La desintegración de Yugoslavia implicó toda una serie de barbaries que no se veían desde la II Guerra Mundial. Especialmente compleja fue la guerra de Bosnia-Herzegovina, desde la proclamación de su independencia en 1992 hasta la creación del Plan Dayton a finales de 1995. Todo este proceso se caracterizó por el uso de la limpieza étnica que causó la muerte de cientos de miles y el desplazamiento de millones de personas.
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Por Karina Rodríguez Groba
La desintegración de la Antigua Yugoslavia, en la primera mitad de la década de 1990, sigue a ser uno de los fenómenos más convulsos de la historia europea reciente treinta años después. Su propia estructuración intenta, las tensiones existentes entre las diferentes etnias que componía el Estado Federal Yugoslavo y la caída del Comunismo llevaron a crear un caldo de cultivo que se puso de manifiesto tras la caída del régimen titoísta. La muerte del mariscal Tito, en mayo de 1980, supuso un violento resurgir de antiguos problemas aparentemente solucionados durante el régimen como eran las tensiones existentes entre las distintas repúblicas.
Durante la década de los 80 se mantuvo la misma estructura política de diferentes federaciones que llevaba en vigor desde la Constitución de 1974, pero con un ambiente lleno de tensiones internas intensificadas, a su vez, por una fuerte crisis económica que afectaba al país y que supuso el rápido deterioro del nivel de vida de las diferentes regiones. Fue, el declive del comunismo en 1989, lo que supuso el golpe de gracia tanto para la herencia del régimen de Tito como para la propia estructura política. La derrota del bloque soviético supuso la desarticulación de la Liga Comunista de Yugoslavia.
El Estado Federal Yugoslavo estaba estructurado por un total de seis repúblicas: Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia y dos provincias autónomas situadas en la región de Serbia: Kosovo y Vojvodina. Entre las diferentes repúblicas había tensiones debido a la existencia de gran heterogeneidad de culturas y etnias en las diversas comarcas y a unas fronteras un tanto difusas y problemáticas. Especialmente peliagudo era la presencia de serbios en distintos puntos del territorio como eran las regiones croatas de Krajina y Eslavonia, las zonas rurales de Bosnia-Herzegovina y con menor presencia, y por eso mismo menos problemático, en algunos puntos de de Macedonia y Montenegro.
Por lo tanto, podemos ver una presencia serbia en gran parte de esta zona de los Balcanes, esto va unido a un sentimiento de superioridad y fue un factor muy presente a lo largo de la desintegración yugoslava. En 1987 los dirigentes serbios liderados por Slobodan Milosevic rompieron con las reglas de juego imperantes hasta ese momento rompiendo de forma unilateral e ilegal la Constitución de 1974 en pro de defender lo que denominaban sus “derechos históricos” aplicables a todos los territorios considerados serbios. Los serbios consideraban que bajo el régimen de Tito habían estado sometidos y estaban reconfigurando las fronteras.
El gabinete del gobierno serbio atacó el principio de estado federal yugoslavo, aboliendo tanto a Kosovo como a Vojvodina la condición que tenían de provincias autónomas desde la Constitución de 1974, lo que le otorgó a Serbia un poder sobre el resto de las repúblicas que le permitía efectuar un bloqueo ante cualquier iniciativa que fuese contraria a sus intereses. Tras la ruptura de la federación y su posterior reconocimiento práctico dentro del Ejército yugoslavo comenzó un proceso de limpieza étnica para garantizar la “serbianización” de las diferentes regiones.
En los primeros años de los 90 las diferentes repúblicas realizaron sus procesos de elecciones en los que se distinguieron tres modelos diferentes. El primero de los modelos fue el que se dio en las repúblicas de Eslovenia y Croacia en abril de 1990, en donde los grandes vencedores fueron fuerzas políticas de nueva creación que rompían con los intereses tradicionales pautados por la Liga de los Comunistas. Por otro lado, está el segundo de los modelos, el que se desarrolló en Serbia y Montenegro en las votaciones de diciembre de ese mismo año.
Aquí ganó con una mayoría absoluta la tendencia más tradicional; los líderes eran personalidades relacionadas con la ya citada Liga de los Comunistas. En Serbia el grupo se fusionó con la Alianza Socialista bajo el nuevo nombre de Partido Socialista de Serbia (PSS), liderado por Slobodan Milosevic, y obtuvieron 194 escaños de un total de 250. En Montenegro se dio una situación muy similar y las fuerzas conservadoras se reconvirtieron en el Partido de la Democracia Socialista (PDSM) consiguiendo 83 escaños de 125 en total.
Por último, y el proceso más complejo, fue el que se dio en Macedonia y Bosnia-Herzegovina en noviembre de 1990. La peculiaridad de este último caso se debió a que tenía representación de tres etnias diferentes. Los musulmanes o bosnios configuraban el 40% de la población total, el 30% lo representaban los serbios y un 17% los croatas. A pesar de que Bosnia-Herzegovina se basó en el modelo que habían seguido Eslovenia y Croacia el desarrollo tuvo una evolución diferente debido a su propia estructura interna. De las elecciones salieron vencedores un gobierno de coalición un tanto inestable compuesto por tres grupos nacionalistas de reciente creación que representaban a cada una de las comunidades de Bosnia, los cuales que intentaron unirse, dejando a un margen sus diferencias, para crear un frente unificado anticomunista.
La guerra estalló en Bosnia-Herzegovina en la primavera de 1992 desembocando un proceso mucho más complejo y sangriento que en las otras repúblicas en las que hubo una gran víctima: la población musulmana y bosnia y, por consiguiente toda aquella persona que se pusiese de parte de dicha comunidad, aún sin pertenecer a ella. Este hecho se entiende porque a pesar de que esta etnia constituía casi la mitad de la población total, los nacionalismos serbio y croata tenían bastante peso dentro de la región.
Además estas dos comunidades contaban con el apoyo de Slobodan Milosevic y Franjo Tudjman, los líderes de Serbia y Croacia, respectivamente, y posteriormente los presidentes de ambos países tras su independencia. Estos unieron fuerzas contra la población bosnia y su líder político Alija Izetbegovic para impedir que la población bosnia musulmana consiguiese su independencia y sus intereses. Para ello establecieron una ecuación falsa en la que crearon artificialmente el concepto “musulmán” como la suma de unas características étnicas y nacionales que acabarían derivando en una línea terrorista.
Esta idea la extrapolaron y la manipularon en su beneficio de la Declaración Islámica que Izetbegovic hubo escrito en 1979 y estaba difundiendo a inicios de los 90 para impulsar un sentimiento musulmán que los defendiese del resto de comunidades de Bosnia-Herzegovina. Este juego estratégico dejó patente la inferioridad política del líder bosnio frente a Milosevic y Tudjman, los cuales se sirvieron de cualquier recurso a su alcance, incluyendo las fuerzas paramilitares, que les permitieron conseguir sus objetivos sin ensuciar su imagen.
El papel de la Comunidad Internacional y de la diplomacia dejaron mucho que desear durante todo el proceso de la Desintegración de la Antigua Yugoslavia. Quedó patente su falta de autoridad para poner fin a este conflicto, además de que tenían miedo de reabrir antiguos rencores existentes en Europa. Tras una sucesión de distintos “Planes de Paz”, que poco o nada consiguieron para poner punto y final a la guerra, toda la Comunidad Internacional ya avanzada la década de los 90 era consciente de todas las masacres que estaban teniendo lugar en los Balcanes y aún así no supieron actuar ni de forma eficiente ni a tiempo. En 1995, coincidiendo con el final de la misma se creó el Plan Dayton y el resultado del mismo fue el establecimiento de un Estado Federal con capital en Sarajevo integrado por las entidades de la Federación de Bosnia-Herzegovina (con un 51% de la superficie total) y la República Serbia de Bosnia (con el 49% de la superficie restante).
La guerra en Bosnia duró tres años y medio, desde la primavera de 1992 hasta 1995. Años en los que se produjo una de las mayores campañas de limpieza étnica que azotaron a Europa desde la II Guerra Mundial, con la peculiaridad, de que esta vez las atrocidades eran transmitidas en directo a través de los medios de comunicación. La desintegración de Yugoslavia, en general, y la guerra en Bosnia-Herzegovina, en particular, volvieron a poner sobre la mesa todos los horrores que conllevan los conflictos bélicos. Los datos estipulan que esta guerra causó un total de 300.000 muertos, de los cuales dos tercios eran civiles, miles de prisioneros de guerra y de mujeres violadas y más de 4 millones de refugiados. La última década del siglo XX fue una etapa convulsa en cuanto a contiendas se refiere, ya que la desintegración de los Balcanes no fue el único conflicto bélico que supuso la muerte de miles de personas, pero sí que fue la única que tuvo lugar en Europa.
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