Pablo Picasso y Salvador Dalí son dos de las figuras clave en el desarrollo de la historia del arte del último siglo. El malagueño revolucionó la pintura a principios del siglo XX gracias al desarrollo del cubismo. Por su parte, el catalán supuso un punto de inflexión en las vanguardias debido a su estilo surrealista único y la invención del método paranoico-crítico. Pero ¿cuál era verdaderamente la relación entre ambos?
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Por Andrea Barberá
Se llevaban 23 años de diferencia. Se conocieron, se escribieron y compartieron muchos momentos, sin embargo, no encontramos ninguna prueba gráfica de ello, más allá de las cartas que Dalí ha recogido en sus libros publicados en los que habla sobre el pintor malagueño y la relación que mantenían. No hay ninguna imagen en la que se encuentren juntos, sin embargo, su trato iba más allá de eso. Pablo Picasso nació en Málaga en el año 1881, mientras que Salvador Dalí nació en la catalana ciudad de Figueras en el año 1904.
La primera vez que se vieron fue en el estudio de Picasso ubicado en París en el año 1926, cuando Dalí viajó allí para conocer el Museo del Louvre. Por ese entonces, el malagueño ya era mundialmente conocido, ya que había triunfado en París gracias al cubismo y su arte comenzaba a ser un fenómeno global. Mientras, el joven Dalí, que por aquel tiempo tenía 22 años, era un estudiante de arte que daba sus primeros pasos en el mundo de la pintura y que consideraba a Picasso como un ídolo, un maestro al que adoraba y admiraba.
Dalí estudió y analizó a fondo la figura de Picasso, a la que veía como un referente, alguien quien quería ser en su futuro. Tomó como referencia los mismos autores que él, con especial relevancia en la figura de Velázquez, de la que posteriormente tomaría hasta su característico bigote y corte de pelo, para poder asemejarse todo lo posible y alcanzar el éxito que el tenía. La admiración era tan grande, que, en sus inicios, Salvador Dalí imitaba el estilo de Picasso, tanto en la forma de vestir como en la de pintar, ya que realizó numerosas obras cubistas en las que se percibe claramente la influencia de Picasso.
Con el paso del tiempo, la relación de ambos se hizo más cercana, llegando a verse hasta dos veces por semana en la casa del artista malagueño, ubicada en la capital francesa, a la que Salvador acudía con su esposa Gala para conversar sobre arte con Picasso y ver sus últimas creaciones. Gracias a Picasso, Dalí se fue haciendo su hueco en el mundo artístico parisino, e incluso pudo viajar con su esposa Gala a Nueva York en un viaje financiado íntegramente por el artista malagueño.
Sin embargo, en 1939, tras la guerra civil española, la relación entre ambos se truncó. Picasso se mostró contrario al régimen franquista, a diferencia de Dalí, que alabó y apoyó públicamente la dictadura y al nuevo jefe del estado. Desde este momento, Dalí comenzó a desarrollar una rivalidad casi enfermiza hacia la pintura de Picasso, queriendo destacar sobre él constantemente, llegando incluso hasta a denigrarlo públicamente en España, ya que este se había convertido en una figura clave en la lucha contra la dictadura franquista desde su exilio en Francia.
Por su parte, Picasso, consciente de su poder en el mundo del arte, se limitó a ignorar al catalán, algo que no le sentó nada bien a este, ya que siguió atacándole, colocándose él como el abanderado del verdadero arte y tachando al malagueño como el destructor del arte clásico debido a la invención del cubismo, una técnica que, recordemos, él mismo utilizó en sus comienzos. Sin embargo, al mismo tiempo que denigraba la obra de Picasso, Dalí seguía inspirándose en ella de una forma muy clara para crear su arte. A su vez, le escribía postales y cartas adulándolo que, por supuesto, Picasso ignoraba.
Tal era su obsesión por el malagueño que Dalí llegó a escribir un libro titulado Picasso y yo, en el que se recoge el epistolario completo que intercambiaron (solo encontramos una postal firmada por Picasso hacia Dalí), así como todos los textos que este le dedicó al pintor malagueño a lo largo de su vida, que no son pocos. Pese a esta obsesión que el catalán mostraba por Picasso, este lo ignoraba, centrándose únicamente en su arte y demostrando que estaba por encima de cualquier pelea con su compañero de profesión, al que conocía bien y sabía como tratar.
Hay quienes dicen que ambos se admiraban, otros que se odiaban y quienes afirman que la rivalidad solo era existente para Dalí, debido a que Picasso estaba por encima de todo eso. La realidad es que la relación que mantenían ambos artistas era complicada, en gran medida debido a los comentarios del catalán hacia Picasso. Se dice que el alumno quería superar al maestro, lo cierto es que eso nunca llegó a pasar, pero ambos consiguieron su hueco dentro de la historia del arte, siendo mundialmente reconocidos hoy en día y teniendo obras expuestas en los principales museos del mundo, algo que definitivamente habría encantado a Dalí.