El mito del andrógino. Hermafroditas en la historia

El mito del andrógino, es una constante en los rituales iniciáticos de numerosas culturas. Independientemente de su fascinación teratológica, de la que se ocuparon autores como Ambroise Parè, la figura monstruosa del hermafrodita, constituye un poderoso objeto de reflexión, en tanto en cuanto, su imagen supone la conciliación de una fractura, y la unificación de lo que a simple vista parece irreconciliable. 

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En la cultura occidental, los precedentes del mito serán fundamentalmente dos: El Banquete de Platón y las Metamorfosis de Ovidio.

En El Banquete, Aristófanes, a propósito del amor, lo define como una incesante búsqueda del ser humano por superar la nostalgia de la fragmentación, sufrida en una suerte de caída original como consecuencia de su soberbia, y la necesaria e incesante recuperación de la unidad esencial perdida. Para retornar a la armonía primigenia del ser, era necesario solventar la escisión volviendo a la naturaleza primitiva, aquella que implicaba la fusión de los dos amantes. Platón, es efectivamente un pensador dualista. El andrógino platónico es una imagen de la separación radical del cuerpo y el alma, así como de las dos naturalezas del conocimiento humano y de la propia estructura doble de la realidad, el mundo sensible y el inteligible.

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El Banquete de Platón.Créditos fotografía: Estudios Cavernarios.

Ovidio entretanto, nos presenta un ser andrógino que surge no como condición originaria anhelante de completitud sino como culminación de un proceso metamórfico y violento, a consecuencia del deseo imperioso de la ninfa Salmacis, que implora a los dioses la unión eterna de su cuerpo con el de Hermafrodito.

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Hermafrodito durmiente. Fotografía: Otro ángulo.

Estamos ante dos mitos especulares. Mientras Platón plantea un estado primigenio del cual derivan el hombre y la mujer como seres incompletos, defectuosos con respecto a la unidad primitiva de la que surgen y hacia la que tienden en vano, Hermafrodito, no es ni hombre ni mujer. En él, lo que estaba dividido, ahora se une.

No obstante en ambos casos existe un anhelo común por recuperar la condición original perdida para siempre. En el andrógino platónico, la mitad que completa al ser; en el hermafrodita de Ovidio, la individualidad extraviada en el proceso de fusión. La criatura platónica se traduce en dos entidades inacabadas, mientras que la metamorfosis de Hermafrodito, en una sola, pero igualmente imperfecta.

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El mito del andrógino. Fotografía: Cultura colectiva.

En el hombre siempre han coexistido dos polaridades opuestas, lo vil y lo noble; la supervivencia y la autodestrucción; lo alto y lo bajo; en definitiva, el bien o el mal. El cuerpo, como materia sujeta al devenir del tiempo y a la desintegración de una parte, y el alma, como componente póstumo de otra, han sido asociados a esas dos tendencias antagonistas. La fusión de ambos se convierte en el objetivo último, la meta de la autorrealización y la consecución del deseo inconsciente de totalidad que precognizaba Jung.

«En el interior de cada individuo, ambas fuerzas, femeninas y masculinas, están presentes como alma y razón, corazón y cerebro. Y aunque exotéricamente, los místicos hebreos identificaron la fuerza izquierda, femenina (yetzer-ra), con el mal, las enseñanzas esotéricas afirman que un hombre es tanto más grande cuando más grande es su yetzer-ra, porque cuando consigue dominarla se convierte en su aliada y el hombre perfecto contiene ambas fuerzas en armonía recíproca«

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Andrógino. Fotografía: Aispes.net

Hans Hinterhäuser no duda en incluir la figura del andrógino en una dimensión sublime, el mundo de lo mítico, y a propósito del mismo establece:

«El hermafrodita ha sido siempre la encarnación del anhelo del hombre por lograr la síntesis de las facultades intelectuales y materiales, cognoscitivas y creadoras, por suprimir las tensiones entre el principio masculino y femenino en un ser único y divino»

Los respectivos mitos a los que nos hemos referido, nos remiten a una tensión antitética, que conecta directamente con el propio origen del universo. Son innumerables las mitologías en las que el mundo surge como consecuencia de la acción de deidades andróginas. La lejana India, revela el concepto de andrógino en figuras como Ardhanasshivara, quien es a la vez, espacio como receptáculo pasivo femenino, y tiempo como principio activo masculino. O Shiva y Parvati, unidos en una única entidad. La deidad es la síntesis de ambos sexos, o mejor dicho, de ambas polaridades o energías.

Ardhanarishvara
Ardhanarishvara. Fotografía: Aispes.net

En otras ocasiones, es la hierogamia o el matrimonio divino, el acto sobre el que descansa la creación. Tal es el caso de la unión de Inanna y Dumuzil, Geb y Nut o Urano y Gaia.

El andrógino, adquiere por lo tanto una dimensión simbólica -entendiendo símbolo como objeto partido en dos- y establece la posibilidad de un diálogo entre las partes fracturadas, pues no obstante y aun a pesar del aparente caos dual en el que se inserta la figura del andrógino, subyace una ley universal latente que coordina y proporciona armonía a ese juego de opuestos, los cuales no dejan de ser contemporáneamente «lo mismo» y «lo otro», variando la cantidad de lo común por exceso o por defecto.

En palabras de Mircea Eliade:

«La androginia significa mucho más que la coexistencia, o, mejor dicho, la coalescencia de los sexos en el ser divino. La androginia es una fórmula arcaica y universal para expresar ‘totalidad’, la coincidencia de los contrarios, la coincidentia oppositorum. Tanto como una situación de plenitud y autarquía sexual, la androginia personifica la perfección de un estado primordial, no condicionado»

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Andrógino. Fotografía: Dreamstime

Así surgen los arquetipos junguianos de Animus y Anima, los cuales compensan a lo consciente de una forma inconsciente, a partir de las cualidades características del sexo contrario; el Ying y Yang taoístas, como una interpenetración recíproca de opuestos; e incluso la representación del arcano XIV del Tarot, el Diablo, quien reune en su anatomía rasgos propios de ambos sexos. Se abre así el camino hacia una hierogamia entre las polaridades individuales del ser.

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Arcano XV, El Diablo. Fotografía: Wikipedia

La alquimia, en su pretensión de transmutar la materia bruta, acude a la figura del andrógino para manifestar el objetivo último del taumaturgo: consagrarse como individuo perfecto a partir de la unión de luz y tiniebla, padre y madre, espíritu activo y materia pasiva, en el punto en el que ambas se diluyen en el océano del Uno, en el logos heraclitano.

Autores como Jacob Boehme, Johann G. Gichtel, Bourignon o John Pordage, desarrollarán un nuevo tipo de misticismo protestante, en el que el culto al andrógino será una pieza clave. Desde sus postulados, predican la trascendencia de lo masculino y lo femenino, en aras de obtener la unidad con el Padre y su presencia material, Sofia.

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Pistis Sophia. Fotografía: Ascending path

El Rebis alquímico (cosa doble en latín), es el resumen simbólico del intento de trascendencia de la dicotomía omnipresente, que impide ver más allá de esa aparente e ilusoria división, que rige las reglas del universo. El andrógino, surge como unión del Sol y la Luna, es decir del azufre y el mercurio (Bodas Herméticas), transformándose en la codiciada Piedra Filosofal, panacea universal y elixir de la inmortalidad, objetivo de todo proceso alquímico. El azufre, caliente, masculino, compacto, representa el principio ígneo y constructor de cada ser; el mercurio, frío, femenino, etéreo, es la madre nutricia de la combustión vital.

La alquimia trata así de establecer un puente entre lo fijo y lo volátil, procediendo a la materialización del espíritu, y la espiritualización de la materia.

Rebis
Rebis. Fotografía: A Natureza Mística Sem Véu

El híbrido Rebis, es frecuentemente representado como una criatura bicéfala, dotada de atributos masculinos y femeninos, evidenciando el matrimonio entre el azufre-sol-masculino, y el mercurio-luna-femenino. El engendro, aparece coronado como símbolo del éxito en el proceso, y presenta alas y pies bien visibles, para recordarnos la naturaleza volátil celeste y fija terrenal de la que está compuesto. La copa que eleva una de las dos mitades, alude a las tres materias: cuerpo, alma y espíritu, con las que se fabrica la Piedra Filosofal, la cual descansa en la segunda copa alzada como culminación exitosa del experimento. Bajo los pies del Rebis, el dragón de tres cabezas, rememora las materias alquímicas empleadas al comienzo de la Gran Obra.

En el Rebis, cada una de las figuras situadas a un lado, tiene su correspondencia simétrica en el otro, pero sólo en la unión de los contrarios, en la intersección, reside la perfección. Solamente aquel en grado de unificar en su interior las polaridades antitéticas, podrá dominar al dragón de la materia y las pasiones, y conseguir la reintegración del Ser anterior a la caída.

Andrógino alquímico. Fotografía: Ars Gravis

La unión de los contrarios, es una unión dinámica, fruto de una tensión constante divergente y convergente, y una lucha interna, que conlleva la interpenetración y exclusión mutuas, la afirmación y negación constante de los polos opuestos. El Rebis, sería en este sentido la armonización no estática de las dos fuerzas opuestas, impidiéndose mutuamente su desbordamiento.

En este sentido y apoyándonos en la filosofía de Heráclito a propósito de los opuestos, veremos que no dejan de ser sino meros conceptos ilusorios, ya que existe un nexo de unión entre ambos, que los convierte en la misma cosa, “Lo opuesto que converge, y de las cosas divergentes la más bella armonía (y que todo sucede según discordia)”. Es la coincidentia oppositorum.

Heráclito
Heráclito. Fotografía: Filosofía y letras comunidad pro

A medida que la visión de ese centro se va distanciando, surge la dualidad. Cada uno nace del otro, y sólo se convierte en ÉL mismo diferenciado, cuando se expande a partir de lo común. Los opuestos se contienen y se anulan constantemente, y de manera recíproca. El andrógino hermético, es por tanto la codificación simbólico-monstruosa de la posibilidad de alcanzar la unidad subyacente bajo las apariencias del dualismo, sobre el que hemos construído nuestra experiencia. El Rebis, es en definitiva una apuesta por la incorporación y asimilación de la diversidad, integrando las diferencias sin destruirlas y la esperanza del retorno a un estado idílico,encriptado en la complejidad de la emblemática alquímica.

Coincidentia-Oppositorum
Coincidentia Oppositorum. Fotografía: Researgate

Si bien el monstruo acostumbra a mostrar lo Otro como algo amenazante, dejando una doble posibilidad de resolución: la fagocitación de la víctima o la aniquilación de su ser; el andrógino evidencia la alteridad, invitando paradójicamente a su metabolización. Abre una vía intermedia hacia la asimilación del opuesto, otorgándole su espacio y conquistando un equilibrio que aunque no exento de tracción, conduce, al menos según los antiguos alquimistas, a la completitud del ser, esférico y perfecto.

«la belleza de un edificio no se manifiesta a quien percibe una mínima parte del mismo, cual una piedra, un cemento pegado, una media pared, sino sobre todo a quien puede ver el todo y tiene la facultad de comparar las partes entre sí

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