ausencia, y se constituyó un tribunal especial en 1932-1935 para estudiar los casos concretos.
La frase del general Mireau en Senderos de gloria, puede resumir lo relatado en toda su crudeza: “No podemos dejar que los soldados decidan si una orden es posible o no. Si una orden no es posible, la única prueba válida son sus cadáveres en las trincheras.”
Si te ha gustado, seguro que este artículo también te va a gustar
La justicia militar francesa en la Primera Guerra Mundial. El ejemplo de los muertos (I)
La llegada de la guerra en el verano de 1914 fue saludada con entusiasmo, fervor por la población. La moral estaba más alta que nunca y las movilizaciones eran practicados en medio de concentraciones de civiles que los saludaban, seguros de una rápida victoria. Poco tiempo después todo cambió. Un tipo de guerra no conocido,…
Seguir leyendoDéjanos tu opinión !!!!!. Es muy importante para nosotros