Veremos en el Caudillo, en las siguientes páginas, nuevas muestras de adulación, de su rigidez con la disciplina y la normalización que adquirió de los fusilamientos; la contradictoria actuación de favoritismo con el islam mientras se erige como paladín de la Cristiandad; su obsesión patológica con el contubernio o complot judeo-masónico-comunista (el orden es indiferente); las entrevistas con medios internacionales, en las que intentaba blanquear su régimen, con palabras como las que encabezan el presente artículo, y que a nadie podían engañar; sus incursiones en el periodismo, donde fue víctima de la censura, paradoja que evidencia los absurdos límites a los que llegó la misma. Y hasta la metedura de pata que tuvo con tres comisionados americanos, siendo una de las pocas veces en que se dejó llevar por un mal cálculo en sus opiniones, demostrando que la diplomacia era en él una asignatura pendiente.
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El aura de tocado por la gracia divina que se iba labrando en combate, y también el inicio de las adulaciones que le gustaban, tuvieron también una importante aportación de un cura que, en una finca de la familia de su esposa, no dudaba en decirle que estaba predispuesto para lo más alto y lo comparaba con figuras como el Cid. Estas palabras que Dª Carmen le recordaba en ocasiones, y no es cuestionable la influencia que tenía sobre su marido, dejaron mella sin duda en su ego. La adulación de que era objeto tuvo también otro testimonio en una cena en homenaje suyo, ya Teniente Coronel, en 1923, en la que el sacerdote Basilio Álvarez, brindó por él y dijo “Pido, como gallego, al Gobierno, que si Franco encuentra la muerte en África, su cadáver sea enterrado al lado del sepulcro del Apóstol Santiago, en Compostela “. Estos hechos nos muestran que las comparaciones con héroes de la historia española, o su equiparación con Santiago, Patrón de España, empezaron muy anteriormente a la guerra civil, y que tenía el destino predestinado. En la posguerra, fue calificado por el obispo de Tarragona, Arriba y Castro, en 1953, como “campeón del cristianismo”, y por el de Lérida, Aurelio del Pino, 1955, como “salvador del mundo”.
Su paso por unidades de choque continuó con Millán Astray, con el colaboró activamente en la fundación de Legión, o como se llamó entonces, el Tercio de Extranjeros, unidad de combate creada y pensada a imitación de la Legión Extranjera francesa. Esta unidad, cuyo fin era inmediato era minimizar el impacto que las bajas de soldados producían en la Península, se caracterizaba por su espíritu de cuerpo, pero también a nivel individual ofrecía a una ámplia gama de desheredados, aventureros, delincuentes, etc, un lugar en el que sentirse apreciado, empezando por calificarlos como Caballeros Legionarios, donde el pasado quedaba borrado, existiendo solo el presente y el futuro, y en el que la lealtad a sus mandos era superior al que pudieran tener a la bandera, empezando por el simple hecho que eran extranjeros. Famoso también por dureza en la imposición disciplinar, dejaba como contrapeso a sus tropas hacer auténticas barbaridades con los prisioneros, como decapitar y ensartar las cabezas de los rifeños, y es sabido como los legionarios en Alhucemas, despeñaban a los prisioneros por los acantilados. Conocido es también el caso de un legionario, que no conforme con la comida que recibía, la lanzó sobre un oficial, y que enterado Franco de ello, ordenó su fusilamiento y desfile de las tropas frente el cadáver. Cómo se podía condenar a muerte por un caso así a un soldado sin previo consejo de guerra no deja de ser sorprendente, máxime cuando tenía expresamente prohibido ejercer el castigo de la pena capital, haciéndonos ver que se actuaba como unidad muy independiente. Un oficial que le censuró el hecho a Franco, recibió por respuesta “No tienes idea de la clase de gente que son: si no actuara con mano dura, pronto esto sería el caos”.
Todo ello nos muestra que tipo de guerra se estaba librando, y que sin duda endureció a Franco. Su manera “normal” de entender los fusilamientos, se vio de forma clara en la entrevista que mantuvo al principio de la guerra con el periodista americano Jay Allen, al que manifestó de manera explícita sus intenciones:
–Entonces, ¿ninguna tregua, ningún acuerdo es posible?
-No. No, decididamente, no. Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Seguiremos cueste lo que cueste.
-Tendrá que fusilar a media España.
Negó con la cabeza, sonrió y luego, mirándome fijamente, dijo, “He dicho cueste lo que cueste”.
Explicándose así algunas de sus futuras acciones represivas, y las formas con que las llevaba a cabo, como la firma de los “enterado” de las sentencias a muerte dictadas por los tribunales, a la hora del café, dado que para él sería despachar un documento completamente normal y habitual, donde con más motivo podía sentirse, al depender de él la vida o la muerte de miles de personas, como un ser divino.
Su prestigio le llevó a manifestarse públicamente en un acto, en 1924, en contra del proyecto de Miguel Primo de Rivera de retirarse a zonas más seguras, en Marruecos, con el fin de no sufrir bajas y reveses. También en el conocido desembarco de Alhucemas tuvo una destacada actuación, cuándo, incluso desobedeciendo una orden que abortaba el desembarco por el mal estado del mar, ordenó a sus tropas abandonar las lanchas y desembarcar, consiguiendo un éxito notable, y a pesar de ser recriminado por ello, los reproches no tuvieron más consecuencias puesto que su fama y prestigio le protegían. En 1926, ascendido a general, fue destinado a la Península.
Su actitud ambigua y dubitativa se mantuvo también en los momentos previos del golpe de estado, cuando su intervención se mantuvo en entredicho hasta la fase final, cuando obtuvo garantías de seguridad para su familia, con mediación de Juan March, en caso de que fracasara. El interés por su participación por parte de los conjurados venía dada por la popularidad y prestigio de Franco, pero sobre todo por el hecho de que las tropas más eficientes y preparadas eran las del ejército de África, las cuales sin dudar le seguirían a él, y sin las cuales, el fracasado golpe en la península no tenía garantías de éxito. A partir de ese momento los acontecimientos se sucederían ya sin guión establecido, pero siempre la fortuna acompañó a Franco. La muerte de Sanjurjo descabezó a los golpistas, y facilitó su elección primero como Generalísimo de todos los ejércitos, después como Jefe del Estado y de Gobierno, y más tarde como jefe del nuevo partido salido de la fusión de Falange y Carlistas, llamado ahora Falange Española Tradicionalista y de la JONS, o como se decía también en el decreto partido único al estilo fascista, el Movimiento. Nunca antes nadie había tenido tanto poder en España. La zona rebelde priorizó ganar la guerra antes que cualquier otra circunstancia, facilitando así que Franco hiciera posible lo que más deseaba: el poder, y sobre todo, mantenerse en él. Su elección se vio entorpecida por la actitud del jefe de la Junta de Defensa Nacional, el general Cabanellas, que la presidía por antigüedad, y son célebres sus palabras premonitorias, al ser escogido Franco: ” Ustedes no saben lo que han hecho porque no le conocen como yo, que lo tuve a mis órdenes en el ejército de África(…). Si como quieren va a dársele en estos momentos España, va creerse que es suya y no dejará que nadie le sustituya en la guerra y después de ella hasta la muerte”. Hay que recordar que los poderes otorgados a Franco lo eran mientras dure la guerra tal y como hizo constar Cabanellas en el acuerdo, circunstancia que Franco nunca olvidó.
Poco a poco, por una parte, habían ido desapareciendo posibles obstáculos que le pudieran hacer sombra a Franco, civiles o militares, Calvo Sotelo, José Antonio, Sanjurjo, Mola. Por otra, por elección y por decreto, se había convertido en el hombre más poderoso de la España sublevada. No tardó mucho en manifestar su verdadera imagen, y el mismo mes de octubre de 1936 se constituyó la Guardia Mora, como guardia de corps al más puro estilo de los antiguos emperadores romanos, dando, al mismo tiempo una imagen exótica y colonial a su presencia pública. Los integrantes de la Guardia Mora eran escogidos entre los más aptos de los que prestaban servicio en el ejército, y por supuesto, su lealtad lo era más a la persona de Franco que a España, por no decir que sólo a Franco, estando en activo hasta 1958, después de la independencia de Marruecos, dado que, y con la oposición inicial de Franco, no pareció coherente su permanencia. Respetaban sus creencias islámicas y tanto en lo que a alimentación concierne como el cumplimiento del Ramadán cuando eran reforzados por otras unidades, del ejército o de la Guardia Civil. Del especial carácter de esta tropa escogida da fe la manera en que fue disuelta, engañados para que se separasen de su armamento, fueron persuadidos de que el mismo se llevaría a un lugar en otros camiones en los que participarían en unos ejercicios, siendo en realidad llevados a puerto y embarcados a Marruecos. Así se puso fin a la paradoja del paladín de la Cristiandad protegido por fieles musulmanes, y quedó patente una vez más que Franco no mostraba su agradecimiento nunca.

Construyó a su alrededor una parafernalia escénica de tipo medieval, exaltando y comparando las virtudes del Cid y los reyes Católicos principalmente, pero sin olvidar el carácter épico de los demás monarcas cristianos en su lucha contra los musulmanes. Se construyó alrededor de Felipe II y el concepto de Imperio toda una pompa que le acompañaba, al ser para Franco el rey Felipe II el último gran monarca, a partir el cual comenzó la decadencia. Y si su predilecto rey construyó el Escorial, a Franco le faltó tiempo finalizada la guerra para mandar construir el faraónico Valle de los Caídos, como su lugar de último reposo junto con los restos de miles de soldados, de ambos bandos, que combatieron y murieron en la construcción de la Nueva España, dónde él era el principal arquitecto. El interés del Caudillo por el Valle fue intenso y muy personal, dado el grado de su implicación, participando en todas las decisiones, hasta de detalles de menor importancia, durante los 20 años que duró su construcción, por la gran importancia que para él tenía lo que consideraba un monumento eterno a su gran gesta de Reconquista de España en la Cruzada en la que convirtieron la guerra civil. Hasta las monedas, desde 1946, además de su efigie se incluía la leyenda anacrónica de Caudillo de España por la Gracia de Dios. Bastón de mando, armiño al cuello, representaciones como Santiago Apostol, concesiones de títulos nobiliarios (que enfurecían a la nobleza), entrada en iglesias bajo palio, etc y demás elementos que simbolicen al poder y la realeza o nobleza, le acompañan en fotografías, pinturas y carteles propagandísticos. También a mayor gloria suya y del régimen se producía el conocido NO-DO, un noticiario documental de obligatoria proyección en los cines y cuya principal función era ensalzar la figura de Franco, los logros del régimen, y los avances de la sociedad española, la cual estaba tutelada por un estado paternalista que al tiempo que era generoso con sus ciudadanos fieles, también era muy severo con los que se salían del guión. Es por ello que no deja de ser sorprendente que Franco no se considerase a sí mismo un dictador, no perdiendo ocasión para manifestarlo. P. Preston recoge las declaraciones de Franco en varias entrevistas que concedió a algunos periodistas extranjeros, americanos y franceses:
“Yo no soy dueño, como fuera se cree, de hacer lo que quiero; necesito como todos los gobiernos del mundo, la asistencia y acuerdo de mi gobierno para modificar aquellas disposiciones que están en las atribuciones y son privativas de los gobiernos, en la misma forma y medidas que en cualquier país democrático.”.
“…para todos los españoles y para mí mismo, calificarme de dictador es una puerilidad. Mis prerrogativas, mis atribuciones propias son mucho menos importantes que las conferidas por la Constitución de les Estados Unidos a su presidente.”
“… en España no existe una dictadura… Mis poderes como Jefe del estado son muy inferiores a los que ejercen los presidentes de la mayoría de los estados americanos, y el que las leyes en vigor impidan la práctica del libertinaje no niega ni limita las verdaderas libertades”.
Y con la dimisión de De Gaulle en Francia, espetó en privado, “Desengáñese, la caída de De Gaulle se veía venir porque fue siempre un dictador.”

En realidad no pretendía nada más que maquillar su verdadero régimen, con una versión para el extranjero más amable. Algo similar a lo que ocurría con las películas, en las que había una versión original y otra censurada para los cines españoles. Ahora bien, si en privado calificaba a De Gaulle como dictador, en público no lo interpretaba así, porque sino no se comprendería el cierre del diario Madrid en 1968 cuando publicaron el artículo titulado Retirarse a tiempo. No al General De Gaulle, del periodista y editor Rafael Calvo Serer, destacado monárquico y miembro del Opus, que enfureció a Franco, en el cual se vio reflejado. La censura periodística de Franco tuvo un momento especialmente sarcástico. Franco publicó cerca de un centenar de artículos en los periódicos con tres pseudónimos diferentes, Jakim Boor, Macaulay, e Hispanicus, y en ellos expresaba sus opiniones sobre temas concretos de política nacional o internacional en el diario ¡Arriba!. En 1938 se dictó una ley provisional de censura, que lo fue hasta 1966 con la nueva ley de Prensa del ministro Fraga. Por supuesto, Franco hacía unos artículos a medida. Pero en una ocasión, en 1947, se recibió en ¡Arriba! por el conducto habitual para ello, y conocido solo por un pequeño grupo de editores su autoría, un artículo, que pasaba por los trámites como cualquier otro para su publicación. El título era “Serenidad” y el tema, la crisis del carbón en Reino Unido, y el censor tachó varias líneas, en las que entendía que dejaba demasiado bien a los laboristas y en el que se hablaba de la censura de prensa en España. Como se ha dicho de este episodio, es “el censor censurado cuando habla de la libertad de prensa y de que no hay censura.” El texto censurado, no tiene desperdicio:
“Contrasta la pasión con que en el mundo se enjuician los sucesos internacionales con la serenidad con la que la prensa española comenta los acontecimientos, llevando su nobleza y generosidad hasta a alabar a quienes nos vienen demostrando unas veces una morbosa enemiga, y otras faltas de consideración o afecto. Con esto se demuestra la libertad de que disfruta la Prensa española en su juicio, pues si obedeciera a consignas o directrices de Gobierno, como fuera de las fronteras se nos achaca, desde luego, no aparecerían esas frases de alabanza a quienes, con motivo, podríamos encasillar en el número de nuestros enemigos […]”
Macaulay. Diario Arriba 26/8/1947.
Por supuesto, no se atendió a la censura, y el texto se publicó tal y como lo había enviado el Caudillo entre bromas de los que conocían quien era el autor del artículo. En 1959, en unas maniobras en Ciudad Real, Utrera Molina da cuenta de una conversación de la que fue testigo presencial, entre Franco y el conocido escritor, periodista, y posteriormente diplomático, Manuel Aznar. Los ejercicios militares, conocidos como “Operación Dulcinea” se desarrollaban con miles de soldados, y en los que Utrera dice que Franco estaba especialmente contento por estar en su ambiente preferido, el militar. “El Caudillo ofrecía aquella mañana muy buen aspecto y se mostraba afable y comunicativo. El hecho de hallarse rodeado de sus compañeros de armas le transfiguraba. Era evidente que se sentía como pez en el agua. Se le notaba la satisfacción a flor de piel y no había incongruencia alguna entre la expresión de su rostro y sus palabras.” La conversación entre los allí reunidos derivó a temas de actualidad y periodismo, y con el ambiente distendido “Aznar intervino a continuación señalando los inconvenientes de la censura. Franco entonces le respondió que él no era partidario de ella y que el régimen avanzaría con voluntad de liberalización, pero manteniendo el respeto a dos o tres cosas esenciales. No obstante, Franco le dijo a Aznar que un periodista inteligente, con un titular astutamente situado o con una información pícaramente silenciada podía decir tanto como en un editorial.” En esta misma línea de pensamiento, Franco le dejó ir ironizando en una conversación con el director de cine José Antonio Nieves Conde “¿Es que ha visto usted algún censor que no sea tonto?”
Una vez conseguido el poder, Franco se vio a sí mismo elevado divinamente al puesto de mando, con lo que empezó a ver los acontecimientos desde la lejanía, y muchas veces a vista de pájaro, como si no fueran con él. Su astucia le hizo realizar verdaderos equilibrios entre las diversas familias del régimen, dejando actuar a sus subordinados, aunque fuera consciente de que había corrupción, guardándose la información para cuando la necesitara, o incluso le hacía saber que tenía conocimiento de ello al corrupto, y en otros casos, si era informado de ella por alguien, informaba al corrupto de quien se había ido de la lengua, sembrando la discordia. Demostraba que la información es poder y con ello conseguía una permanente tensión y rivalidades en las que el máximo beneficiario era siempre él. Dionisio Ridruejo le comentó que en círculos falangistas se hablaba del nivel de corrupción existente, a lo que Franco le contestó que tenía que hacer la vista gorda, puesto que en otras épocas se recompensaba a los que combatían con un monarca o líder, con títulos o tierras. La conocida frase que dijo, (recogida en diversos escenarios diferentes, por ser recurrente en él y la utilizó en varios momentos) al ser informado de algún problema o queja por algún subordinado, les decía ironicamente “haga como yo, no se meta en política”, debió de dejar a más de uno estupefacto y sin palabras. Daba mucha libertad a sus ministros (a lo que un exministro de exterior comentó que ser ministro de Franco era como ser un reyezuelo), sea por poco interés, por desconocimiento de la materia, o por simplemente dejar hacer. Muchos de sus ministros se enteraron de su destitución por la prensa o por el famoso motorista al llegar a su casa, cuando nada hacía sospechar de ello, no habiendo tenido anteriormente problemas con Franco. No consta que jamás se mostrara agradecido con nadie, y menos que lo expresara públicamente. Y es que en realidad siempre demostraba ser el paradigma de un militar y la política y la diplomacia las aprendió sobre la marcha, puesto que toda su vida prácticamente había dado órdenes y no explicaciones y la cuestión de la negociación no era una de sus virtudes, que si bien en asuntos internos nadie se lo podría recriminar, su falta de tacto diplomático fue especialmente evidente en la trascendental entrevista con Hitler. No hay que olvidar que si bien el resultado fue lo mejor para España, no entrar en guerra, la entrevista fue un absoluto fracaso para los objetivos de Franco, que pretendía un imperio a costa de la derrotada Francia. Las opiniones de Hitler sobre Franco, que en otro artículo hemos descrito, no dejan lugar a dudas. En 1940, al principio de su régimen, Franco pretendía ampliar los territorios africanos de España en África, (Protectorado Marroquí, Sidi-Ifni, Guinea Ecuatorial, Sahara, etc,) con Argelía y el Protectorado Francés de Marruecos, además de otras plazas, y cuando murió 35 años después, España había perdido todo, hasta las tierras por las que él personalmente había luchado tanto en Marruecos. Franco, después de la guerra, hizo que semanalmente acudiese a despachar con él el profesor de economía J. María Zumalacárregui, pero a las pocas semanas dejó de acudir, al insistir Franco en explicarle las teorías económicas y sus soluciones a los problemas de España, viéndose aquí claramente que Franco se sentía en algún sentido, superior y conocedor de los temas más diversos, e incluso ante un profesor universitario, no destacaba en él como virtud, el saber reconocer en ellos, más conocimientos sobre la materia. En cualquier caso, y a tener en cuenta, y no es un detalle menor, El Pardo no contaba con biblioteca.
La construcción de un estado nacional-católico empezó casi desde el minuto cero, puesto que numerosas fueron las adulaciones provenientes de las jeraquías eclesiásticas hacia el Caudillo. La iglesia aportó rápidamente sus pareceres sobre la figura de Franco, y su papel como enviado de Dios para dirigir lo que consideraban una guerra con carácter de Cruzada Nacional. Un detalle interesante y que no puede ser pasado por alto, es que el jalifa de Tetuán el 19 de julio de 1936 declaró la yihad contra los españoles sin Dios. El día anterior la aviación republicana había bombardeado Tetuán y ocasionado numerosas víctimas, produciéndose un espontaneo levantamiento popular al haber víctimas y destrucción de una mezquita, que habría podido tener consecuencias funestas para los rebeldes. La intercesión del gran visir contuvo las masas y Franco le concedió la primera Laureada de la guerra por su heroica contención del pueblo musulmán.
Franco, presente en este momento en Tetuán obró con gran habilidad al conseguir que los musulmanes apoyasen al bando golpista, que aportó numerosos combatientes, y paz en la retaguardia del Protectorado, del que se tenían que extraer las tropas para ser trasladadas a la península. La misma guerra desde el mismo bando, fue declarada santa por los seguidores de dos religiones. Y la islámica fue la primera en hacerlo. Hábilmente, Franco tenía detalles para fomentar la paz en el Protectorado, como mínimo curiosos, y en diciembre de 1936, Radio Tetuán anunció que se fletaba un barco financiado por el Generalísimo, para 300 musulmanes, con destino a Jedda, puerto saudí desde el que comienza la peregrinación a la Meca, hecho que duró hasta 1951, y en 1939 hasta recogieron pasaje en la Libia de Mussolini.
También se ha debatido, discutido y escrito mucho sobre la posible ascendencia judía de Franco. En este sentido se ha probado y refutado por unos y por otros, y al respecto, Serrano Suñer opinaba que en el posible caso que su cuñado hubiese reflexionado sobre ello, no le habría dado importancia. Ahora bien, no es posible dejar de mencionar que durante su etapa africana, mantuvo contacto con familias sefardíes, utilizadas de puente para el contacto con la población musulmana, facilitado por hablar castellano. Y esto sin tampoco olvidar que su profundo catolicismo le había inculcado un sentimiento antisemita, que no antisefardita. Consta la simpatía con la que militares españoles veían a estos judíos que habían conservado durante siglos la lengua, y de ello no fue ajeno Franco al dejar varios escritos en los que no solo no muestra animadversión sino más bien simpatía y hasta compasión ante la situación en la que algunos se encontraban, y los contactos que tenía con ellos le permitieron en los momentos iniciales de la guerra, en 1936, la ayuda financiera de los judíos de Marruecos. En cualquier caso, aunque tuviera una posible simpatía por los sefardíes, ello no fue óbice para que durante décadas, para él, los problemas de España fueran por culpa del complot, o contubernio, rojo- judeo-masónico, pero en este contexto hallamos también otro ejemplo, uno más, de su comportamiento ambiguo, no haciendo nada para relajar las actitudes extremas del catolicismo imperante en España contra los judíos, halagando a los Reyes Católicos en la unificación de España y su religiosidad, no comprometiéndose de manera oficial en la política antisemita nazi. En este sentido, Javier Domínguez, en su libro El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista, 1936-1945, refiriéndose a un diálogo que se produce en la película de 1942 Raza, que escribió Franco con el seudónimo de Jaime de Andrade, (aunque podría no ser el autor real) nos dice que “Sin embargo, el punto de vista filosefardí que se desprende de estas líneas no puede ser en absoluto asimilado a una actitud filosemita, pues la simpatía de Franco hacia los judíos españoles se basaba en lo que estos tenían de españoles, no de judíos. Sólo los judíos españoles eran eximidos del deicidio”. Por supuesto, finalizada la guerra mundial, no era aceptable internacionalmente una postura antijudía, con lo que la posición oficial de silencio al respecto era lo más recomendable, incluso después de la actitud reflejada por el embajador en la ONU del nuevo estado de Israel en contra del régimen de Franco, comprensible si se tenía en cuenta la alianza con el nazismo y un ferviente catolicismo que no dudaba en manifestar hostilidad a los judíos como el pueblo deicida, y que había, la tradición en Semana Santa, de figuradamente y de diversos modos, ir a matar judíos, sin duda recuerdo de otras épocas en que ello era real que el folclore ha guardado en la memoria colectiva.

El otro enemigo patológico de Franco era la masonería que para él estaba íntimamente ligada al judaísmo, a los cuales culpaba de todos los males del mundo, en permanente conspiración, y a los que había que combatir sin descanso. Se ha comparado su actitud con la masonería con la que tuvo Hitler con los judíos. Para poder entenderlo mejor hemos de relacionarlo, por un lado, con su padre y hermano Ramón, ambos masones, y con lo que tuvo las consabidas malas relaciones, hasta el punto de entender como antagónicos a él sus ideales. Por otro, tener en cuenta hasta que punto le influyó el rechazado por dos veces su ingreso en la misma. Sin olvidar que son conocidos nombre de personas influyentes que pertenecían a la masonería y que tuvieron sus diferencias con Franco. Si éstas lo fueron por ser masones, o por otros motivos, es posible, aunque el carácter secreto de las logias no ayuda a comprenderlo. Como fuere, durante toda su vida, manifestó constantemente la amenaza que para España, o mejor para él y su régimen, representaba la masonería, en la que veía el origen de todas las conspiraciones reales o imaginarias, junto con los judíos y los comunistas. La masonería por su propia forma de ser escapaba del control del poder, formada por personas influyentes de todos los sectores, político, económico, cultural, militar,…estando presente en sus palabras sobre temas internacionales, al hablar de Inglaterra, Alemania, EEUU, Gibraltar, Argentina, etc… Su primo y colaborador, Francisco Franco Salgado Araujo, menciona en su libro “Mis conversaciones privadas con Franco”, que en 1959, el Caudillo le comentó “He leído el periódico [el New York Times] y es el baluarte de la masonería internacional; de ahí procede su antipatía y sus constantes ataques al régimen español.” Lo que no nos aclara Salgado- Araujo, es como pudo leer el períodico, con su precario dominio del inglés. No podemos obviar los nombres de masones con responsabilidades o intelectuales, de los siglos XVIII, XIX y XX, y solo por poner un ejemplo, como Napoleón, José Giral, Eduardo Ortega y Gasset, Casares Quiroga, Martínez Barrios, Lerroux, el general Prim, Mateo Sagasta, Victoria Kent, Azaña, Alcalá-Zamora, José Martí, Bolivar, Blasco Ibáñez, Washington, Benjamin Franklin, Benito Juárez, Lincoln, Churchill, Roosevelt, etc, Con la llegada de la República en 1931, numerosos miembros del gobierno fueron masones, ( 6 presidentes, 20 ministros además de 21 generales) y no debe extrañarnos en absoluto, puesto que en las Cortes Constituyentes, había según las fuentes, entre 151 y 183 de 470 diputados, o lo que es lo mismo, entre el 33 y el 39 por ciento de los congresistas eran también masones. Sólo en el Colegio de Abogados de Madrid fueron depurados 61 letrados por esta causa al finalizar la guerra. A resaltar la pertenencia a la masonería del general Cabanellas, que manifestó su contrariedad por la elección de Franco como Generalísimo. La obsesión por la masonería, se evidencia objetivamente, con dos datos, el número estimado de masones en la II República, entre 5000 y 7000 según las fuentes, y el número de expedientes y procesos en el Archivo de Salamanca, 48000, con lo que se constata que muchas personas fueron acusadas de pertenecer a la masonería en la caza de brujas desatada por el régimen.
Para acabar, dos anécdotas referentes a la masonería con protagonistas americanos de los años 50. En 1955, Franco le comentó al Secretario de Estado de Estados Unidos, Foster Dulles, que “estoy convencido de que la masonería es muy buena en Inglaterra, para Inglaterra; lo malo es que en España sigue siendo muy buena para Inglaterra”. Pero es en la ocurrida en 1958, preparando la visita del presidente Eisenhower, en la que se vió comprometido el Caudillo. Fue narrada por el escritor y político, Gore Vidal, hijo de uno de los protagonistas. En conversación con un alto cargo militar y empresario, y dos senadores americanos, Franco se muestra ferviente proamericano, ardiente anticomunista y antisoviético , entusiasta católico, impetuoso contra la masonería,…hasta que le interrumpió uno de los senadores, manifestándole que el presidente era protestante, él mismo era masón, y el otro senador, judío, con lo que “los tres estaríamos en la cárcel en este país” El tercer miembro, el militar Eugene Vidal, le espetó que también era masón…añadiendo que “aquí estaría fusilado”. Parece que Franco quedó pálido ante estas manifestaciones.
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