El impacto de la Revolución Rusa en España

En 1917, Europa de desangraba en la Primera Guerra Mundial. Ese año, el régimen autocrático del zar era derrumbado y nada volvería a ser igual. La noticia sacudió a todos los países, pero ¿Cómo afectó a España?. Te lo contamos

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En 1917 el mundo se estaba desangrando en medio de una guerra que no tenía precedentes en cuanto a su extensión y sobre en cuanto a su poder destructivo. La necesidad de tomar partido por uno de los bandos enfrentados, dividió a las sociedades en aliadófilos y germanófilos.

Fue el caso de España, que desde el principio, tomó la decisión de permanecer neutral bajo el gobierno del conservador Eduardo Dato y la conformidad del rey, y de buena parte de la clase política. Aliadófilos y germanófilos, pero todos conscientes de las posibilidades del país.

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Eduardo Dato

Y no de forma estanca. En líneas generales, los conservadores germanófilos y los liberales aliadófilos, pero incluso dentro de cada grupo las simpatías eran relativas puesto que el grado de simpatía aliada del conde Romanones dentro de las filas liberales, que estuvo cerca de meter a España dentro de la guerra al lado de los aliados, no era compartida por el resto de correligionarios.

En el fondo, la situación de Rusia era algo peculiar. Era una monarquía autocrática con un sistema que en cierto modo había cambiado poco desde la época feudal, que combatía al lado de las naciones democráticas occidentales. Por ello, cuando el zar fue derrocado, el mismo bando aliado lo tomó con cierta simpatía pues era el final de un régimen bastante alejado de los suyos. Simpatía que tornaría en preocupación poco después cuando se vio claramente la posibilidad de que el nuevo gobierno ruso sacara a Rusia de la guerra. Esto mismo lo vio claramente el bando contrario que entendió que significaba cerrar el frente del este y poder centrarse en el occidental.

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Campesinos rusos antes de la revolución

No obstante, la preocupación se instaló en todas las cancillerías al comprender la vocación expansiva que había en los líderes bolcheviques. En efecto, para Lenin era imprescindible extender la revolución por todo el mundo y de hecho llegó a mostrar sus dudas de que la misma pudiera resistir en una Rusia aislada entre estados capitalistas.

Una revolución expansiva, triunfante. El paraíso socialista. Desde luego tenían por qué preocuparse. Pero los años fueron eliminando el riesgo. Las tropas polacas lograban frenar la ofensiva de las tropas rusas en 1921, acabando con el mito de invencibilidad de los bolcheviques. Además una hambruna se extendía por todo el territorio soviético, mostrando que el sistema socialista era incapaz de satisfacer a las clases populares. Todo ello, alejaba el peligro de imitación.

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Guerra polaco-soviética

¿Y en España?. Ya hemos hablado de la división entre aliadófilos y germanófilos a nivel político, pero ¿Y para el resto de la sociedad?. También se dividía entre los dos grupos. En líneas generales, las clases conservadoras y de derechas eran más germanófilas y las más progresistas y de izquierdas, más aliadófilas. No olvidemos tampoco que los grupos socialistas y anarquistas, veían la guerra como una contienda de burgueses, luchada por el pueblo eso sí. Al final, intentaron ser neutrales y pacifistas, aunque claramente eran más proclives a querer una victoria aliada.

Aun así, era algo compartido que la revolución podía extender su influencia a España. Dos enseñanzas se generalizaron. Por un lado, que era necesario emprender reformas sociales como una vacuna contra la expansión de la revolución en España. En este sentido, recordar las palabras del ex ministro liberal Rafael Gasset quien decía “el ideal igualitario bolchevique, aunque fuera inviable, podía inspirar una fe ciega en muchos proletarios, a quienes solo se podría desviar de la senda revolucionarios si se elevaba el nivel de vida de las clases humildes, es decir de la inmensa mayoría de los españoles” (extraído de su libro “La humanidad insumisa; la revolución rusa; el problema social en España”).

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Lenin hablando a la gente en 1917

Pero la otra lectura, más claramente en el grupo conservador y de derechas, era la necesidad de tomar una actitud más autoritaria para prevenir el contagio a España de las corrientes bolcheviques. En esto, podemos pensar que tuvo algo de influencia el golpe de Estado de Primo de Rivera, o al menos, la simpatía con la que fue recibido el mismo en gran parte del espectro social español. Cierto que fue en 1923, cuando el peligro de contagio había pasado, pero el temor perdura y puede ser que sí que hubiera algo de influencia.

En cambio, desde una parte de la intelectualidad progresista de izquierdas, a modo de una cierta superioridad moral, se entendió, que era necesario apoyar la revolución como algo necesario para renovar la sociedad, dado que los sistemas liberales habían fracasado. No era una visión marxista o bakuninista. Sino, que se identificaban con la tradición de la revolución francesa y el progreso social. Para ellos, el sistema liberal había fracasado y la Guerra Mundial no había desembocado en la revolución social necesaria, por lo que estaban desilusionados con ello y veían a la revolución rusa como ese cambio necesario. Algo nuevo, nuevas formas. Sin embargo, podemos ver en esto cierta similitudes con las simpatías que se veía desde otro espectro ideológico con el fascismo. Nuevas formas para nuevos tiempos. Un impulso vital. Si rastreamos, vemos incluso la influencia de Nietzsche. El alma perdida, el impulso vital, renacido en los revolucionarios rusos. No es lo que el filósofo esperaba, pero era algo.

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Lenin junto a Troski

Este movimiento de simpatía se vio más claramente entre los grupos republicanos y más concretamente entre el grupo republicano catalán, que veía incluso la opción de apoyar la revolución para arrastrar a los grupos sindicales, tradicionalmente apolíticos, hacia su grupo, planteándose incluso la posibilidad de crear un grupo comunista republicano catalán para lograr esta unión, que al final no se hizo. Lo que sí se hizo fue plantear en la asamblea que el grupo republicano catalán celebró en 1920, la posibilidad de adherirse a la III Internacional. Pero las drásticas 21 condiciones que desde Moscú se pedían para entrar, hizo que se rechazara esa adhesión. Lo mismo que le ocurrió al PSOE como veremos.

El PSOE tuvo una actitud algo ambigua al inicio de la Revolución Rusa. Como partido más afín a la causa aliada, se mostró a favor de la misma, pero también temerosa de la posible retirada de Rusia de la guerra. Esto hizo que guardara silencio sobre la misma durante algunos meses, ya que ante este temor, se abstuvo de criticarla al ser el primer estado socialista del mismo. Además, sí que despertaba simpatías entre una parte del grupo. Era algo complicado que auguraba ya una crisis en su seno.

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Pablo Iglesias siempre temió la escisión del PSOE

Sin embargo, la ambigüedad acabó con la firma del armisticio. Ya no era necesario que el PSOE apoyara a los gobiernos burgueses y por lo tanto, el PSOE mostró ya su claro apoyo. La primera muestra fue durante la conferencia de la Internacional Socialista de Berna de febrero de 1919, donde ante la proposición del delegado sueco de condenar a los bolcheviques declarando que el avance del socialismo debe ser sólo mediante métodos pacíficos, Besteiro, el delegado español, defendió otra proposición que rechazaba la condena al decir que se carecía de datos suficientes. Pero esta posición dubitativa del PSOE se enfrentó a una dura prueba poco después, cuando se creó en marzo de ese año la III Internacional o Internacional Comunista.

Ya en julio de ese mismo año, la Agrupación Socialista Madrileña, solicitó a la ejecutiva del partido la celebración de un plebiscito para la adhesión a la III Internacional. Pablo Iglesias, ya anciano, vio en ello una posible vía de fractura del partido y desvió el tema hacia la celebración de un congreso extraordinario.

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Julián Besteiro

Mientras, en la prensa socialista, el apoyo al régimen bolchevique era franco, silenciando las críticas al mismo, incluso de los mismo comunistas rusos, como es el caso del menchevique N. Tasin, refugiado en España, que envió un artículo al periódico socialista “La Internacional”, donde informaba que en Rusia se había encarcelado a miles de proletarios, se calificaba como enemigos del pueblo a los socialistas críticos con el régimen, etc. El periódico lo publicó pero precedido de una nota de condena al mismo. Sólo el periódico liberal “EL Sol”, pudo publicar sus críticas al sistema soviético.

El congreso extraordinario se celebró en diciembre de 1919 pero ante los debates que amenazaban con provocar la escisión del partido, la decisión de adhesión o no a la III Internacional se pospuso por un escaso margen. Lo que no se logró es que las Juventudes Socialistas no se adhirieran en su congreso celebrado justo después. 

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Fernando de los Ríos

A resultas de ello, varios de sus miembros, fundaron el 15 de abril de 1920 el Partido Comunista Español. Sin embargo, los partidarios de ingresar en la III Internacional dentro del PSOE, decidieron no ingresar en el nuevo partido y volver a intentar la adhesión en el nuevo congreso que se iba a celebrar en junio de ese año.

En este congreso se dió por sentado que el PSOE se iba a adherir a la III Internacional. Lo que se logró por parte de los delegados opuestos, es que se negociara la adhesión mediante una serie de condiciones que aseguraran la independencia del PSOE respecto a Moscú. En el fondo era lograr evitar la adhesión puesto que Moscú estaba exigiendo 21 condiciones para la misma, que impedían totalmente cualquier tipo de independencia de los partidos respecto a Moscú. Por otro lado, la UGT, en su congreso rechazaba rotundamente la adhesión, contrariamente a la CNT que sí que la aprobaba (aunque no por mucho tiempo).

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Moscú en 1920

Los enviados españoles, entre los que estaban Fernando de los Ríos y Anguídano, llegaron a Moscú en octubre de 1920. El viaje sirvió para constatar que Moscú era inflexible en sus condiciones, pero también que “el paraíso socialista”, no era tan paradisiaco. Represión, hambre, etc. A su vuelta a España, los enviados dieron su visión. Más negativa en el caso de De los Ríos. En cualquier caso, el comité nacional no fue capaz de tomar una decisión y pospuso la misma a un tercer congreso, que se celebró en abril de 1921.

En este congreso no se aprobó la adhesión a la III Internacional sino que se evitó con la aprobación por 8.808 votos contra 6.025 de la adhesión a la Internacional de Viena, una tercera vía que al poco se fusionaría con la II Internacional. Ante esta nueva jugada, los disidentes decidieron fundar el Partido Comunista Obrero, confirmando la escisión que tanto había temido Pablo Iglesias. A partir de este congreso, además, la prensa socialista se empezó a mostrar más crítica con la URSS.

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Campesinos andaluces en 1920

¿Y los anarquistas?. Al principio se mostraron favorables a la revolución. Las colectivizaciones, la toma de las fábricas por los obreros… todo iba en la dirección de sus ideas. Incluso se difundían noticias poco fundadas, que daban un peso más importante a los anarquistas en el movimiento en Rusia. Cuando además ya en 1918 comenzó la represión hacia los anarquistas en la misma Rusia, cosa que seguramente no se sabía aquí en España.

Ignorante de ello, en Andalucía se inició la toma de tierras y la agitación siguiendo el ejemplo ruso, en lo que se ha llamado el “trienio bolchevique”.

En diciembre de 1919 se celebró el congreso nacional de la CNT, donde por aclamación se decidió la adhesión a la III Internacional aunque de forma provisional, mientras se veía la evolución de los acontecimientos. 

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Angel Pestaña

A resultas de esto, se decidió que Ángel Pestaña, como delegado de la CNT asistiera al II Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú en 1920. En ese viaje asistió a las reuniones donde se decidió la creación de la Internacional Sindical Roja, y comprendió que la independencia que defendía la CNT era incompatible con los principios del régimen soviético, desengañándose.

A su vuelta a Madrid, se encontró que la CNT era objeto de una gran represión, por lo que parte de sus dirigentes fueron detenidos, lo que permitió el ascenso en el sindicato de una generación de jóvenes más afines al movimiento bolchevique que los dirigentes ahora encarcelados, entre ellos Andrés Nin.

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Andrés Nin

En el verano de 1921 se celebró el I Congreso de la Internacional Sindical Roja. Allí acudieron 4 delegados de la CNT de esa nueva dirección proclive a Rusia soviética, entre ellos Andrés Nin, pero también otro delegado de la Federación de Grupos Anarquistas de Barcelona, contrario a esa línea. Durante el congreso, los delegados de la CNT intentaron sin éxito que se aprobaran los preceptos de libertad que defendían. Era de esperar. Mientras el otro delegado intentaba mediar con las autoridades soviéticas por los anarquistas detenidos, lo que le ocasionó un choque con Trotsky.

Nin no pudo regresar a España por estar buscado por la participación en el atentado que le costó la vida al presidente Eduardo Dato, por lo que se quedó en Rusia, junto a Ramón Casanellas, implicado en el atentado, que logró asilo gracias a él.

El resto de delegados de la CNT, a su regreso a España, encontró un clima hostil por parte de la CNT que deseaba romper con Moscú. Sin embargo, el régimen de semi clandestinidad por el que debía moverse, dificultó tomar una determinación, que se tomó en junio de 1922, cuando la CNT decidió salir de la Internacional Sindical Roja y romper con Moscú.

Como resumen, podemos decir que la Revolución Rusa fue un terremoto que movió a toda Europa. Al principio ocasionó simpatía en general por los grupos de izquierdas y los movimientos obreros, incluso en parte por las direcciones de los países aliados. Sin embargo, según fueron llegando noticias de la represión y los movimientos centralizadores de las nuevas autoridades rusas, ese entusiasmo fue cediendo a un temor o rechazo por parte de la mayoría de esos grupos. En el seno de los grupos obreros igual supuso una prueba de fuego. Para el PSOE supuso su escisión, y el nacimiento del Partido Comunista. Y para la CNT una desilusión, tras un primer momento en que pareció que en los confines de Europa se estaba llevando a cabo su revolución.

Con los años  Rusia se transformaría en un régimen fuerte y centralizado que duraría hasta finales del siglo XX y que durante mucho tiempo dividió al mundo en dos bloques, pero todo empezó en 1917.

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