El último intento carlista de conquistar el poder

En 1900, España estaba en crisis. Habíamos perdido las últimas colonias en una guerra contra EEUU. El sistema de la Restauración podía quebrar. Y en ese momento el carlismo vio el momento de un último intento de conquistar el poder. Te lo contamos

Tiempo de lectura: 10 minutos

Revolución y contrarrevolución. Reacción y modernidad. Son términos que se han contrapuesto habitualmente en la historiografía. Sin embargo, como ha demostrado la historia, sobre todo en el siglo XX, reacción y modernidad son antagónicos. El caso más claro lo tenemos en los fascismos y el nazismo. En ambos casos, no encontramos los elementos que tradicionalmente identificamos con la reacción, como puede ser el elemento religioso u otros valores tradicionales.

Hitler-y-Mussolini
Hitler y Mussolini son conocidos como el máximo exponente del fascismo

De la misma manera ese elemento de modernidad en la reacción, lo encontramos en el carlismo, que debe su inusual longevidad a su capacidad de adaptación a las circunstancias. Incluso aprovechando aquellos elementos que criticaba o que directamente declaraba que eliminaría en el momento que tomara el poder, como el sufragio universal.

En la historia del carlismo, a mi modo de ver, encontramos dos periodos que podemos separar y el elemento principal sería la propia visión de sí mismo como un movimiento capaz de ser una alternativa al poder establecido. Y a mi modo de ver, el parteaguas se produce en el cambio de siglo. Sería el último momento en que el carlismo preparó seriamente un movimiento en vista a asaltar el poder.

partida-carlista
La partida carlista era la típica formación carlista

Antes de seguir, he de aclarar que me refiero a este momento y no al Guerra Civil, porque aunque en esa contienda se organizó un verdadero ejército de requetés que, además por primera vez en su historia, no constituyó el bando perdedor; lo cierto es que en esa ocasión, los soldados carlistas no formaron un bando, sino que fueron parte de las tropas de un bando, el nacional, y no constituyeron una alternativa de poder, por más que lo intentaran.

Pero volviendo a ese primer periodo en que el carlismo se entendió a sí mismo como una alternativa de poder, podemos hacer algunas puntualizaciones más. Primero que las dos guerras carlistas, la de 1833-1840 y la de 1872-1876, se dieron en circunstancias críticas para el Estado. La primera tras la muerte de Fernando VII, cuando se estaba llevando a cabo el cambio de monarca y se iniciaba la regencia de su esposa; y la segunda, durante el Sexenio Democrático, en un periodo turbulento. En ambos casos, se produjo una amalgama de sectores reaccionarios, conservadores o simplemente descontentos con la situación, en torno al bando carlista.

Alegoría-de-la-Primera-República
Alegoría de la Primera República

De este punto podemos sacar otra conclusión y es el carácter de guerra civil que tuvieron estas guerras. Elemento de guerra civil que se ha querido eludir en los análisis históricos, por varias razones. Por un lado, por la entidad de la última Guerra Civil, que ensombrece las anteriores y fagocita la denominación. Pero por otro lado, por el hecho de anular al contrario, negándole su entidad. Me explico, el bando carlista no era un sector de la población, sino un grupo de ultras que atacaban al Estado. Y por último y siguiendo esta línea, por el intento de dar heroicidad al pasado propio. De esta manera, no hubo una guerra civil, sino que el bando nacional, el bueno, el isabelino y luego el alfonsino, se enfrentó a los enemigos del Estado.

Volviendo al tema que nos ocupa, para describir a las tropas carlistas, hemos de decir que en pocas ocasiones, concretamente en las dos guerras que decimos, se llegó a organizar un verdadero ejército real carlista. Porque el modo de formación de este ejército era que se levantaran partidas que si llegan a un número suficiente y las circunstancias se daban, se agrupaban y formaban un verdadero ejército. Pero en la mayoría de los casos, no pasaban de partidas, o varias partidas se agrupaban bajo un mando.

Tercera-guerra-carlista
Tercera guerra carlista

Esto lo que le daba al ejército carlista era mucha movilidad y se hacía más complicado su derrota, debiendo dividir los ataques de sus enemigos, sin embargo, para el mismo bando carlista, había más complicado su encuadramiento y dirección. Y además, cuando la guerra pasaba o si directamente no se pasaba de las partidas, éstas acababan en muchos casos siendo bandoleros y poco más. De aquí viene la expresión de “echarse al monte”. Porque era eso lo que se hacía, se formaba una partida y se echaba al monte.

No me detendré en el desarrollo de las dos guerras carlistas. Sólo decir que para acabar con la segunda, en 1876, el gobierno destinó un número de tropas realmente espectacular. Cánovas entendió que para poder consolidar el nuevo régimen, necesitaba acabar definitivamente con la guerra carlista, y en general con el ciclo de guerras y levantamientos e intervenciones militares en la vida española que había caracterizado el siglo XIX.

Caricatura-del-carlismo
Caricatura del carlismo

El fin de la guerra vino con una política gubernamental de atracción a los sectores del carlismo que se podían asimilar al nuevo sistema, y represión y exilio para la que no. Muchos carlistas se exiliaron y la mayoría quedaron en la frontera francesa, junto con numerosos republicanos, cantonalistas, etc. Y durante bastante tiempo fue objeto de mucha atención para las autoridades españolas por el miedo a una posible incursión, incluso se temió una intervención de los carlistas coaligados con los republicanos para derivar el sistema.

Al final el peligro no vino del bando carlista sino del republicano puesto que el intento de golpe de Estado vino de los republicanos de Ruiz Zorrila por medio del pronunciamiento del brigadier Villacampa en septiembre de 1886. y ocurrió en otro momento de debilidad del Estado, la prematura muerte de Alfonso XII el 25 de noviembre de 1885. Pero en este caso, el carlismo no aprovechó ese momento de debilidad.

Brigadier-Villacampa
Brigadier Villacampa

No es porque dentro del carlismo no hubiera ruido de sables. Ya en 1884, el teniente coronel José B. Moore destacado militar carlista que había participado en la última guerra, visitó al pretendiente Carlos VII, mostrándole un plan de guerra para asaltar el poder. Fue el propio Carlos VII que el que le convenció de no realizar la acción, y en general, quien, desde su puesto, evitó todos los intentos de preparación que llevaran a una nueva guerra.

Aun así, la prensa carlista siguió con su retórica militar y varias publicaciones de corte bélico como una del mismo Moore de guerra de guerrillas, siguió alimentando la vena militar carlista.

Jose-B-Moore
José B. Moore

Pero esta contemporización del pretendiente, que en el fondo esperaba que el sistema cayera por sí mismo o por iniciativa de un asalto republicano, anarquista o de otro tipo, no hizo sino exacerbar a sector más intransigente, hasta que en 1887, por el “Acta de Loredán”, se renunciaba parcialmente a la opción militar y se daba mucho más peso a la propaganda, así como se decidía constituir un aparato de partido sólido que permitiera al carlismo la participación en el sistema de la Restauración en igualdad de condiciones.

Era la gota que colmaba el vaso para los intransigentes. En 1888 se produjo la salida de este sector del carlismo, lo que permitió facilitar la actividad de éste dentro del sistema. Asimismo, se dió mucho peso a los círculos tradicionalistas como un elemento más de normalidad. Sin embargo, la normalidad política, no fue acompañada de normalidad ideológica o militar.

General-Cabrera
General Cabrera

Dentro del mundo carlista, seguía habiendo un cierto sentido de disciplina militar, culto a los viejos combatientes y a los mártires, y desde 1896 se instauró la “fiesta de los Mártires de la Tradición”. Asimismo, y pese a la indicación del pretendiente, había tímidos intentos de reorganización militar, que pese a ser tímidos, eran magnificados por la prensa liberal.

No obstante, la guerra estalló en Cuba en 1895. Había una sensación de crisis y no dejó de percibirse en el sector carlista. Las presiones al pretendiente aumentaron. Sin embargo, este prefería esperar. A principios de abril de 1898, en una carta a Vázquez de Mella, Carlos VII escribía que “Por no asumir ante la historia la responsabilidad de la pérdida de Cuba, he esperado y esperaré hasta el extremo límite. Cuando la vea irremisiblemente perdida, España y yo cumpliremos con nuestro deber”. En el fondo, el pretendiente seguía esperando que el propio sistema colapsara o alguna actuación anarquista o republicana, llevara la situación al límite, momento en que él aparecería como salvador de la Patria.

Carlos-VII
Carlos VII

Pero el momento no llegaba y la impaciencia iba impregnando a los más extremistas. Por ello, no debió de parecer raro cuando desde Cataluña se empezó a preparar un levantamiento al margen de los mandos del movimiento. Las tensiones en el movimiento aumentaron. En la cúpula, el marqués de Cerralbo, máximo cargo carlista en la Península fue cesado por el pretendiente por discrepancias en la política a seguir, aunque se argumentó que era por un tema de salud. Pero los preparativos siguieron. Pero hubo dudas, improvisaciones… y eso impidió que el levantamiento se produjera como estaba previsto.

Pese a ello, el 28 de octubre de 1900, una partida carlista perfectamente uniformada con camisa azul y boina roja, intentó tomar el cuartel de la Guardia Civil de Badalona sin conseguirlo. Y ese mismo día y los siguientes se produjeron más intentonas en otros lugares del centro y norte de Cataluña y sur de Valencia. Ninguno triunfó y en cierto modo parece que las autoridades ya conocían las intenciones carlistas, de hecho en los días previos a las intentonas, había habido movimientos de tropas y el arresto de varios miembros del carlismo.

Matías-Barrio-y-Mier
Matías Barrio y Mier

Pocos días después, ya Carlos VII se quejaba de los efectos que el fracaso de la rebelión estaba teniendo en la causa carlista. Y se inició una depuración de responsabilidades. Ya hemos hablado de la sustitución de Cerralbo por Matías Barrio Mier, pero hubo más cambios.

Además las autoridades aprovecharon para desencadenar una dura represión contra el carlismo, atacando su estructura partidista y propagandística, con el cierre de periódicos y círculos. Asimismo, varias personas recurrieron al exilio.

La intentona de 1900 cerró definitivamente el ciclo de insurrecciones carlistas.

Carlistas

En los siguientes años, Barrio Mier se centró en la reconstrucción del partido y del movimiento. Se logró la reapertura de periódicos y círculos tradicionalistas incluso con la apertura de algunos nuevos. De hecho, los círculos se convirtieron en el centro del movimiento carlista. En muchos se instalaron gimnasios y se dio mucha importancia a la juventud, con la creación de los Batallones de la Juventud, núcleo de los futuros grupos paramilitares. Además, se realizaban salidas, prácticas de tiro, etc. Incluso, estos grupos de jóvenes no se cortaron al enfrentarse a grupos republicanos y obreros en las calles.

La anterior actitud de creación de círculos elitistas como lugares de reafirmación carlista, dió paso a una voluntad de tomar los espacios públicos, no solo de manera física sino también ideológica. Los mítines y almuerzos fraternales al modo de los republicanos de Lerroux, se sucedieron.

Era un cambio de actitud respecto al periodo anterior. Esa capacidad de adaptación que como decíamos, ha permitido al movimiento carlista, tradicionalista, perpetuarse hasta nuestros días

Si te ha gustado, seguro que este artículo también te va a gustar

¿Por qué fracasó el régimen de la Restauración borbónica?

En 1874, el general Martínez Campos desde Sagunto, realiza un pronunciamiento que inaugura la conocida como Restauración borbónica. Al fin llega la estabilidad y la paz a España. Pero el germen trae su fracaso. Veamos por qué.

Seguir leyendo

Puntuación: 5 de 5.

Deja un comentario