En muchas islas del Caribe una vez esquilmadas las poblaciones indígenas, esclavos africanos reemplazaron a la servidumbre forzosa de indios. La Española llegó a perder prácticamente todo resto de población idngiena y se convirtió en una isla de esclavos negros, donde unos pocos españoles explotaban los recursos naturales de la isla. El negro Sebastián fue uno de esos esclavos, hasta que rompió el yugo de las cadenas y desafío a los esclavistas uniendose a la mayor revolución de esclavos del caribe español. Esta es su historia.
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Las colonias siempre estaban hambrientas de nuevos trabajadores, tanto para las tareas que requerían una cierta cualificación como para los trabajos más pesados y desagradables. Para los primeros porque la distancia con la metrópolis dificultaba que los colonos pudieran incorporarse como mano de obra, y para los segundos porque la población local indígena nunca estuvo disponible en cantidad suficiente.
Las enfermedades traídas por los europeos diezmaron a una población que jamás había estado expuesta a enfermedades como la gripe, el sarampión y la viruela (Jared Diamond, 2007). En la isla de la Española, actualmente compartida por Haití y Santo Domingo y una de las primeras en ser colonizadas por los españoles, la población indígena apta para los trabajos físicos declinó severamente (Jared Diamond, 2007). De una población inicial estimada de 250.000 en 1492, los grupos de población indígenas se habían reducido a 14.000 para el año 1517.
Además, la mano de obra indígena aceptaba las tareas a regañadientes, las jornadas extenuantes y las condiciones de trabajo miserables acababan provocando que los trabajadores huyeron, en su escapada eran apoyados por las comunidades locales que ayudaban a los huidos a esconderse de la administración local.
Ante estos problemas, los colonos encontraron una solución en los esclavos africanos, redes esclavistas permitieron que se encontrarán disponibles en cantidad y a buen precio en los mercados coloniales, y a diferencia de los indígenas eran dóciles y obedientes se presentaban como la mejor opción posible para el desarrollo de la minería y la agricultura (Woolf, 1993). En la Española los primeros esclavos llegaron en 1501 cuando el gobernador Nicolás Ovando autorizó la llegada de esclavos que hubieran sido cristianizados y hubieran aprendido el castellano sirviendo en la península ibérica. Sin embargo, la necesidad llevó a que en 1510 y a través de la Casa de Contratación se autorizase la introducción de negros no cristianizados como nuestro protagonista el negro Sebastián. Se trataba de hombres en su mayoría, aunque también algunas mujeres que eran arrancadas directamente de la costa de Guinea, vencía el pragmatismo económico sobre los ideales religiosos (Vigil, R. H., 1971).
El auge de la esclavitud en la isla fue tan desproporcionado que en 1574 un censo en la Española contabilizó 1.000 españoles y 30.000 esclavos africanos. Siendo abrumadora mayoría en la isla, la sumisión de los esclavos negros a menudo puede resultar desconcertante (Vigil, R. H., 1971). Habiendo perdido todo, sufriendo violencia continua y con una esperanza de vida mucho menor que la de los colonos, ¿Por qué no se rebelaban? ¿Por qué no tomaban el camino del negro Sebastián?
En un ejercicio de empatía tenemos que meternos en la piel del esclavo, la esclavización es una transformación, una mutación a todos los niveles, psicológica, identitaria, moral. Pasas de convertirte en un sujeto corriente, con su libre albedrío y te conviertes en un siervo, poco más que una herramienta (Manning, P., & Meillassoux, C., 1988). El africano desde que es capturado hasta que se encuentra en la plantación pasa por una serie de experiencias que le van marcando, deshumanizando y acaban convirtiendo en ese nuevo ser: el esclavo (Moreno Feliú, Paz., 2010). Una serie de ceremonias jalonan este tránsito entre el hombre libre hasta el ser esclavo:
1) Borrado del pasado del esclavo, se rompen todos los vínculos con su antigua vida de hombre libre y con su familia, grupo o comunidad.
2) Creación de una nueva identidad. Una vez erradicada su identidad de hombre libre se le otorga un nombre nuevo, toman los nombres típicos de la cultura de los esclavistas y a menudo el apellido de su dueño.
3) Marcado. Como se hace con animales diversas marcas se imponen en la piel del esclavo, se les afeita el pelo y se les obligan a seguir restricciones diversas a la hora de que ropas y atuendos tienen permitido usar, es importante que su estatus quede evidente. Durante esta etapa el esclavo a menudo la vive como un luto, está enterrando su anterior vida como hombre libre (Patterson O., 1982).
4) Adopción de la nueva identidad, a partir de ahora su identidad pasará a estar permanentemente vinculada a la de su señor, será su propiedad y entendido como un apéndice de él.
El objetivo es desvincularlo de su medio social (des-socializarlo y des-persona- lizarlo); para agregarlo en la nueva comunidad como un no-ser social, subhumano, cuyo reconocimiento se realiza a través del amo (Moreno Feliú, Paz., 2010). Todo esto lo sufria nuestro protagonista el negro Sebastián. Habría nacido el 24 de diciembre de 1520, en África, siendo un niño fue capturado por negreros en Guinea y vendido a los traficantes, sobrevivió al miserable vía crucis de un barco atestado de personas sin la más mínima higiene, sin ver el sol, como animales hacinados en un ataúd flotante. Se le rapó y distribuyeron ropas de siervo y fue bautizado como Sebastián en el año 1525.
Completada con éxito esta serie de transiciones ha llevado a una ruptura total con su identidad anterior y una deshumanización. Sacudirse el yugo resultaba extremadamente doloroso. Además, a diferencia de los indígenas que conocen la región y tienen apoyos más allá de las haciendas, los esclavos desconocen por completo el mundo más allá de la plantación y carecen de vínculos y apoyos ahí fuera.
Sin embargo, a menudo el ser humano libre era capaz de sobrevivir a este trauma, y con esfuerzo lograba rebelarse contra la esclavitud inducida por su mente y la inducida por su amo. Las fugas fueron constantes y en 1532 en la isla de la Española y fue el primer territorio en el nuevo mundo donde los esclavos se deshicieron de sus amos, eran los supervivientes cuya voluntad y su humanidad no se había quebrado completamente.
En 1543, tras siete largos años de cautiverio el negro Sebastián consiguió escapar de sus amos y unirse a esta revuelta de la que acabaría convirtiéndose en uno de sus líderes. Lo hizo junto con un pequeño grupo de esclavos emprendió la fuga. marchó a la montaña. En un inicio sus esfuerzos se concentraron en sobrevivir y mantenerse alejado de los españoles, pero al cabo de un tiempo comenzó a combatir a las autoridades coloniales. A su causa se fueron uniendo más esclavos fugados como él. Tal ven en su mejor momento rondaría los 400 hombres. Sebastián rompió por segunda vez con su identidad, ahora se hacía llamar Lemba Calembo, nombres que probablemente hacían referencia a la tribu materna y paterna, había iniciado por sí mismo otra mutación que le convirtió de nuevo en un hombre libre.
Los rebeldes se movían por toda la isla, establecieron sus campamentos que conocemos como palenques, crearon su propia sociedad, alimentándose de lo que les proveía la isla, relacionándose con las mermadas comunidades indígenas y a menudo asaltando las haciendas de los españoles para lograr armas y emancipar esclavos, lo hicieron con éxito durante 15 años.
Finalmente, el 17 de septiembre de 1547 fue capturado. Poco sabemos del cómo, el cuándo y el dónde, únicamente que sucedió entre 1547 y 1548 en algún lugar San Juan de la Maguana u otro lugar del sur del país, es aquí donde la leyenda resuena y lo envuelve todo. Posterior a su captura fue trasladado reo a Santo Domingo para ser ajusticiado, recibiendo la muerte a las puertas de la muralla, la Puerta del Conde entre el Fuerte de San Gil y la Puerta del Conde. Al poco tiempo su banda caería, al menos 140 de sus hombres fueron de nuevo capturados o ejecutados (Vigil, R. H., 1971).
Sebastián o su nueva identidad Lemba Calembo tienen una importancia singular, nos sirven de recordatorio de que nuestra humanidad difícilmente puede ser arrancada por completo. A pesar de los sufrimientos que buscaban humillar y domesticar a Lemba Calembo, no lo lograron completamente. a pesar de que, desde su pelo, el color de su piel y las marcas en su espalda le recordaban diariamente que para los colonos el ya no era un hombre libre, no lograron imponerle la identidad del esclavo Sebastián.
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