Torturas en la Antigüedad: el toro de Falaris

A lo largo de la historia,  el ser humano ha conocido múltiples formas de torturas muchas de las cuales fueron cambiando y evolucionando a lo largo de los siglos. Muchos de aquellos instrumentos han llegado hasta nosotros en su forma física o bien a través de las crónicas de la época, pudiéndonos hacer una idea de las consecuencias que tenían sus usos. Uno de estos artilugios, considerado como uno de los más cruentos, fue el conocido como Toro de Falaris

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El origen de este instrumento se encuentra en la antigua ciudad de Acragante (la actual Agrigento ubicada en Sicilia y catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), una de las ciudades-estado griegas más influyentes durante la Edad de Oro de la Antigua Grecia. Fue bajo la tiranía de Falaris cuando la ciudad se convirtió en una de las colonias más ricas y poderosas. Bajo su mandato, no solo el resto de la isla fue conquistada, sino que la ciudad fue provista de agua corriente, embellecida y fortificada con murallas.

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Perilo de Atenas siendo arrojado dentro de su invento

En contrapartida con su faceta como gobernante, la figura de Falaris se hizo conocida por su extrema crueldad (se llegó a decir que incluso practicaba el canibalismo y gustaba de comer niños pequeños) y por su “creatividad” a la hora de las ejecuciones. 

El inventor de este terrible artefacto fue Perillo de Atenas, un escultor en cuyo taller se trabajaba el bronce y otros metales. Falaris le solicitó que construyera una nueva máquina de tortura. No quería solo una herramienta ejecutora, sino un artilugio que por su crueldad infundiera miedo y terror tales que asustara  a sus enemigos y disuadiera al pueblo en general de cometer delitos. A raíz de este encargo, Perillo desarrolló el “toro de bronce” , que ha pasado a la historia con el nombre de Toro de Falaris en honor al tirano. 

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Representación del toro de Falaris

Este artefacto tenía la forma de un enorme toro realizado en bronce, cuyo interior era hueco, del tamaño justo para que cupiese una persona. Su funcionamiento era sencillo: la víctima era introducida por el dorso del animal (donde se encontraba una puerta a tal efecto y que luego era cerrada) para posteriormente encender la hoguera que se encontraba en la parte inferior del artilugio. Al calentarse el metal se ponía al rojo vivo y terminaba asando vivo a la víctima en su interior. 

Esta forma de tortura, al producirse dentro de la escultura de bronce no permitía a la gente ver el sufrimiento que padecía el condenado, por lo que para aumentar el pavor generado, Perillo dejó la boca del toro abierta para que de ella salieran los vapores y olores que se producían al ir quemándose el cuerpo. De esta manera cuando el condenado gritaba de dolor, el sonido que salía de dentro era parecido al mugido o bramido de un toro. 

Ironías del destino, tanto el inventor (Perillo) como el promotor (Falaris) del toro murieron quemados en él.

Fue Perillo el que tuvo el aciago honor de probar por vez primera su funcionamiento.  Existen varias versiones de su muerte. La más extendida cuenta que fue tras enseñar el artilugio y detallar su sistema, cuando Falaris ordenó lanzar al escultor dentro de su creación para que muriera asado y comprobar si era cierto que funcionaba tal y como se le había descrito, esperando escuchar los gritos de agonía como si fuera el bramido de un toro.

En otras versiones, Perillo antes de morir abrasado fue sacado del toro y lanzado por una colina empinada. 

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Grabado de alrededor de 1500 que muestra a Perilo, diseñador de la máquina, siendo introducido en ella.

Falaris también acabó siendo quemado dentro de su propio toro tras un levantamiento popular  acaudillado por Telémaco contra él en el 554.

Según las crónicas de la época (como por ejemplo las de Píndaro) durante las guerras púnicas que enfrentaron a cartagineses y romanos, el toro, tras ser saqueada la ciudad, fue llevado a Cartago donde permaneció hasta que la ciudad fue totalmente destruida en la tercera y última de las  guerra que enfrentaron a ambos imperios. Tras la conquista romana, será Escipión (aunque se duda si fue el Mayor o el Menor) quien devuelva la máquina de tortura a  Agrigento.  

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El toro de Falaris representado por Hans Burgkmair el Viejo

Ya en época romana, a lo largo de casi dos siglos ( de forma intermitente), se produjeron  grandes persecuciones contra el cristianismo,que coincidieron con el reinado de distintos emperadores, entre ellos: Nerón, Domiciano, Decio o Diocleciano, y finalizarían con la aprobación del Edicto de Milán  por parte de Constantino y Liciano (que en el año 313 legalizó la libertad de culto en el imperio romano). 

Durante estas persecuciones  se hace mención de distintas variantes del “toro de Falaris” como forma de tortura contra los cristianos. 

Varios fueron los motivos por lo que fueron perseguidos, entre ellos se encontraba la negativa de los cristianos a participar en el culto público (tan importante en el imperio) donde la religión romana giraba en torno a celebraciones y sacrificios en honor al emperador y al Estado. Esta negativa era considerada como una deslealtad con el Imperio. Tampoco era bien visto la inclusividad que practicaban los cristianos en la que no se hacía ninguna diferenciación por castas sociales, algo que se veía como una amenaza al orden tradicional en la sociedad romana, sobre todo porque entre sus seguidores se encontraban los más humildes y los esclavos que eran los grupos más numerosos. Además eran considerados por muchos una “secta supersticiosa” cuyas prácticas religiosas eran perniciosas y peligrosas para el Imperio. 

Será con Nerón en los años 64-68 d.C. cuando se tenga constancia de las primeras acciones contra los cristianos. El emperador culpó a estos del Gran incendio que asoló varios barrios de Roma y que según se rumoreaba fue provocado por él mismo.  Entre las víctimas de la cruenta represión se cree que fallecieron los apóstoles Pedro y Pablo El historiador Cornelio Tácito escribió en sus Anales lo siguiente: 

“…Para librarse de la acusación, [de haber quemado Roma], Nerón buscó rápidamente un culpable, e infringió las más exquisitas torturas sobre un grupo odiado por sus abominaciones, que el populacho llama cristianos. Cristo, de quien toman el nombre, tuvo su origen, sufrió la pena capital durante el principado de Tiberio de la mano de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y esta dañina superstición, de tal modo sofocada por el momento, estalló de nuevo no únicamente en Judea, fuente primigenia del mal, sino también en Roma, donde todos los vicios y los males del mundo hallan su centro y se popularizan. Así pues, se empezó por detener a los que confesaban su fe; luego por las indicaciones que estos dieron, toda una ingente muchedumbre (multitudo ingens) quedaron convictos, no tanto del crimen de incendio, cuanto de odio al género humano. Su ejecución fue acompañada de escarnios, y así unos, cubiertos de pieles de animales, eran desgarrados por los dientes de los perros; otros, clavados en cruces eran quemados al caer el día a guisa de luminarias nocturnas. Para este espectáculo, Nerón había cedido sus propios jardines y celebró unos juegos en el circo, mezclado en atuendo de auriga entre la plebe o guiando él mismo su carro. De ahí que, aún castigando a culpables y merecedores de los últimos suplicios, se les tenía lástima, pues se tenía la impresión de que no se los eliminaba por motivo de pública utilidad, sino para satisfacer la crueldad de uno solo.”

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Incendio de Roma

Las acciones contra los cristianos se harán de forma localizada hasta el reinado de Decio en el siglo III. En el año 250 el emperador, en un intento de unificación  y restauración de los valores tradicionales en el Imperio, emitió un edicto  que exigía  a todos los habitantes (los judíos estaban exentos) la quema de incienso y de sacrificios a los dioses como una forma de probar su  lealtad al emperador y al orden establecido.  Durante los 18 meses  que estuvo en vigor, las comisiones visitaban las poblaciones del Estado para supervisar la realización y emitir los documentos que atestiguaban que la persona había cumplido dichos actos. Este documento de lealtad era lo que se conocía como libelo. Muchos cristianos para salvarse compraron dichos certificados o apostataron.   Aquellos que se negaron fueron arrestados, muchos recibieron castigos que iban desde el exilio o torturas y otros fueron condenados a muerte, siendo esta de diferentes formas como por ejemplo por decapitación, o  por bestias salvajes (Damnatio ad bestias). 

La persecución de Diocleciano (303-313) es considerada una de las más graves. El emperador quiso realizar varias reformas en el imperio entre ellas estaba el reforzar el culto imperial. Esta época  además de destruirse gran cantidad de iglesias fue conocida como la Era de los Mártires, por la cantidad de estos que fueron condenados a muerte. 

La utilización del toro de Falaris o sus variedades  fue utilizada con distintos mártires de la Iglesia. De esta manera nos encontramos con:

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La visión de San Eustaquio, Pisanello

San Eustaquio, era un soldado romano nacido con el nombre de Placidus antes de su conversión al cristianismo. Según su leyenda tras un día de caza, se le acercó una manada de ciervos y uno de ellos tenía entre sus cuernos un crucifijo el cual se iluminó y una voz salida de ella le dijo: “ Placidus, ¿por qué me persigues?. Tú vas a sufrir mucho por la causa de Cristo.” Tras este episodio, se bautizó junto a su familia (esposa y dos hijos).

Tras combatir a las órdenes de Trajano, donde obtuvo el rango de capitán general, se negó  a ofrecer sacrificios a los dioses en las celebraciones por dichas victorias. Por esta negativa fue apresado, torturado y condenado a morir asado junto a toda su familia dentro de un buey hecho de metal.

Como curiosidad, el logotipo del licor de hierbas Jägermeister se inspiró tanto en la visión de este mártir como en la de San Huberto, ambos patronos de los cazadores. 

En época de Domiciano, fue martirizado San Antipas considerado el primer obispo de Pérgamo. Discípulo del apóstol Juan, comenzó a predicar y a convencer a la gente de la ciudad sobre la nueva Fe. Los sacerdotes paganos ante esto lo denunciaron y  fue detenido, una vez ante el juez se negó a renunciar a sus nuevas creencias y a ofrecer sacrificios a los dioses. Fue llevado al templo de Artemisa donde fue lanzado dentro de un toro de bronce que se encontraba al rojo vivo y que se utilizaba para  los sacrificios donde murió quemado por las brasas. Según la leyenda, cuando sus discípulos recogieron su cuerpo este se encontraba intacto. 

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San Antipas

Durante el reinado del emperador Diocleciano vivió en Tarso de Cilicia, Pelagia que ha llegado hasta nosotros como Santa Pelagia de Tarso. Según la tradición fue una mujer de gran belleza perteneciente a una familia noble. Tras convertirse al cristianismo, su madre (que era pagana) la envió a Roma donde según la leyenda el emperador le propuso matrimonio. Pelagia rechazó la propuesta alegando que quería preservar su virginidad para su verdadero “esposo”, Cristo. Ante esto, fue condenada a morir dentro de un toro de cobre al rojo vivo. La historia relata que mientras esto sucedía su cuerpo desprendía un aroma a mirra que inundó toda la ciudad. Una vez muerta los paganos enviaron 4 leones para devorar sus huesos y estos en vez de hacerlo los defendieron de cuervos y buitres hasta que un obispo cristiano los recogió.  

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Pelagia de Tarso

Ya en época visigoda en Hispania también se tiene constancia de la utilización de este instrumento. En la Chronica Caesaraugustana se menciona a Burdunellus o Burdunelo, un jefe militar y noble de origen hispanorromano que habitaba en tierras de la Tarraconense (se supone que por la zona del valle del Ebro) que en el año 496 se rebeló contra el reino visigodo de Tolosa de Alarico II. Según el texto, el usurpador romano fue traicionado por sus seguidores los cuales lo llevaron a Tolosa donde fue condenado a morir abrasado dentro de un toro de bronce 

Este sistema de tortura fue usado durante varios siglos pero aunque se dice que también fue utilizado por la Inquisición, no hay constancia de su uso pues la institución ya contaba con una cantidad de artilugios y métodos terroríficos para conseguir sus “confesiones” (potro, tormento de agua, cuna de Judas o doncella de hierro entre otros). La mención del toro puede ser más para fomentar y acrecentar su leyenda negra  que una realidad. 

Actualmente se pueden visitar museos dedicados a estos instrumentos de torturas. En ellos se encuentran expuestos algunos objetos que han llegado hasta nuestros días y donde se detallan el uso que se les daba. Materiales cuyo objetivo era causar dolor con un fin específico ( arrancar algún tipo de confesión o impartir “justicia”) y cuyo fin último  en el mejor de los casos era causar la muerte de la persona. Instrumentos como el Toro de Falaris donde viendo sus reproducciones, nos da una idea de la peor cara del ser humano y hasta dónde podía llegar la imaginación creativa  para infligir: miedo, terror y dolor .

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