Hay una Italia turística, y una Italia desconocida, plagada de joyas por descubrir. Bologna, famosa no solo por sus incontables pórticos, plazas y torres medievales, esconde entre la espesura de los Apeninos una de las construcciones más fascinantes y sorprendentes de toda Italia: La Rochetta Mattei.
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Hay una Italia turística, y una Italia desconocida, alejada del bullicio de Venecia, Roma o Florencia, plagada de joyas por descubrir y misterios por desvelar. No podía esperarse menos del país con mayor número de lugares declarados Patrimonio Unesco de la humanidad, y es que es bien cierto aquello que dicen que cualquier pequeño pueblo italiano, conserva un tesoro cultural.
Bologna, no solo es la cuna de Marconi o Laura Bassi, no solo es famosa por sus pórticos y plazas medievales que la convierten en uno de los destinos turísticos más buscados por los europeos, ni por su deliciosa mortadela. Bologna esconde entre sus incontables maravillas, una de las construcciones más sorprendentes y desconocidas que las mentes inquietas puedan encontrar. Entre la espesura del Apenino boloñés, en un pequeño pueblo llamado Grizzana Morandi, se alza tímidamente, casi como el decorado de un cuento de hadas, la fascinante Rocchetta Mattei. Y fascinante no solo por su extraordinaria y ecléctica mezcla de estilos arquitectónicos, sino por la riqueza de su misteriosa simbología, y la historia humana que encierra su construcción.
Sobre las ruinas de una antigua Rocca del s. XIII, el conde Cesare Mattei, levantó entre 1850 y 1859 un edificio laberíntico, repleto de torres, insólitas estancias y escalinatas monumentales. Todo un recorrido iniciático que requiere más de una visita para superar la perplejidad que causa a primera vista su fusión imposible de estilos Liberty, morisco o neorrenacentista. El paisaje que rodea la arquitectura, recuerda el entorno circundante de estructuras como el castillo alemán de Neuschwanstein o la propia Alhambra, cuya referencia como veremos, no es casual. Es por ello que los visitantes, deberán prestar atención hasta al más banal de los detalles sin dejarse eclipsar por la belleza del conjunto, ya que ninguno de sus elementos está proyectado al azar.
Hay un hecho fundamental en la vida de Mattei, que explica la causa última de una estructura tan compleja, y que fue si duda el motor que impulsó la constante investigación encarnada entre sus muros. La madre del conde sufrió durante 10 largos años los estragos del cáncer sin que la medicina pudiera hacer nada para salvarla o aliviar su dolor. Profundamente afectado, Mattei inició una búsqueda que le conduciría a la creación de la medicina “electro-homeopática” basandose en sus conocimientos alquímicos, y en conceptos como el prana y el qi de las medicinas tradicionales de China e India. Al igual que el barón Von Reichenbach, Cesare Mattei, estaba convencido de que las sustancias tenían una energía de tipo electromagnética o una suerte de “electricidad vegetal” que actuaba sobre los diferentes tejidos del enfermo, equilibrándolos y ayudándole de ese modo a sanar. Hay que recordar igualmente que a mediados del siglo XIX Shelley escribió Frankenstein siguiendo los estudios de Galvani sobre la estimulación de los impulsos eléctricos, y que además Mattei conoció al inventor de la homeopatía.
Casi se puede decir que la Rocchetta Mattei fue un auténtico laboratorio de experimentación. Planteado según algunos autores sobre las bases de la geometría pitagórica y el esoterismo derivado de las disposiciones astrológicas y herméticas, su estructura confirma la voluntad del conde de crear un espacio terapéutico que potenciara el magnetismo telúrico y las influencias astrales en aras de la sanación física y espiritual. Sus torres y estancias, en perfecta concordancia con las ubicaciones planetarias, marcan un mapa estelar en la tierra. El historiador Claudio Carelli, en sus publicaciones monográficas sobre el edificio, nos advierte de la semejanza entre la disposición de las construcciones que componen el conjunto de la Rocchetta y la Tabla IV del Atlas Harmonia Macrocosmica de Andreas Cellarius. Segun el autor, Saturno coincidiría con la Torre de la Visión, Marte con la Torre de ingreso, la Luna con la Torre Araldica, la Tierra se situaría en la posición de la Sala de los Noventa, Mercurio en el pórtico de la sala que replica la Alhambra y el Sol con el torreón porticado que preside el muro del reloj. Parece ser que Mattei tuvo siempre en mente conseguir extraer la energía y explotar el movimiento de los cuerpos celestes para explorar como estos podían afectar al ser humano.
El recorrido de acceso al interior traza igualmente un sendero simbólico, en el que la propia escalinata de acceso, advierte ya de las fatigas espirituales que conlleva iniciar el viaje que nos aguarda. A los lados, y como guardianes de acceso a un templo aparecen la imagen de Zeus, padre de los dioses – o quizá Serapis, deidad greco egipcia cuyos atributos remiten a Esculapio, dios de la medicina- también un león y un hipogrifo, criatura mitológica que Virgilio describió en sus Eglogas como un híbrido a medio camino entre ave y caballo, y Ludovico Ariosto como la cabalgadura de héroes y magos.
La escalinata nos propone un último enigma en clave mitológica antes de llegar a la puerta de acceso, una criatura alada-una harpía quizá- que sostiene el globo terráqueo, y cuyo rostro, desfigurado por el paso del tiempo o los desastres de la guerra, nos impide establecer algo más allá que meras especulaciones en torno a su significado último.
El colorista portal morisco que nos recibe al final de la escalinata, presenta cinco círculos con posibles connotaciones solares, dos en cada una de las puertas y uno central que corona el acceso. Cada uno a su vez aparece circundado de 12 rayos que con toda probabilidad aluden a la división horaria en 12 horas, anual en 12 meses o zodiacal en 12 signos.
Atravesándolo llegaremos a un pasillo que conduce a un patio decorado en estilo medieval y morisco. Para acceder al mismo, hemos de cruzar un arco sustentado por dos telamones: un hombre y un diablo, quien sabe si en alusión a la leyenda de la construcción del Templo de Jerusalén.
El patio está ocupado por una pila bautismal procedente de la destruida iglesia de Verzuno, y un balcón que corona la ventana de la que estaba destinada a ser la habitación que hospedase al papa Pio IX, hecho que jamás tuvo lugar. Desde el mismo se accede a diversas áreas del palacio, entre cuyos espacios hay tres particularmente destacables: la Sala de los Noventa, la capilla y el Patio de los Leones, en clara alusión a la Alhambra de Granada.
La primera de ellas, la Sala de los Noventa, fue ideada por el Conde para celebrar su 90 cumpleaños, algo que tampoco llegó a suceder. De planta hexagonal, está presidida por una vidriera que representa al propio Mattei circundado por una corona de laurel y el año de su nacimiento. El techo reproduce un cielo estrellado, y una de las puertas de acceso conduce a la monumental capilla donde descansan los restos de Cesare. A la misma se accede a través de una reproducción en pequeña escala de la Mezquita de Córdoba, cuyos arcos decorados con alternancia de líneas blancas y negras, nos retrotraen de nuevo al mundo árabe y al característico románico pisano. Pero también dejan un anacrónico regusto a los trabajos del artista neerlandés Escher.
En el lado opuesto a la galería, sobre una logia sobreelevada, descansa el sarcófago del maestro del templo, decorado ricamente en mayólica con elementos diseñados por el propio conde. Está coronado por una cruz griega en la parte superior a modo de frontón que da paso a un espacio dividido en tres zonas con una extraña inscripción en la parte inferior.
Los laterales los ocupan dos placas cerámicas rectangulares, casi a modo de columnas, en las que se distribuye en sendas bandas la inscripción: “ Anima Requiescat in Manu Domini”, y bajo ella la insólita sentencia que quizá alude a la pequeñez del hombre frente a la inmensidad del universo:
“Stelle di XVI grandezza: Diconsi stelle di XVI grandezza e tanto più lontane sono che la luce loro solo dopo XXIV secoli arriva a noi: visibili furono esse coi telescopi di Haerschel. Ma chi narrerà delle stelle anche più remote: atomi percettibili solo colle più meravigliose lenti che la scienza possegga o trovi? Quale cifra rappresenterà tal distanza che solo correndo per milioni di anni la luce alata valicherebbe? Uomini udite: oltre quelle spaziano ancora i confini dell’universo!”
De nuevo las referencias astrológicas parecen tener un significado esencial en la comprensión de la estructura.
La tumba fue profanada para intentar desvalijarla como si de un antiguo faraón se tratase. No obstante los restos de Mattei permanecen en su interior a día de hoy.
Finalmente el Cortile dei Leoni, réplica del Patio de los Leones ubicado en el palacio granadino, presenta una rica decoración a base de pequeños azulejos de cerámica procedentes de Sevilla, que forman elegantes estructuras geométricas. Una gran parte de ellos fue destruido durante la ocupación del castillo en la Segunda Guerra Mundial, sin posibilidad de restitución. En los arcos, la escritura cúfica, nos recuerda que solo Allah vencerá, y en el centro de la estancia se eleva la fuente de los leones, de cuyas fauces fluye el agua que va a parar a un estanque octogonal. Se conectan así dos elementos de importante significado simbólico: el agua y el octógono, la unión entre lo espiritual y lo terrenal.
Casi como un alquimista, Mattei logró reunir en un solo edificio las tres religiones monoteístas, ponerlas al servicio o al alcance de aquellos que deseaban sanar física y espiritualmente. El palacio es un asombroso rompecabezas que reserva muchas más sopresas de las que somos capaces de describir en este breve artículo. Sin embargo podemos aconsejar al lector consultar las no demasiadas pero interesantes referencias bibliográficas que se pueden encontrar al respecto: las dos publicaciones monotemáticas de Claudio Carelli, “Guida romantica alla Rocchetta Mattei” y su “Extensio 2018”, así como “L’esoterismo del Conte Cesare Mattei.: I segreti dell’Elettromiopatia ed i misteri della Rocchetta Mattei tra simboli Templari e RosaCroce” de Alessandro Rapparini.
Si la intención del conde era que los visitantes tras su paso por el “templo” volvieran a la vida cotidiana con una percepción diferente de la realidad, con una conciencia renovada, y una capacidad de ver con nuevos ojos más alla de la materia, sin duda alguna, lo consiguió.
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